La ecuación es muy sencilla de digerir: pago tantos impuestos que me voy a Andorra porque allí no me expolian y vivo igual de bien, o mejor, que en España. La respuesta a este planteamiento tan básico es mucho más compleja y difícil de asimilar: la gestión del gasto público de un país con 48 millones de habitantes, la organización del Estado, el sistema de recaudación de tributos... Si a ambas variables les sumas una simple mecha, el cóctel explosivo está servido: ¿cómo es posible que Hacienda se pueda quedar con la mitad de los 50 euros que le han subido el salario mínimo a un trabajador? El del sueldo mínimo es solo una muestra del desapego tributario que se...
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