Opinable
Se le atribuye al físico teórico Richard Feynman la siguiente frase: “¿Sabías que es posible decir ‘No sé lo suficiente de este tema para tener una opinión al respecto’?” Aunque no pude verificar si lo dijo Feynman, es de una claridad tan meridiana que no me asombraría que fuera así. Es, por supuesto, lo contrario de lo que hacemos. Podría criticar a las redes sociales, porque está de moda, pero viene de mucho antes, y las redes sociales no son sino el reflejo de nuestras virtudes y nuestros vicios.Opinamos sin saber, sin tener suficiente información, sin estar en el detalle, sin habernos formado académicamente en ese asunto y, sobre todo, sin contar con la experiencia que proporciona la práctica de esa disciplina en el mundo real. La pregunta es por qué. Entre las muchas razones plausibles está el que opinar es uno de los ansiolíticos más eficientes que se conocen, lo mismo que quejarse. Ante la incertidumbre –y vivimos en un mundo profundamente incierto–, emitir una sentencia tajante, sobre todo si va a acompañada de alguna descalificación oprobiosa o violenta, es una forma de descartar ese inquietante universo de alternativas que nos alarman. Es, en suma, una muestra de debilidad, de ausencia de carácter o ambas.

Se le atribuye al físico teórico Richard Feynman la siguiente frase: “¿Sabías que es posible decir ‘No sé lo suficiente de este tema para tener una opinión al respecto’?” Aunque no pude verificar si lo dijo Feynman, es de una claridad tan meridiana que no me asombraría que fuera así. Es, por supuesto, lo contrario de lo que hacemos. Podría criticar a las redes sociales, porque está de moda, pero viene de mucho antes, y las redes sociales no son sino el reflejo de nuestras virtudes y nuestros vicios.
Opinamos sin saber, sin tener suficiente información, sin estar en el detalle, sin habernos formado académicamente en ese asunto y, sobre todo, sin contar con la experiencia que proporciona la práctica de esa disciplina en el mundo real. La pregunta es por qué. Entre las muchas razones plausibles está el que opinar es uno de los ansiolíticos más eficientes que se conocen, lo mismo que quejarse.
Ante la incertidumbre –y vivimos en un mundo profundamente incierto–, emitir una sentencia tajante, sobre todo si va a acompañada de alguna descalificación oprobiosa o violenta, es una forma de descartar ese inquietante universo de alternativas que nos alarman. Es, en suma, una muestra de debilidad, de ausencia de carácter o ambas.