La madrecita de todas las batallas
Durante años, la política argentina ha repetido un mantra como si fuera un dogma: "la madre de todas las batallas está en la Provincia de Buenos Aires". Y no sin razón. Con más del 37% del padrón nacional, la provincia es efectivamente un gigante electoral que puede definir presidencias. Este rasgo se ha acentuado con la reforma constitucional de 1994 que eliminó el colegio electoral, dando más relevancia y peso al padrón de electores. Pero en esta obsesión por lo cuantitativo, solemos pasar por alto un fenómeno no menor: la elección en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA).Opinión ¿Es pasajera la turbulencia en el relato libertario? Facundo Nejamkis En términos estrictamente numéricos, la CABA representa apenas el 7,6% del electorado nacional. Pero su peso político, simbólico y estratégico trasciende largamente ese porcentaje. Es el distrito donde se forjan agendas, donde se instala el discurso público, donde la política se exhibe. Y también donde nacen -o mueren- los liderazgos nacionales. Desde la consolidación del PRO en 2007, la Ciudad se convirtió en su bastión, su laboratorio, su vidriera, construyendo una hegemonía de 18 años consecutivos de victorias. Pero hoy, ese mapa se encuentra en redefinición. En términos estructurales, la Ciudad no vive una elección de tercios, sino de cuartos. Cuatro grandes zonas políticas comparten el tablero: Un cuarto está ocupado por el PRO oficialista, que mantiene el control de la gestión y todavía conserva capital electoral, aunque con menos holgura que en años anteriores.Otro cuarto corresponde a La Libertad Avanza (LLA), que irrumpe con fuerza en sectores jóvenes, medios-altos y despolitizados, con un discurso disruptivo y desintermediado. Tiene una base propia de votantes desde 2021 pero agrega una base de votantes de Juntos por el Cambio.El tercer cuarto lo representa el peronismo con la candidatura de Leandro Santoro, que si bien no compite por la Jefatura de Gobierno en igualdad de condiciones, conserva una base histórica de votantes por encima del 20%.Y un cuarto más está en disputa entre la izquierda, el larretismo residual -que busca su lugar tras el eclipse de Horacio Rodríguez Larreta- y Evolución de Martín Lousteau y Lula Levy. De cada uno de estos cuartos, además está por verse cuanto pueden 'pellizcar' opciones menores que son de las mismas familias ideológicas y/o políticas. Cuanto Ramiro Marra le restará a Manuel Adorni, cuanto Juan Manuel Abal Medina a Santoro, o Lula a Jorge Macri son incógnitas por develar que aumentan la incertidumbre sobre el resultado final. Opinión Milei y la batalla cultural: ¿una estrategia de riesgo? Facundo NejamkisEn este contexto, hay tres condiciones que hacen de esta elección una batalla particularmente atractiva: Primero, la pelea simbólica entre los hermanos Javier y Karina Milei y los primos Mauricio y Jorge Macri, dos núcleos familiares que condensan no sólo rivalidades políticas, sino dos formas antagónicas de pensar el liderazgo, el Estado y la estrategia de poder. Lo que se juega es quién se queda con la bandera del 'antiperonismo' y del centro hacia la derecha.Segundo, porque esta pelea tiene una consecuencia directa: la Ciudad suele definir los liderazgos del mundo no peronista. Fue así con Macri, lo intentó Larreta, y también fue el punto de partida para la construcción de Fernando de la Rúa en los '90. Incluso Patricia Bullrich buscó en la Ciudad su plataforma nacional. Ganar la CABA implica algo más que gobernarla: es construir y consolidar una legitimidad de origen.Tercero, porque la fragmentación en cuartos habilita un escenario inédito: que el peronismo vuelva a ganar una elección en la Ciudad por primera vez desde 1993, cuando Erman González se impuso como diputado. No se trata sólo de un objetivo electoral, sino de una oportunidad histórica: aprovechar la dispersión del campo opositor para recuperar presencia en un distrito donde hace décadas el PJ es más resistencia que alternativa. Opinión A un año del cisne negro de la política argentina Facundo NejamkisAdemás, lo que ocurra en mayo en la Ciudad tendrá una relevancia directa sobre la elección de octubre. Será un test temprano que puede definir el tono de la relación entre LLA y el PRO. Y otro punto no menor: una buena elección del peronismo en la Ciudad puede impactar en el clima político del conurbano, revitalizar la tropa en la provincia de Buenos Aires y alterar el equilibrio general actual. Así, mientras la Provincia impone volumen, la Ciudad impone narrativa. En un país donde el poder se construye tanto con votos como con discurso, la elección porteña sigue siendo un ancla clave para cualquier fuerza política. Y por eso, aunque la madre de todas las batallas siga estando del otro lado de la General Paz, conviene no subestimar a la madrecita.

Durante años, la política argentina ha repetido un mantra como si fuera un dogma: "la madre de todas las batallas está en la Provincia de Buenos Aires". Y no sin razón. Con más del 37% del padrón nacional, la provincia es efectivamente un gigante electoral que puede definir presidencias. Este rasgo se ha acentuado con la reforma constitucional de 1994 que eliminó el colegio electoral, dando más relevancia y peso al padrón de electores.
Pero en esta obsesión por lo cuantitativo, solemos pasar por alto un fenómeno no menor: la elección en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA).
En términos estrictamente numéricos, la CABA representa apenas el 7,6% del electorado nacional. Pero su peso político, simbólico y estratégico trasciende largamente ese porcentaje. Es el distrito donde se forjan agendas, donde se instala el discurso público, donde la política se exhibe. Y también donde nacen -o mueren- los liderazgos nacionales.
Desde la consolidación del PRO en 2007, la Ciudad se convirtió en su bastión, su laboratorio, su vidriera, construyendo una hegemonía de 18 años consecutivos de victorias. Pero hoy, ese mapa se encuentra en redefinición. En términos estructurales, la Ciudad no vive una elección de tercios, sino de cuartos. Cuatro grandes zonas políticas comparten el tablero:
- Un cuarto está ocupado por el PRO oficialista, que mantiene el control de la gestión y todavía conserva capital electoral, aunque con menos holgura que en años anteriores.
- Otro cuarto corresponde a La Libertad Avanza (LLA), que irrumpe con fuerza en sectores jóvenes, medios-altos y despolitizados, con un discurso disruptivo y desintermediado. Tiene una base propia de votantes desde 2021 pero agrega una base de votantes de Juntos por el Cambio.
- El tercer cuarto lo representa el peronismo con la candidatura de Leandro Santoro, que si bien no compite por la Jefatura de Gobierno en igualdad de condiciones, conserva una base histórica de votantes por encima del 20%.
- Y un cuarto más está en disputa entre la izquierda, el larretismo residual -que busca su lugar tras el eclipse de Horacio Rodríguez Larreta- y Evolución de Martín Lousteau y Lula Levy.
De cada uno de estos cuartos, además está por verse cuanto pueden 'pellizcar' opciones menores que son de las mismas familias ideológicas y/o políticas. Cuanto Ramiro Marra le restará a Manuel Adorni, cuanto Juan Manuel Abal Medina a Santoro, o Lula a Jorge Macri son incógnitas por develar que aumentan la incertidumbre sobre el resultado final.
En este contexto, hay tres condiciones que hacen de esta elección una batalla particularmente atractiva:
- Primero, la pelea simbólica entre los hermanos Javier y Karina Milei y los primos Mauricio y Jorge Macri, dos núcleos familiares que condensan no sólo rivalidades políticas, sino dos formas antagónicas de pensar el liderazgo, el Estado y la estrategia de poder. Lo que se juega es quién se queda con la bandera del 'antiperonismo' y del centro hacia la derecha.
- Segundo, porque esta pelea tiene una consecuencia directa: la Ciudad suele definir los liderazgos del mundo no peronista. Fue así con Macri, lo intentó Larreta, y también fue el punto de partida para la construcción de Fernando de la Rúa en los '90. Incluso Patricia Bullrich buscó en la Ciudad su plataforma nacional. Ganar la CABA implica algo más que gobernarla: es construir y consolidar una legitimidad de origen.
- Tercero, porque la fragmentación en cuartos habilita un escenario inédito: que el peronismo vuelva a ganar una elección en la Ciudad por primera vez desde 1993, cuando Erman González se impuso como diputado. No se trata sólo de un objetivo electoral, sino de una oportunidad histórica: aprovechar la dispersión del campo opositor para recuperar presencia en un distrito donde hace décadas el PJ es más resistencia que alternativa.
Además, lo que ocurra en mayo en la Ciudad tendrá una relevancia directa sobre la elección de octubre. Será un test temprano que puede definir el tono de la relación entre LLA y el PRO. Y otro punto no menor: una buena elección del peronismo en la Ciudad puede impactar en el clima político del conurbano, revitalizar la tropa en la provincia de Buenos Aires y alterar el equilibrio general actual.
Así, mientras la Provincia impone volumen, la Ciudad impone narrativa. En un país donde el poder se construye tanto con votos como con discurso, la elección porteña sigue siendo un ancla clave para cualquier fuerza política. Y por eso, aunque la madre de todas las batallas siga estando del otro lado de la General Paz, conviene no subestimar a la madrecita.