Las decisiones que hundieron a Estados Unidos en Vietnam pese a su poder militar

Fracaso y retirada - La estrategia de desgaste impulsada por Westmoreland partía de una lógica de cifras, pero ignoraba la enorme capacidad de Vietnam del Norte para regenerar su ejército año tras año¿Qué hacían 50 militares españoles en la guerra de Vietnam? Así fue la misión humanitaria que Franco ocultó La doctrina del dominó no empezó en Vietnam, pero allí acabó por hundirse. Fue durante los años 50 cuando la Casa Blanca popularizó esta teoría que convertía la Guerra Fría en una sucesión de piezas inestables: si un país caía en manos del comunismo, lo harían también sus vecinos, uno tras otro. Este principio sirvió para justificar la intervención estadounidense en distintas partes del mundo, siempre con la idea de contener el avance soviético y chino. En Asia, esa lógica se topó con la jungla, los túneles, los arrozales y una gran resistencia. Washington nunca logró controlar la partida, ni siquiera cuando volcó más de medio millón de soldados y miles de millones de dólares en el tablero. Aviones, portaaviones, bombarderos estratégicos, divisiones mecanizadas, submarinos nucleares… todo formaba parte de una maquinaria diseñada para aplastar a cualquier enemigo sin necesidad de prolongar un conflicto. Pero con los vietnamitas no fue posible. El miedo a China limitó cualquier ofensiva que pudiera parecer definitiva En 1966, los informes del Pentágono ya advertían que cualquier intento de invadir el norte acabaría provocando la entrada de 35 divisiones chinas. Estados Unidos apenas contaba entonces con seis divisiones en Vietnam, y tenía muy pocas en la reserva. Todo plan ofensivo a gran escala estaba condicionado por ese riesgo, y eso marcó la estrategia desde el principio. Entre 1965 y 1969, el general William Westmoreland promovió una táctica conocida como search and destroy, basada en incursiones que buscaban desgastar al enemigo con un elevado número de bajas. Las autoridades militares pensaban que, con suficientes muertos, llegaría el momento en que los comunistas no pudieran reponer sus tropas. Solo una fracción del enorme contingente desplegado por Estados Unidos participaba directamente en el combate; Pero esa lógica ignoraba una realidad básica. En palabras del historiador Geoffrey Wawro: “Vietnam del Norte tenía un ejército de 480.000 soldados, 2 millones de hombres en edad militar y 120.000 nuevos reclutas disponibles cada año”. Además, los caminos para mover a esos hombres seguían abiertos. La famosa ruta Ho Chi Minh, con miles de kilómetros de sendas, ríos y pistas a través de Laos y Camboya, nunca dejó de operar. El intento de cortar ese suministro con operaciones en los países vecinos resultó inútil. La ofensiva de Nixon en Camboya en 1970, y la aún más limitada incursión del ejército de Vietnam del Sur en Laos al año siguiente, no lograron frenar el paso de suministros. Según los cálculos del momento, en 1971 seguían llegando unas 10.000 toneladas semanales por esa red. El esfuerzo militar era descomunal pero la mayoría de soldados no combatía Con el grueso de los soldados estadounidenses persiguiendo guerrilleros en zonas selváticas mal delimitadas, buena parte de las aldeas rurales quedaron sin defensa. En ellas, el Viet Cong fue consolidando su presencia y obteniendo nuevos apoyos. En los 70, nueve de cada diez operaciones del ejército estadounidense no llegaban a encontrar al enemigo. El ejército de Vietnam del Sur, mucho más numeroso sobre el papel, tenía un porcentaje de contacto aún menor.

May 17, 2025 - 17:22
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Las decisiones que hundieron a Estados Unidos en Vietnam pese a su poder militar

Las decisiones que hundieron a Estados Unidos en Vietnam pese a su poder militar

Fracaso y retirada - La estrategia de desgaste impulsada por Westmoreland partía de una lógica de cifras, pero ignoraba la enorme capacidad de Vietnam del Norte para regenerar su ejército año tras año

¿Qué hacían 50 militares españoles en la guerra de Vietnam? Así fue la misión humanitaria que Franco ocultó

La doctrina del dominó no empezó en Vietnam, pero allí acabó por hundirse. Fue durante los años 50 cuando la Casa Blanca popularizó esta teoría que convertía la Guerra Fría en una sucesión de piezas inestables: si un país caía en manos del comunismo, lo harían también sus vecinos, uno tras otro.

Este principio sirvió para justificar la intervención estadounidense en distintas partes del mundo, siempre con la idea de contener el avance soviético y chino. En Asia, esa lógica se topó con la jungla, los túneles, los arrozales y una gran resistencia.

Washington nunca logró controlar la partida, ni siquiera cuando volcó más de medio millón de soldados y miles de millones de dólares en el tablero. Aviones, portaaviones, bombarderos estratégicos, divisiones mecanizadas, submarinos nucleares… todo formaba parte de una maquinaria diseñada para aplastar a cualquier enemigo sin necesidad de prolongar un conflicto. Pero con los vietnamitas no fue posible.

El miedo a China limitó cualquier ofensiva que pudiera parecer definitiva

En 1966, los informes del Pentágono ya advertían que cualquier intento de invadir el norte acabaría provocando la entrada de 35 divisiones chinas. Estados Unidos apenas contaba entonces con seis divisiones en Vietnam, y tenía muy pocas en la reserva. Todo plan ofensivo a gran escala estaba condicionado por ese riesgo, y eso marcó la estrategia desde el principio.

Entre 1965 y 1969, el general William Westmoreland promovió una táctica conocida como search and destroy, basada en incursiones que buscaban desgastar al enemigo con un elevado número de bajas. Las autoridades militares pensaban que, con suficientes muertos, llegaría el momento en que los comunistas no pudieran reponer sus tropas.

Solo una fracción del enorme contingente desplegado por Estados Unidos participaba directamente en el combate;

Pero esa lógica ignoraba una realidad básica. En palabras del historiador Geoffrey Wawro: “Vietnam del Norte tenía un ejército de 480.000 soldados, 2 millones de hombres en edad militar y 120.000 nuevos reclutas disponibles cada año”.

Además, los caminos para mover a esos hombres seguían abiertos. La famosa ruta Ho Chi Minh, con miles de kilómetros de sendas, ríos y pistas a través de Laos y Camboya, nunca dejó de operar. El intento de cortar ese suministro con operaciones en los países vecinos resultó inútil.

La ofensiva de Nixon en Camboya en 1970, y la aún más limitada incursión del ejército de Vietnam del Sur en Laos al año siguiente, no lograron frenar el paso de suministros. Según los cálculos del momento, en 1971 seguían llegando unas 10.000 toneladas semanales por esa red.

El esfuerzo militar era descomunal pero la mayoría de soldados no combatía

Con el grueso de los soldados estadounidenses persiguiendo guerrilleros en zonas selváticas mal delimitadas, buena parte de las aldeas rurales quedaron sin defensa. En ellas, el Viet Cong fue consolidando su presencia y obteniendo nuevos apoyos.

En los 70, nueve de cada diez operaciones del ejército estadounidense no llegaban a encontrar al enemigo. El ejército de Vietnam del Sur, mucho más numeroso sobre el papel, tenía un porcentaje de contacto aún menor.

Desde el inicio, la amenaza de una intervención china condicionó cada plan militar

En 1969, solo unos 60.000 de los más de 500.000 soldados estadounidenses eran tropas de combate. El resto se encargaba de tareas logísticas y administrativas. Como recuerda Wawro: “El ejército estadounidense dependía tanto del fuego y la mecanización que la mayoría del personal no combatía en el terreno”.

La factura económica se disparó sin que mejoraran los resultados militares

La frustración iba creciendo en paralelo al gasto. En 1965, el déficit federal era de 1.000 millones de dólares. Tres años más tarde, había superado los 25.000 millones. A la vez, la inflación se duplicó entre 1965 y 1970, empujada por el aumento simultáneo del gasto militar y social. El propio presidente Lyndon B. Johnson reconocía su dilema con una expresión muy clara: “Esa maldita guerra”.

Kennedy advirtió el peligro antes que nadie, pero la maquinaria ya estaba en marcha

La intervención nunca fue total. Siempre existió el temor a que China repitiera lo de Corea. En esa guerra, el avance estadounidense había sido detenido de golpe en 1950, cuando Pekín envió 300.000 soldados. Aquella experiencia marcó las decisiones de Eisenhower, Kennedy y Johnson.

En 1954, cuando el primero valoraba implicarse en la guerra que acababan de perder los franceses, el entonces senador Kennedy advirtió algo que se mantendría vigente durante todo el conflicto: “Ninguna cantidad de ayuda militar puede derrotar a un enemigo que está en todas partes y en ninguna, un enemigo del pueblo que cuenta con el apoyo y la simpatía de la población”.

La retirada fue un proceso lento en el que ya nadie creía en la victoria

Los líderes del norte, en cambio, estaban decididos a resistir. En la segunda mitad de los años 60, Le Duan desplazó a Ho Chi Minh de la primera línea política y asumió el control total de la guerra. La consigna era clara: habría más soldados, más ataques y ninguna retirada. Para Estados Unidos, que debía atender otros compromisos globales y cuya capacidad de despliegue era limitada, esa fue la mayor dificultad.

La derrota no llegó de un día para otro. Se fue fraguando en los despachos, los campos de batalla y las protestas masivas. En 1971, Nixon reconocía ante su asesor Henry Kissinger que la guerra no se podía ganar. Lo que quedaba entonces era buscar una salida en los mejores términos posibles. Lo llamó “paz con honor”.

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