Los tres pilares agustinos que se ven reflejados en León XIV y su relación con una orden con profunda huella en la Argentina
Prevost visitó tres veces el país a lo largo de los paños

Como agustinos, vivimos el carisma que nos dejó nuestro padre San Agustín: la interioridad, la comunidad y el servicio a la Iglesia. Estos tres pilares se ven reflejados en nuestro nuevo pontífice, Robert Prevost, a lo largo de su trayectoria como religioso agustiniano. Su liderazgo en la Iglesia es un testimonio del legado de fe y servicio que la orden ha cultivado a lo largo de los siglos.
Un momento significativo en la historia de la orden fue la visita de Su Santidad León XIV a Argentina, cuando era Superior General de la Orden de San Agustín.
Durante su visita, inauguró el 28 de agosto de 2004 la Biblioteca Agustiniana en Buenos Aires.
Además, es importante recordar que León XIV también visitó la orden en otras ocasiones a lo largo de los años, fortaleciendo los lazos entre la orden y la comunidad local. También se recuerda que el 8 de mayo de 1887, León XIII coronó a la Virgen de Luján, y el mismo día, siglos después, Monseñor Robert Prevost fue elegido Papa.
La historia de la Orden de San Agustín en Argentina es un relato de compromiso, dedicación y amor al prójimo. Su legado perdura en el desarrollo espiritual y educativo del país, y con la nueva era que se abre con el pontífice León XIV, se espera que continúe impactando positivamente en las vidas de muchos.
La orden sigue siendo un faro de esperanza y guía en la misión de servir a la Iglesia y a la sociedad, reafirmando su relevancia en el mundo contemporáneo, a través de sus cinco colegios y parroquias.
La historia de la Orden de San Agustín en Argentina se remonta al siglo XVII, específicamente entre 1617 y 1626, cuando agustinianos provenientes de Chile comenzaron a evangelizar en la región de Cuyo. Aunque las primeras casas de la orden no se formalizaron hasta 1642 en San Juan y 1657 en Mendoza, su influencia fue significativa desde sus inicios. Durante el siglo XVII, dos agustinos ocuparon la sede episcopal de Córdoba del Tucumán: Fr. Melchor de Maldonado y Saavedra, y Fr. Nicolás Hurtado de Ulloa, ambos oriundos del Alto Perú.
El siglo XVIII fue testigo del auge de la presencia agustiniana, caracterizada por una vida apostólica activa. En 1746, se estableció el convento de San Juan como Casa de Estudios y Noviciado, donde profesaron 54 religiosos hasta inicios del siglo XIX. Sin embargo, la Ley de Reforma de los Regulares de 1823 trajo consigo un proceso de secularización que afectó profundamente a la orden, resultando en la reducción drástica de comunidades.
La orden experimentó un retorno en 1900, con el establecimiento de una nueva comunidad en Buenos Aires. El 2 de abril, Mons. Luis Duprat autorizó la llegada de cuatro religiosos, y en 1901 se inauguró la primera residencia, Santo Tomás de Villanueva, un colegio de enseñanza primaria. Desde entonces, la orden ha crecido, fundando centros educativos y parroquias en diversas provincias, incluyendo Entre Ríos, Santa Fe y Mendoza.
Hoy en día, el Vicariato San Alonso de Orozco, que abarca Argentina, cuenta con cinco comunidades activas. Los religiosos se dedican a la misión parroquial y a la educación, operando en varias parroquias y centros educativos. Este enfoque en la formación continua y el servicio comunitario refleja los valores fundamentales de la espiritualidad agustiniana, innovando en su manera de enseñar y aprender, sin olvidar sus raíces.
El autor es director de la Biblioteca Agustiniana de Buenos Aires