"¡Los pájaros no existen y la CIA lo oculta!": el 'antipajarismo' aterriza en Madrid... y parodia a los conspiranoicos
Este movimiento asegura que las aves son robots que el gobierno ha enviado para vigilarlos, en línea con otras teorías rocambolescas como el terraplanismo o los chemtrails. Acaban de celebrar su primera manifestación en Madrid, aunque no como se esperaba: "Estamos aquí por la sátira", confiesan Tratado sobre la teoría de la conspiración Los pájaros trinan desde el cielo de Colón. Esta plaza al norte de Madrid comienza la tarde del sábado tranquila y soleada, con algunos paseantes, viajeros curiosos o gente que descansa sobre sus bancos. Pero el sosiego se acabó pronto. “¡Las aves no existen, son drones del Gobierno para vigilarnos a todos!”, comienza a gritar un grupo de chavales que, a cada minuto, se hace un poco más grande. Son los antipajaristas, un movimiento que ha ido ganando fuerza en redes (hoy tienen casi 74.000 seguidores en Instagram) y llevaba meses promocionando una manifestación en la capital española este 17 de mayo. Acompañaría a otras protestas simultáneas en Latinoamérica, en ciudades como Santiago de Chile, Buenos Aires o Ciudad de México. En Madrid, unos cincuenta jóvenes –pocos presentes alcanzaban la treintena– llegaron a la plaza cargados de pancartas, camisetas con eslóganes provocadores o máscaras y disfraces que imitaban a las palomas. Puede parecer surrealista. Y, de hecho, lo es en este caso: “Es nuestra forma de demostrar lo fácil que es crear una teoría de la conspiración”. La frase es de uno de los asistentes, un joven de 18 de años al que acompañan otros tres amigos de la misma edad y un cuarto que ya cumplió los 20. Uno de ellos se llama Antonio; el resto, prefiere ocultar su nombre ante posibles represalias o estigmas. “Estamos aquí por la sátira, nada más”, revela uno de ellos, que apunta al antipajarismo como crítica a movimientos conspiranoicos reales a pie de calle como son el terraplanismo o los chemtrails, según el cual el humo que desprenden los aviones es una táctica oculta para fumigar a las personas. Sin embargo, los defensores de que los pájaros fueron sustituidos por robots que nos vigilan día y noche a instancias del gobierno insisten en sus redes en la veracidad de la corriente. Aunque, al menos en Madrid, el tono de la protesta lo pone en duda. Frases como “pajas sí, pájaros no”; “te pintaron pajaritos en el aire y creíste a Pedro Sánchez”; “Teruel existe, los pájaros no”; “antipajaristas 'palobueno' y 'palomalo”; o “menos drones y más condones” son los eslóganes más exhibidos en la protesta, en un claro tono jocoso y haciendo uso de humor o frases conocidas pero alteradas. Los propios participantes trataban de contener la risa durante la lectura del manifiesto, en el que un hombre vestido con una máscara de paloma lanzaba preguntas al público como esta para reivindicar cuánto ha cedido el movimiento: “Ahora, cada vez que alguien ve un pájaro posarse sobre un cable de alta tensión y se pregunta, ¿por qué no muere electrocutado? Ahí nace una nueva duda, y nace un aliado. ¡Los ornitólogos están cagados!”. Dos asistentes a la manifestación antipajarista en la plaza de Colón, Madrid Un movimiento satírico del que los antipajaristas “se desvinculan” Pero, ¿de dónde surge esta extraña corriente que ahora aterriza en Madrid? En 2017, un joven estadounidense llamado Peter McIndoe impulsó por primera vez esta descabellada teoría y creó todo un movimiento a su alrededor que, años después, se reveló como una parodia contra la desinformación. El propio McIndoe se hizo famoso al viralizarse su imagen sujetando una pancarta, en la que podía leerse Birds Aren't Real (“los pájaros no son reales”). Ocurrió hace ocho años en Memphis, Estados Unidos, cuando los partidarios de Donald Trump –que estrenaba su primer mandato– salieron a protestar cuando tenía lugar una manifestación feminista. Cinco años más tarde, en una entrevista televisiva, McIndoe aseguró que había estado interpretando un papel como líder de un “movimiento falso”, en un

Este movimiento asegura que las aves son robots que el gobierno ha enviado para vigilarlos, en línea con otras teorías rocambolescas como el terraplanismo o los chemtrails. Acaban de celebrar su primera manifestación en Madrid, aunque no como se esperaba: "Estamos aquí por la sátira", confiesan
Tratado sobre la teoría de la conspiración
Los pájaros trinan desde el cielo de Colón. Esta plaza al norte de Madrid comienza la tarde del sábado tranquila y soleada, con algunos paseantes, viajeros curiosos o gente que descansa sobre sus bancos. Pero el sosiego se acabó pronto. “¡Las aves no existen, son drones del Gobierno para vigilarnos a todos!”, comienza a gritar un grupo de chavales que, a cada minuto, se hace un poco más grande. Son los antipajaristas, un movimiento que ha ido ganando fuerza en redes (hoy tienen casi 74.000 seguidores en Instagram) y llevaba meses promocionando una manifestación en la capital española este 17 de mayo. Acompañaría a otras protestas simultáneas en Latinoamérica, en ciudades como Santiago de Chile, Buenos Aires o Ciudad de México. En Madrid, unos cincuenta jóvenes –pocos presentes alcanzaban la treintena– llegaron a la plaza cargados de pancartas, camisetas con eslóganes provocadores o máscaras y disfraces que imitaban a las palomas. Puede parecer surrealista. Y, de hecho, lo es en este caso: “Es nuestra forma de demostrar lo fácil que es crear una teoría de la conspiración”.
La frase es de uno de los asistentes, un joven de 18 de años al que acompañan otros tres amigos de la misma edad y un cuarto que ya cumplió los 20. Uno de ellos se llama Antonio; el resto, prefiere ocultar su nombre ante posibles represalias o estigmas. “Estamos aquí por la sátira, nada más”, revela uno de ellos, que apunta al antipajarismo como crítica a movimientos conspiranoicos reales a pie de calle como son el terraplanismo o los chemtrails, según el cual el humo que desprenden los aviones es una táctica oculta para fumigar a las personas. Sin embargo, los defensores de que los pájaros fueron sustituidos por robots que nos vigilan día y noche a instancias del gobierno insisten en sus redes en la veracidad de la corriente.
Aunque, al menos en Madrid, el tono de la protesta lo pone en duda. Frases como “pajas sí, pájaros no”; “te pintaron pajaritos en el aire y creíste a Pedro Sánchez”; “Teruel existe, los pájaros no”; “antipajaristas 'palobueno' y 'palomalo”; o “menos drones y más condones” son los eslóganes más exhibidos en la protesta, en un claro tono jocoso y haciendo uso de humor o frases conocidas pero alteradas. Los propios participantes trataban de contener la risa durante la lectura del manifiesto, en el que un hombre vestido con una máscara de paloma lanzaba preguntas al público como esta para reivindicar cuánto ha cedido el movimiento: “Ahora, cada vez que alguien ve un pájaro posarse sobre un cable de alta tensión y se pregunta, ¿por qué no muere electrocutado? Ahí nace una nueva duda, y nace un aliado. ¡Los ornitólogos están cagados!”.
Un movimiento satírico del que los antipajaristas “se desvinculan”
Pero, ¿de dónde surge esta extraña corriente que ahora aterriza en Madrid? En 2017, un joven estadounidense llamado Peter McIndoe impulsó por primera vez esta descabellada teoría y creó todo un movimiento a su alrededor que, años después, se reveló como una parodia contra la desinformación. El propio McIndoe se hizo famoso al viralizarse su imagen sujetando una pancarta, en la que podía leerse Birds Aren't Real (“los pájaros no son reales”). Ocurrió hace ocho años en Memphis, Estados Unidos, cuando los partidarios de Donald Trump –que estrenaba su primer mandato– salieron a protestar cuando tenía lugar una manifestación feminista. Cinco años más tarde, en una entrevista televisiva, McIndoe aseguró que había estado interpretando un papel como líder de un “movimiento falso”, en una especie de experimento social sobre la desinformación.
“Queríamos convencer al público de que nuestro movimiento satírico era real y ver si los medios de comunicación creían lo que decíamos”, desveló el chaval que originó esta tendencia. Hace un año, en 2024, se celebró la primera convocatoria contra los pájaros. Aquella vez, la de España se afincó en Barcelona. Tanto entonces como ahora, sus impulsores difundieron varios comunicados en redes pidiendo a los asistentes que no agredieran a los “drones”; es decir, los pájaros, pues llegó a sus oídos que algunos habían asistido con tirachinas a la cita. Los convocantes del antipajarismo se han desvinculado siempre del movimiento estadounidense que encabezó McIndoe. Un joven malagueño que asiste desde primera hora a la plaza de Colón responde, en declaraciones a Somos Madrid, que su líder “cedió a las presiones del Gobierno” y que, en realidad, nunca quiso tirar por tierra la teoría.
Sin embargo, las risas contenidas sonaban a su alrededor y los delataban. Algún que otro asistente oye la conversación y llega luego para asumir la trampa. “Que finjan que es en serio puede generar confusión, e incluso tal vez haya alguien que se uniera a nosotros creyendo realmente que los pájaros son drones del Gobierno. Pero pienso que es eso precisamente [no desvelar si los antipajaristas van o no en serio] lo que ayuda a mostrar hasta qué punto hay gente que no necesita pruebas reales para creer o difundir una conspiración”, incide otro joven que tampoco alcanza la veintena. A raíz de esas declaraciones comienza un debate con sus amigos, que le acompañan a la protesta.
Uno de ellos insinúa que a los jóvenes, al tener menos experiencia en la vida, es más fácil “colarles discursos como este”. Algo en lo que discrepan sus acompañantes. “Mi padre aún cree que el hombre no llegó a la Luna y todo es una trampa de Estados Unidos”, añade otro oyente de la conversación. Mientras discuten, la escena en el entorno se torna surrealista. Dos personas han llegado a la protesta disfrazadas de caballos, con carteles que desmienten la inexistencia de los pájaros pero que, por el contrario, defiende que lo realmente falso son los equinos. “¡Hemos venido a contraprogramarlos! Nosotros tenemos pruebas, ellos no”, afirman antes de enzarzarse con los antipajaristas para demostrar qué conspiración pesa más. Los argumentos se suceden, las miradas curiosas y también las risas. “Esperemos que vuelvan el año que viene”, desea una viandante que se acercó a la plaza atraida por la muchedumbre.