La devoción por el Cachorro y la Esperanza es a prueba de kilómetros... y de agua

Nadie recuerda un día en el que se haya hablado tanto castellano en Roma como este sábado. Y ya no castellano, sino andaluz. Las masas de cofrades principalmente malagueños y sevillanos que arroparon a la procesión del Jubileo de las Cofradías habían ido desembarcando en la capital italiana desde mediados de semana. Hicieron suyos barrios como el Trastevere en noches de vísperas e ilusión, y en las primeras horas del 17 de mayo ya inundaban todos los rincones de Roma . En la espectacular iglesia de Gesù podían verse a eso de las once y media de la mañana banderas y medallas del Cachorro. A la hora del regina coeli salían del templo apresurados: «Hay que ir a ponerse el traje, ya vamos tarde». Llegada la hora de salir, el entorno del Coliseo era uno de los puntos fuertes de la procesión, de los más esperados y también de los primeros. De hecho, el aforamiento de la primera calle del recorrido, la vía Claudia, hizo que el público no pudiera acceder a la misma, por lo que un buen número de personas se agolpó alrededor del gigante romano. Los aplausos cuando llegó la cruz de guía del Cachorro daban buena cuenta de la expectación generada. Hubo vivas al Cristo de la Expiración, más vivas aún a la Virgen de la Esperanza, y un júbilo desbordado entre todos los andaluces que, unidos sin importar su procedencia, vivieron uno de los momentos que jamás olvidarán. Ana Rosa Quintana iba repartiendo estampitas entre besos y saludos a los cofrades llegados de todas partes que acudieron a ver la procesión. No era la única cara conocida, aunque tampoco hacía falta la presencia de personalidades para que los hermanos del Cachorro y la Esperanza de Málaga se sintieran como en casa, puesto que familias enteras y grupos de amigos ataviados con camisetas, medallas y banderas se habían movilizado hasta Roma. Aunque lo cierto es que los de las dos hermandades participantes no eran, ni mucho menos, los únicos peregrinos del Jubileo de las Cofradías que quisieron ser partícipes de tan singulares instantes. Cofrades llegados de distintos puntos de ambas provincias, de Huelva, de Córdoba, de Granada o de puntos tan dispares de la geografía española como Salamanca, Alicante o Ciudad Real esperaban impacientes a la llegada del Cachorro y la Esperanza. «Nuestra cofradía sale el Viernes Santo y es la primera vez que vamos a ver al Señor, y vaya primera vez», comentaban unos fieles de Antequera cuando el paso se aproximaba al Circo Máximo. A lo largo de dicha vía, además del palco de autoridades, se disponían con sus estandartes multitud de hermandades y confraternidades de todo el orbe católico, vistiendo además sus indumentarias características. Poco menos que maravillados y obnubilados se quedaron los integrantes de muchas de ellas al paso del Cachorro y la Esperanza, dejando estampas como los jóvenes de Gesù Bambino de Palermo haciédose fotos con el crucificado trianero o la de un sacerdote de Santiago de Compostela aplaudiendo efusivamente mientras sonaba la marcha 'Margot'. Un espectador casual italiano no pudo evitar contener la sorpresa cuando vio aparecer el colosal trono de la Virgen de la Esperanza mientras hablaba por teléfono en su idioma: «¡Es una cosa gigantesca!» . Otros locales se refirieron a la intensidad con que los andaluces vivieron la procesión como «un delirio». Porque también hubo mucho público improvisado, que caminaba como cualquier día por la ciudad o venía de hacer turismo y se encontró con la procesión. Una procesión que siempre estuvo acompañada pero no fue de agobios ni de excesivas multitudes, algo a lo que conytibuyó el amplio trazado de su monumental itinerario. Cayó la tarde y desaparecieron por fin los excesivos aforamientos porque el público decidió saltárselos y hacer suya la cofradía, lo que permitió acercarse a las andas de las tallas. Ni siquiera la lluvia que sorprendió a la procesión obligando a acelerar el paso en el regreso del acto central del Jubileo de las Cofradías impidió que los numerosos cofrades presentes en la capital italiana permanecieran al pie de las imágenes. Los aplausos se sucedían en la larguísima y presurosa chicotá del Cachorro mientras el cielo descargaba: «Está llorando Sevilla porque lo tenemos fuera». Todos iban, íbamos a una. Bien está lo que bien acaba, y esta jornada histórica dejará en cada peregrino, cuando lo asimile, una historia distinta que contar . Sirva de ejemplo como, antes del agua, hombres de trono que esperaban un relevo se hacían fotos con el Cachorro y sus hermanos al paso de las andas de la obra cumbre de Ruiz Gijón mientras el trono de la Esperanza se aproximaba en la lejanía acompañada de sus devotos, pero también de ceceantes y seseantes. Si todos los caminos llevan a Roma, en el Jubileo todos condujeron también a la fraternidad . Los peregrinos de Sevilla, Málaga y toda Andalucía y el mundo guardarán para siempre los frutos de un día irrepetible y que marca un antes y un después en la historia de las cofradías.

May 18, 2025 - 02:20
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La devoción por el Cachorro y la Esperanza es a prueba de kilómetros... y de agua
Nadie recuerda un día en el que se haya hablado tanto castellano en Roma como este sábado. Y ya no castellano, sino andaluz. Las masas de cofrades principalmente malagueños y sevillanos que arroparon a la procesión del Jubileo de las Cofradías habían ido desembarcando en la capital italiana desde mediados de semana. Hicieron suyos barrios como el Trastevere en noches de vísperas e ilusión, y en las primeras horas del 17 de mayo ya inundaban todos los rincones de Roma . En la espectacular iglesia de Gesù podían verse a eso de las once y media de la mañana banderas y medallas del Cachorro. A la hora del regina coeli salían del templo apresurados: «Hay que ir a ponerse el traje, ya vamos tarde». Llegada la hora de salir, el entorno del Coliseo era uno de los puntos fuertes de la procesión, de los más esperados y también de los primeros. De hecho, el aforamiento de la primera calle del recorrido, la vía Claudia, hizo que el público no pudiera acceder a la misma, por lo que un buen número de personas se agolpó alrededor del gigante romano. Los aplausos cuando llegó la cruz de guía del Cachorro daban buena cuenta de la expectación generada. Hubo vivas al Cristo de la Expiración, más vivas aún a la Virgen de la Esperanza, y un júbilo desbordado entre todos los andaluces que, unidos sin importar su procedencia, vivieron uno de los momentos que jamás olvidarán. Ana Rosa Quintana iba repartiendo estampitas entre besos y saludos a los cofrades llegados de todas partes que acudieron a ver la procesión. No era la única cara conocida, aunque tampoco hacía falta la presencia de personalidades para que los hermanos del Cachorro y la Esperanza de Málaga se sintieran como en casa, puesto que familias enteras y grupos de amigos ataviados con camisetas, medallas y banderas se habían movilizado hasta Roma. Aunque lo cierto es que los de las dos hermandades participantes no eran, ni mucho menos, los únicos peregrinos del Jubileo de las Cofradías que quisieron ser partícipes de tan singulares instantes. Cofrades llegados de distintos puntos de ambas provincias, de Huelva, de Córdoba, de Granada o de puntos tan dispares de la geografía española como Salamanca, Alicante o Ciudad Real esperaban impacientes a la llegada del Cachorro y la Esperanza. «Nuestra cofradía sale el Viernes Santo y es la primera vez que vamos a ver al Señor, y vaya primera vez», comentaban unos fieles de Antequera cuando el paso se aproximaba al Circo Máximo. A lo largo de dicha vía, además del palco de autoridades, se disponían con sus estandartes multitud de hermandades y confraternidades de todo el orbe católico, vistiendo además sus indumentarias características. Poco menos que maravillados y obnubilados se quedaron los integrantes de muchas de ellas al paso del Cachorro y la Esperanza, dejando estampas como los jóvenes de Gesù Bambino de Palermo haciédose fotos con el crucificado trianero o la de un sacerdote de Santiago de Compostela aplaudiendo efusivamente mientras sonaba la marcha 'Margot'. Un espectador casual italiano no pudo evitar contener la sorpresa cuando vio aparecer el colosal trono de la Virgen de la Esperanza mientras hablaba por teléfono en su idioma: «¡Es una cosa gigantesca!» . Otros locales se refirieron a la intensidad con que los andaluces vivieron la procesión como «un delirio». Porque también hubo mucho público improvisado, que caminaba como cualquier día por la ciudad o venía de hacer turismo y se encontró con la procesión. Una procesión que siempre estuvo acompañada pero no fue de agobios ni de excesivas multitudes, algo a lo que conytibuyó el amplio trazado de su monumental itinerario. Cayó la tarde y desaparecieron por fin los excesivos aforamientos porque el público decidió saltárselos y hacer suya la cofradía, lo que permitió acercarse a las andas de las tallas. Ni siquiera la lluvia que sorprendió a la procesión obligando a acelerar el paso en el regreso del acto central del Jubileo de las Cofradías impidió que los numerosos cofrades presentes en la capital italiana permanecieran al pie de las imágenes. Los aplausos se sucedían en la larguísima y presurosa chicotá del Cachorro mientras el cielo descargaba: «Está llorando Sevilla porque lo tenemos fuera». Todos iban, íbamos a una. Bien está lo que bien acaba, y esta jornada histórica dejará en cada peregrino, cuando lo asimile, una historia distinta que contar . Sirva de ejemplo como, antes del agua, hombres de trono que esperaban un relevo se hacían fotos con el Cachorro y sus hermanos al paso de las andas de la obra cumbre de Ruiz Gijón mientras el trono de la Esperanza se aproximaba en la lejanía acompañada de sus devotos, pero también de ceceantes y seseantes. Si todos los caminos llevan a Roma, en el Jubileo todos condujeron también a la fraternidad . Los peregrinos de Sevilla, Málaga y toda Andalucía y el mundo guardarán para siempre los frutos de un día irrepetible y que marca un antes y un después en la historia de las cofradías.