Pedro Ruiz : «Aunque me reconozco un afortunado, no volvería a nacer»

Mientras la mayoría de españoles aprovechaban la Semana Santa para descansar, Pedro Ruiz escribió a mano más de 200 páginas de lo que puede ser su próximo libro: «Cuando se me ocurre algo, normalmente me llega al completo, con toda su estructura, y como crear me da paz, ya sea escribir o componer, me pone de buen humor entregarme a una buena idea. En mi casa puede haber algo de caos con tantas cosas por medio, pero mi mente es muy ordenada». Pedro estrenará el mes de mayo en los escenarios de los Teatros del Canal con un espectáculo con el que celebra sus 50 años de trayectoria: «No son anécdotas para presumir sino para trasladar al público vivencias que no son conocidas en las que desfilan personajes de todo tipo, desde Julio Iglesias a Ana Obregón o Felipe González . En total son 60, salpicadas de canciones, poemas y parodias. Cuento cómo unos pocos le rompimos el himen a la libertad en este país, lo que generó no pocas amenazas y polémicas». A este provocador nato el escándalo le acompañó siempre: « Fui el primero en anunciar preservativos en tiempos en que había que pedirlos a escondidas en la farmacia». Si hay algo que le caracteriza es «la constancia, porque yo no me rindo. Puedo cambiar de dirección y tengo derecho a no tener razón, pero persevero. Vivo en el mañana, no el ayer». Pero reconoce que tal vez haya pecado «de cierta precipitación. He sido excesivo y con el ego inflamado». Aunque lo que le gustaría cambiar está, en realidad, en este mundo que nos rodea: «No creo en este momento de polarización. Se ha decidido que la gente tome partido desde la reacción y se nos empuja hacia las sombra». A sus 77 años se preocupa por estar en forma: «La salud no tiene precio y para mí son esenciales mis rutinas físicas. Tomo baños de agua helada, hago deporte, me tiro a la piscina todos los días. Aunque la torre de control es la cabeza, que la tengo activa mientras pienso y escribo, el cuerpo debe mantenerla en pie». Aunque dice que puede parecer «un pesimista vitalista», reconoce que tiene algo de soñador: «Creo que se es más feliz en la víspera que en la llegada. La repetición de un éxito ya la conoces, pero la víspera del fracaso es una sorpresa». Y su lado romántico tiene más que ver con una visión de la vida que de unos gestos de amor, «como regalar flores»: «Soy romántico como Cyrano de Bergerac porque creo que hay que pasar por dificultades para conquistar a quien quieres». Cuando echa la vista atrás cree que el amor le ha tratado bien: «No me puedo quejar en ese sentido, he tenido muchas y muy bonitas relaciones», aunque reconoce que algunas terminaron por su negativa a tener hijos: « Nunca he querido ser padre , tal vez la razón se deba a mi rechazo de la visión de la vida. Aunque me reconozco un afortunado, no volvería a nacer. No tengo fe, para mí la vida es algo inexplicable y, por lo tanto, no sabría qué decirle a un hijo, cómo darle las claves para el sentido de la vida. Además, no quiero dejar más restos míos por aquí». Aunque a veces envidia a la gente que cree en un dios, «la fe es una cantimplora llena para atravesar el desierto de nuestra existencia», Pedro tiene su propia fe: «Creo en la bondad. Ser una persona buena en un mundo hostil es una heroicidad». Y está decidido a morir con las botas puestas: «No pienso retirarme, eso solo sirve para generar telarañas». Aquel niño que nació y vivió en la calle del Camp, en Barcelona, veía cómo muchos barrios celebraban sus fiestas y él, ni corto ni perezoso, decidió montar la suya propia con ayuda de amigos y vecinos. Solo tenía ocho años y ya mostraba madera de líder: «Cortábamos la calle con unas sillas y organizábamos un festival de canciones y juegos». También dirigía era el capitán del equipo de fútbol: «Llegamos a jugar con Reixach, del Barça, que estaba en el mismo colegio». Su pasión por el juego era tal, que muchas veces se levantaba a las cinco de la mañana para ir a un partido: «Ver un campo de césped en aquellos años era casi imposible, todo era tierra». Tanto fútbol le hizo suspender un curso, lo que enfureció a su padre, que le castigó sin jugar: «Por entonces mi fuerte eran las asignaturas de letras, era malo en matemáticas». Rodeado de descampados, Pedrito conoció una infancia casi de pueblo: «Eramos niños de campo, salíamos a cazar lagartijas y a coger higos, yo acompañaba a mi abuelo, que tenía una jaca con la que acudía cargado a los mercados. Aquello me instaló en la sencillez, en la vida humilde marcada por el esfuerzo. De mi madre aprendí la dignidad, la mejor herencia que nadie pudiera darme». «Era más inquieto que estudioso y más escritor que lector. A los doce años ya escribía poemas y descubrí que, con la escritura me liberaba». Ya apuntaba maneras.

May 1, 2025 - 01:56
 0
Pedro Ruiz : «Aunque me reconozco un afortunado, no volvería a nacer»
Mientras la mayoría de españoles aprovechaban la Semana Santa para descansar, Pedro Ruiz escribió a mano más de 200 páginas de lo que puede ser su próximo libro: «Cuando se me ocurre algo, normalmente me llega al completo, con toda su estructura, y como crear me da paz, ya sea escribir o componer, me pone de buen humor entregarme a una buena idea. En mi casa puede haber algo de caos con tantas cosas por medio, pero mi mente es muy ordenada». Pedro estrenará el mes de mayo en los escenarios de los Teatros del Canal con un espectáculo con el que celebra sus 50 años de trayectoria: «No son anécdotas para presumir sino para trasladar al público vivencias que no son conocidas en las que desfilan personajes de todo tipo, desde Julio Iglesias a Ana Obregón o Felipe González . En total son 60, salpicadas de canciones, poemas y parodias. Cuento cómo unos pocos le rompimos el himen a la libertad en este país, lo que generó no pocas amenazas y polémicas». A este provocador nato el escándalo le acompañó siempre: « Fui el primero en anunciar preservativos en tiempos en que había que pedirlos a escondidas en la farmacia». Si hay algo que le caracteriza es «la constancia, porque yo no me rindo. Puedo cambiar de dirección y tengo derecho a no tener razón, pero persevero. Vivo en el mañana, no el ayer». Pero reconoce que tal vez haya pecado «de cierta precipitación. He sido excesivo y con el ego inflamado». Aunque lo que le gustaría cambiar está, en realidad, en este mundo que nos rodea: «No creo en este momento de polarización. Se ha decidido que la gente tome partido desde la reacción y se nos empuja hacia las sombra». A sus 77 años se preocupa por estar en forma: «La salud no tiene precio y para mí son esenciales mis rutinas físicas. Tomo baños de agua helada, hago deporte, me tiro a la piscina todos los días. Aunque la torre de control es la cabeza, que la tengo activa mientras pienso y escribo, el cuerpo debe mantenerla en pie». Aunque dice que puede parecer «un pesimista vitalista», reconoce que tiene algo de soñador: «Creo que se es más feliz en la víspera que en la llegada. La repetición de un éxito ya la conoces, pero la víspera del fracaso es una sorpresa». Y su lado romántico tiene más que ver con una visión de la vida que de unos gestos de amor, «como regalar flores»: «Soy romántico como Cyrano de Bergerac porque creo que hay que pasar por dificultades para conquistar a quien quieres». Cuando echa la vista atrás cree que el amor le ha tratado bien: «No me puedo quejar en ese sentido, he tenido muchas y muy bonitas relaciones», aunque reconoce que algunas terminaron por su negativa a tener hijos: « Nunca he querido ser padre , tal vez la razón se deba a mi rechazo de la visión de la vida. Aunque me reconozco un afortunado, no volvería a nacer. No tengo fe, para mí la vida es algo inexplicable y, por lo tanto, no sabría qué decirle a un hijo, cómo darle las claves para el sentido de la vida. Además, no quiero dejar más restos míos por aquí». Aunque a veces envidia a la gente que cree en un dios, «la fe es una cantimplora llena para atravesar el desierto de nuestra existencia», Pedro tiene su propia fe: «Creo en la bondad. Ser una persona buena en un mundo hostil es una heroicidad». Y está decidido a morir con las botas puestas: «No pienso retirarme, eso solo sirve para generar telarañas». Aquel niño que nació y vivió en la calle del Camp, en Barcelona, veía cómo muchos barrios celebraban sus fiestas y él, ni corto ni perezoso, decidió montar la suya propia con ayuda de amigos y vecinos. Solo tenía ocho años y ya mostraba madera de líder: «Cortábamos la calle con unas sillas y organizábamos un festival de canciones y juegos». También dirigía era el capitán del equipo de fútbol: «Llegamos a jugar con Reixach, del Barça, que estaba en el mismo colegio». Su pasión por el juego era tal, que muchas veces se levantaba a las cinco de la mañana para ir a un partido: «Ver un campo de césped en aquellos años era casi imposible, todo era tierra». Tanto fútbol le hizo suspender un curso, lo que enfureció a su padre, que le castigó sin jugar: «Por entonces mi fuerte eran las asignaturas de letras, era malo en matemáticas». Rodeado de descampados, Pedrito conoció una infancia casi de pueblo: «Eramos niños de campo, salíamos a cazar lagartijas y a coger higos, yo acompañaba a mi abuelo, que tenía una jaca con la que acudía cargado a los mercados. Aquello me instaló en la sencillez, en la vida humilde marcada por el esfuerzo. De mi madre aprendí la dignidad, la mejor herencia que nadie pudiera darme». «Era más inquieto que estudioso y más escritor que lector. A los doce años ya escribía poemas y descubrí que, con la escritura me liberaba». Ya apuntaba maneras.