Para un sistema táctico tan arriesgado,
Hansi Flick necesitaba jugadores que creyeran en su idea y que contagiaran la fe al resto del equipo. Y nadie encarna mejor que
Iñigo Martínez esa prolongación del entrenador en el césped. El central vasco ha sido el líder defensivo, el encargado de tirar la línea más arriba para cazar en fuera de juego a los rivales, el hombre que debía llamar la atención si alguno se despistaba, el mejor corrector cuando fue necesarios, el primer lanzador con su buena zurda... A sus 33 años, con carisma e impacto en los más jóvenes, ha sido un capitán sin brazalete en su segundo año en el club tras un primer curso marcado por las lesiones. Tenía hambre de títulos.
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