Miles de escorpiones son criados como si fueran vacas para extraerles el veneno más caro del mundo
¿Negocio rentable? - La medicina experimental valora ciertos péptidos de la toxina por su capacidad para bloquear proteínas hiperactivas, lo que permite explorar tratamientos para enfermedades como epilepsia, colon irritable o ictus Las granjas de vacas, ovejas y gallinas dominan el imaginario rural desde hace siglos. Se asocian con productos que todos conocemos: leche, lana, huevos. Todo bastante convencional. Pero hay otro tipo de granja que no tiene ni mugidos, ni cacareos ni tampoco inspiran canciones tan infantiles como pegadizas. En vez de eso, se escucha un leve chasquido de pinzas y se manipulan animales que, en lugar de dar leche o carne, ofrecen algo mucho más escaso y valioso: veneno. Un líquido tan difícil de obtener como rentable de vender, si se consigue encontrar a alguien que lo quiera comprar. Algo que no es fácil. Un vistazo a las granjas de escorpiones y su creciente impacto económico El protagonista en esta historia no tiene cuernos ni plumas, pero sí un aguijón. Hay instalaciones que albergan a más de 80.000 escorpiones vivos, y su existencia no tiene que ver con ninguna plaga bíblica. Son criados con un único propósito: ordeñarles el veneno. El procedimiento tiene detrás una industria compleja que mezcla ciencia, cosmética, medicina tradicional e, incluso, fraudes disfrazados de oportunidad de negocio. En Egipto, México, Tailandia, Nigeria o China, este tipo de granjas ha crecido como parte de un mercado muy concreto, en el que el producto final —el veneno— puede alcanzar cifras astronómicas. La granja turca del criador Metin Orenler, mencionada en un reportaje de Reuters, cuenta con unos 20.000 ejemplares del género Androctonus turkiyensis. Las investigaciones científicas apuntan a los péptidos y proteínas del veneno de escorpión Cada uno produce unos dos miligramos diarios. Orenler asegura que “criamos los escorpiones y también los ordeñamos”, y detalla que “congelamos el veneno que obtenemos como resultado del ordeño, luego lo convertimos en polvo y lo vendemos a Europa”. El litro de este líquido —que primero se congela con nitrógeno líquido y después se machaca hasta hacerlo arenilla — puede alcanzar un valor cercano a los 10 millones de euros, según algunas fuentes. Se comercializa, sobre todo, en forma de microdosis para uso médico y cosmético. Laboratorios europeos, como Venomtech, lo utilizan con fines científicos, aunque su directora confirmó a France 24 que solo venden menos de un gramo al año. Es decir, un ritmo pausado, selectivo, nada masivo. Cómo la ciencia está aprovechando los venenos más peligrosos para desarrollar tratamientos innovadores El interés científico se centra en los péptidos y proteínas presentes en el veneno. Volker Herzig, profesor en la Universidad de Sunshine Coast, afirma que estos compuestos son “potentes y muy específicos” y que pueden aplicarse para crear tratamientos en medicina. “Si una proteína está hiperactiva en una enfermedad, una toxina del veneno puede bloquearla”, comenta. Este principio abre la puerta a posibles terapias contra epilepsia, ictus o colon irritable. Otras líneas de investigación, como la que lleva a cabo Dorothy Wai en el Instituto de Ciencias Farmacéuticas de Monash, se centran en enfermedades autoinmunes. Su equipo ha identificado una proteína del veneno —Kv1.3— que podría servir para tratar la esclerosis múltiple. Wai explica que su investigación “se centra en un péptido del veneno de escorpión que puede inhibir el receptor de las células inmunitarias; bloquearlo puede impedir que la célula se vuelva hiperactiva”.

¿Negocio rentable? - La medicina experimental valora ciertos péptidos de la toxina por su capacidad para bloquear proteínas hiperactivas, lo que permite explorar tratamientos para enfermedades como epilepsia, colon irritable o ictus
Las granjas de vacas, ovejas y gallinas dominan el imaginario rural desde hace siglos. Se asocian con productos que todos conocemos: leche, lana, huevos. Todo bastante convencional. Pero hay otro tipo de granja que no tiene ni mugidos, ni cacareos ni tampoco inspiran canciones tan infantiles como pegadizas.
En vez de eso, se escucha un leve chasquido de pinzas y se manipulan animales que, en lugar de dar leche o carne, ofrecen algo mucho más escaso y valioso: veneno. Un líquido tan difícil de obtener como rentable de vender, si se consigue encontrar a alguien que lo quiera comprar. Algo que no es fácil.
Un vistazo a las granjas de escorpiones y su creciente impacto económico
El protagonista en esta historia no tiene cuernos ni plumas, pero sí un aguijón. Hay instalaciones que albergan a más de 80.000 escorpiones vivos, y su existencia no tiene que ver con ninguna plaga bíblica. Son criados con un único propósito: ordeñarles el veneno. El procedimiento tiene detrás una industria compleja que mezcla ciencia, cosmética, medicina tradicional e, incluso, fraudes disfrazados de oportunidad de negocio.
En Egipto, México, Tailandia, Nigeria o China, este tipo de granjas ha crecido como parte de un mercado muy concreto, en el que el producto final —el veneno— puede alcanzar cifras astronómicas. La granja turca del criador Metin Orenler, mencionada en un reportaje de Reuters, cuenta con unos 20.000 ejemplares del género Androctonus turkiyensis.
Cada uno produce unos dos miligramos diarios. Orenler asegura que “criamos los escorpiones y también los ordeñamos”, y detalla que “congelamos el veneno que obtenemos como resultado del ordeño, luego lo convertimos en polvo y lo vendemos a Europa”.
El litro de este líquido —que primero se congela con nitrógeno líquido y después se machaca hasta hacerlo arenilla — puede alcanzar un valor cercano a los 10 millones de euros, según algunas fuentes. Se comercializa, sobre todo, en forma de microdosis para uso médico y cosmético. Laboratorios europeos, como Venomtech, lo utilizan con fines científicos, aunque su directora confirmó a France 24 que solo venden menos de un gramo al año. Es decir, un ritmo pausado, selectivo, nada masivo.
Cómo la ciencia está aprovechando los venenos más peligrosos para desarrollar tratamientos innovadores
El interés científico se centra en los péptidos y proteínas presentes en el veneno. Volker Herzig, profesor en la Universidad de Sunshine Coast, afirma que estos compuestos son “potentes y muy específicos” y que pueden aplicarse para crear tratamientos en medicina. “Si una proteína está hiperactiva en una enfermedad, una toxina del veneno puede bloquearla”, comenta. Este principio abre la puerta a posibles terapias contra epilepsia, ictus o colon irritable.
Otras líneas de investigación, como la que lleva a cabo Dorothy Wai en el Instituto de Ciencias Farmacéuticas de Monash, se centran en enfermedades autoinmunes. Su equipo ha identificado una proteína del veneno —Kv1.3— que podría servir para tratar la esclerosis múltiple. Wai explica que su investigación “se centra en un péptido del veneno de escorpión que puede inhibir el receptor de las células inmunitarias; bloquearlo puede impedir que la célula se vuelva hiperactiva”.
Sin embargo, ni ella ni su equipo compran veneno a granjas. Wai trabaja directamente con compuestos sintéticos obtenidos a partir del ADN secuenciado, sin necesidad de extraer la sustancia de forma física. Herzig, por su parte, reconoce que ha recibido múltiples propuestas desde países como India para que compre veneno a productores independientes, pero se niega: “El problema es que nunca puedes estar seguro del origen”.
En su lugar, él mismo viaja por Europa para ordeñar escorpiones criados como mascotas. “Hay una escena muy grande de gente que cría arañas y escorpiones en casa”, comenta. Algunos particulares llegan a tener hasta 200 ejemplares en sótanos o habitaciones habilitadas para ello. A Herzig no le interesa una sola especie en grandes cantidades, como en las granjas, sino la diversidad molecular para maximizar las posibilidades de encontrar compuestos útiles.
Estafas, desinformación y el precio de un negocio peligroso
Eso deja a buena parte de la producción en manos de la cosmética y la medicina tradicional, que siguen comprando en cantidades considerables. En este punto es donde se difuminan los límites entre la ciencia y el negocio. El Grupo Lifescozul, especializado en el escorpión azul, ha advertido que “no hay evidencia científica de que esta sustancia sea segura y efectiva para su uso en cremas, sprays o ungüentos para la piel”.
Pese a todo, siguen surgiendo nuevos criadores. Algunos movidos por promesas poco realistas. El iraní Mohammad Fallah, también citado por France 24, compró 1.500 escorpiones y terminó con el doble. Aprendió todo en internet y ha logrado obtener dos gramos de veneno, aunque sin encontrar compradores. “Mi situación se está volviendo difícil, así que estoy considerando mis opciones”, confesó. Entre ellas, liberar parte de los escorpiones.
El problema va más allá del fracaso personal. La falta de demanda y la desinformación dan pie a liberaciones incontroladas, desequilibrios en la naturaleza y una red de cursos y estafas que venden humo. Porque, al final, si el veneno de escorpión fuese tan rentable, quienes venden los cursos serían los primeros en ordeñar.