Los ciclos ganadores recientes del
Barça han estado liderados por un crack mundial, acompañado de una buena base de canteranos hechos en la Masia, el mejor centro formativo de fútbol del mundo, y un gran entrenador.
Messi tuvo a
Iniesta, Xavi, Busquets, Puyol y Valdés, y
Guardiola en el banquillo. Y ahora le ha sucedido a
Lamine, dos ligas y una Eurocopa con solo 17 años, tira del carro, empujan los
Cubarsí,
Balde,
Olmo,
Eric Garcia,
Casadó,
Gavi,
Fermín, o
Pedri y dirige con maestría
Hansi Flick. Esta generación no ha salido por azar sino que es el resultado del buen trabajo de captación y formación realizado por
Jordi Roura y
Aureli Altimira en los últimos 10 años, en mandatos anteriores. Hay que invertir más en la Masia y menos en
Vitor Roques. En sus dos etapas como presidente,
Laporta ha recibido una gran herencia deportiva. En la primera se encontró al mejor jugador de la historia y ahora, nuevamente, parece haber recibido al futuro Balón de Oro. El presiente, que ha acertado eligiendo a
Flick y potenciado la preparación física, debería reconocerlo con la misma elegancia que ha tenido
Deco para agradecer la contribución de
Jordi Cruyff, Mateu Alemany y
Xavi Hernández. Es imposible no identificarse con los valores que transmiten estos chavales, que parecen una panda de amiguetes sencillos y terrenales, dispuestos a cumplir una misión, divirtiéndose y sintiéndose orgullosos de defender este escudo con un comportamiento ejemplar, alejados de los lujos y la altanería del prototipo de futbolista moderno. Celebremos mucho este triplete nacional que ojalá sea el inicio de un ciclo ganador.
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