La accidentada vida del Hospital de San Juan de Dios (1835-2025)

Entre 1808 y 1813, al desplegarse las tropas napoleónicas en Toledo , el Alcázar y numerosos edificios dejaron aciagas secuelas. Los conventos se tornaron en cuarteles y los heridos franceses llenaron los hospitales de la Misericordia, San Juan Bautista, Santiago de los Caballeros y, en plena Judería, el de San Juan de Dios. Años después, el país vivió una guerra civil (1833-1840) motivada por la disputa del Trono entre carlistas e isabelinos. Estos últimos, para vencer, buscaron apoyos en los liberales, cuya ala más progresista llegaría a gobernar. Así, en 1835, Juan Álvarez Mendizábal, siendo ministro de Hacienda suprimió las órdenes monacales y con la venta de sus bienes expropiados minorar la deuda pública. De tal medida se salvaron las Comunidades masculinas dedicadas a la atención de enfermos, como era la de San Juan de Dios. Ésta, desde 1569, atendía en Toledo el Hospital del Corpus Christi en una casa inmediata a la Sinagoga del Tránsito, cedida por Leonor de Mendoza y de Guzmán, condesa de La Coruña. Aquel convento-hospital lo mejoró el cardenal Lorenzana en 1790, de cuya época perviven la estructura de su capilla y un patio con dos niveles de arcos de medio punto. Hoy, fruto de diversas ampliaciones, el inmueble ocupa una manzana que llega hasta la plaza de Barrio Nuevo. Según Sixto Ramón Parro, en 1835, los hermanos hospitalarios disponían de casi un centenar de camas. En 1837, en el curso de la I Guerra Carlista, la función sanitaria se adscribió al poder civil para hospitalizar a los soldados enfermos o las víctimas de los frentes. La Junta Municipal toledana, a pesar de sus magros recursos y la falta de las rentas recién desamortizadas, tuvo que sostener el «creado» Hospital Militar. En 1841, ante la numerosa tropa llegada a la ciudad, se habilitó el cercano y vacío exconvento de religiosas de Santa Ana. Para poder sostener la sanidad de la milicia fue preciso requerir a los ayuntamientos de la provincia que abonasen al de la capital los gastos por los cuidados de los «quintos» hospitalizados en Toledo. No faltaron las desavenencias entre la beneficencia municipal y la Hacienda Militar motivadas por las medidas prescritas para su diario funcionamiento. Por otra parte, en 1847, el Gobierno de la Provincia dispuso que se asistiesen en San Juan de Dios a los enfermos del «mal gálico», o sífilis, que se venían curando en el Hospital de Santiago y en la Casa de la Caridad, edificios cedidos al Ramo de Guerra para albergar el deseado Colegio General Militar. Tales tratamientos los satisfacía la Beneficencia Provincial a la Municipal pues, como añade Parro, los acogidos eran «indistintamente de toda la provincia y en cualquiera época del año». La misma situación se produjo cuando se decidió crear una sala destinada a los enfermos «de la cárcel provincial y de partido, por carecer ésta de enfermería, y contarse en San Juan de Dios con guardia para la custodia de aquéllos». Por fin, en 1862, se trasfirió a la Diputación, con una sección exclusivamente militar en el Hospital de la Misericordia, en la plaza de Padilla. En 1890, San Juan de Dios aún acogía un centenar de ancianos que después serían derivados al Asilo Provincial de San Pedro Mártir. En 1918 la Diputación inició un expediente para enajenar San Juan de Dios ya sin función alguna. Mientras cuajaba el acuerdo, se autorizaron usos pasajeros como fue, en 1920, alojar a los militares del primer curso de la creada Escuela Central de Gimnasia. Sin embargo, en 1921, la Guardia Civil no logró arrendarlo para cuartel, como ya citamos en otro artículo. Finalmente, el 11 de enero de 1924, se aprobó la venta mediante subasta al alza desde 74.000 pesetas. Con todo, un mes después, la nueva corporación, ahora presidida por Hilario González González , teniente coronel de Infantería, paralizó el proceso. Se convino adecuar San Juan de Dios para albergar la Casa Maternidad y los menores de diez años a cargo de la Beneficencia Provincial. Servicios que se prestaban antes en el destartalado asilo de San Pedro Mártir. El proyecto lo realizó el longevo arquitecto provincial Ezequiel Martín . El vestíbulo se decoró con azulejería de Sebastián Aguado y una cancela forjada por Julio Pascual. Los antepechos de la galería del patio fueron del ceramista Juan Ruiz de Luna. Se habilitaron tres departamentos. El de Parturientas alojaba la sala de partos y operaciones y un cuarto de «distinguidas» con dos plazas. El de Lactantes contaba con veinticuatro cunas y doce camas para las amas de pecho, más los roperos y un alegre mobiliario. La sección de Párvulos tenía dos salas para niños y niñas respectivamente, una «escuela con 36 mesitas», baños, patio, lavaderos, etc. El personal reunía cuatro hermanas de la Caridad, ocho amas de pecho, nueve enfermeras, un practicante y el director. El 27 de junio de 1926, Severiano Martínez Anido, ministro de la Gobernación, inauguró la flamante Casa de Maternidad. En los años cincuenta, los menores de diez años se reubicaron en un nuevo

May 18, 2025 - 11:16
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La accidentada vida del Hospital de San Juan de Dios (1835-2025)
Entre 1808 y 1813, al desplegarse las tropas napoleónicas en Toledo , el Alcázar y numerosos edificios dejaron aciagas secuelas. Los conventos se tornaron en cuarteles y los heridos franceses llenaron los hospitales de la Misericordia, San Juan Bautista, Santiago de los Caballeros y, en plena Judería, el de San Juan de Dios. Años después, el país vivió una guerra civil (1833-1840) motivada por la disputa del Trono entre carlistas e isabelinos. Estos últimos, para vencer, buscaron apoyos en los liberales, cuya ala más progresista llegaría a gobernar. Así, en 1835, Juan Álvarez Mendizábal, siendo ministro de Hacienda suprimió las órdenes monacales y con la venta de sus bienes expropiados minorar la deuda pública. De tal medida se salvaron las Comunidades masculinas dedicadas a la atención de enfermos, como era la de San Juan de Dios. Ésta, desde 1569, atendía en Toledo el Hospital del Corpus Christi en una casa inmediata a la Sinagoga del Tránsito, cedida por Leonor de Mendoza y de Guzmán, condesa de La Coruña. Aquel convento-hospital lo mejoró el cardenal Lorenzana en 1790, de cuya época perviven la estructura de su capilla y un patio con dos niveles de arcos de medio punto. Hoy, fruto de diversas ampliaciones, el inmueble ocupa una manzana que llega hasta la plaza de Barrio Nuevo. Según Sixto Ramón Parro, en 1835, los hermanos hospitalarios disponían de casi un centenar de camas. En 1837, en el curso de la I Guerra Carlista, la función sanitaria se adscribió al poder civil para hospitalizar a los soldados enfermos o las víctimas de los frentes. La Junta Municipal toledana, a pesar de sus magros recursos y la falta de las rentas recién desamortizadas, tuvo que sostener el «creado» Hospital Militar. En 1841, ante la numerosa tropa llegada a la ciudad, se habilitó el cercano y vacío exconvento de religiosas de Santa Ana. Para poder sostener la sanidad de la milicia fue preciso requerir a los ayuntamientos de la provincia que abonasen al de la capital los gastos por los cuidados de los «quintos» hospitalizados en Toledo. No faltaron las desavenencias entre la beneficencia municipal y la Hacienda Militar motivadas por las medidas prescritas para su diario funcionamiento. Por otra parte, en 1847, el Gobierno de la Provincia dispuso que se asistiesen en San Juan de Dios a los enfermos del «mal gálico», o sífilis, que se venían curando en el Hospital de Santiago y en la Casa de la Caridad, edificios cedidos al Ramo de Guerra para albergar el deseado Colegio General Militar. Tales tratamientos los satisfacía la Beneficencia Provincial a la Municipal pues, como añade Parro, los acogidos eran «indistintamente de toda la provincia y en cualquiera época del año». La misma situación se produjo cuando se decidió crear una sala destinada a los enfermos «de la cárcel provincial y de partido, por carecer ésta de enfermería, y contarse en San Juan de Dios con guardia para la custodia de aquéllos». Por fin, en 1862, se trasfirió a la Diputación, con una sección exclusivamente militar en el Hospital de la Misericordia, en la plaza de Padilla. En 1890, San Juan de Dios aún acogía un centenar de ancianos que después serían derivados al Asilo Provincial de San Pedro Mártir. En 1918 la Diputación inició un expediente para enajenar San Juan de Dios ya sin función alguna. Mientras cuajaba el acuerdo, se autorizaron usos pasajeros como fue, en 1920, alojar a los militares del primer curso de la creada Escuela Central de Gimnasia. Sin embargo, en 1921, la Guardia Civil no logró arrendarlo para cuartel, como ya citamos en otro artículo. Finalmente, el 11 de enero de 1924, se aprobó la venta mediante subasta al alza desde 74.000 pesetas. Con todo, un mes después, la nueva corporación, ahora presidida por Hilario González González , teniente coronel de Infantería, paralizó el proceso. Se convino adecuar San Juan de Dios para albergar la Casa Maternidad y los menores de diez años a cargo de la Beneficencia Provincial. Servicios que se prestaban antes en el destartalado asilo de San Pedro Mártir. El proyecto lo realizó el longevo arquitecto provincial Ezequiel Martín . El vestíbulo se decoró con azulejería de Sebastián Aguado y una cancela forjada por Julio Pascual. Los antepechos de la galería del patio fueron del ceramista Juan Ruiz de Luna. Se habilitaron tres departamentos. El de Parturientas alojaba la sala de partos y operaciones y un cuarto de «distinguidas» con dos plazas. El de Lactantes contaba con veinticuatro cunas y doce camas para las amas de pecho, más los roperos y un alegre mobiliario. La sección de Párvulos tenía dos salas para niños y niñas respectivamente, una «escuela con 36 mesitas», baños, patio, lavaderos, etc. El personal reunía cuatro hermanas de la Caridad, ocho amas de pecho, nueve enfermeras, un practicante y el director. El 27 de junio de 1926, Severiano Martínez Anido, ministro de la Gobernación, inauguró la flamante Casa de Maternidad. En los años cincuenta, los menores de diez años se reubicaron en un nuevo edificio, el Hogar Infantil, en la calle Reyes Católicos. Tras la Guerra Civil se hicieron diversas obras y mejoras. La Maternidad funcionó hasta su traslado al Hospital Provincial. Durante más de cincuenta años, este barrio de sinagogas, museos y miradores sobre el Tajo acogió los nacimientos de generaciones de la capital y la provincia. En 1982, el vacío edificio se ideó convertirlo en residencia de mayores y centro de día con un presupuesto de 77 millones de pesetas. Se glosó que su situación, «en pleno centro urbano», ayudaría a no interrumpir «las relaciones humanas de los ancianos con el resto de la sociedad». Esta función cesó en 2005. Fue desalojado a la vista de los informes técnicos que apuntaban «el estado lamentable técnico-sanitario» de la Residencia por falta de mantenimiento. En mayo, la Diputación aprobó la reapertura siempre que se rehabilitase, al ser un Bien de Interés Cultural, con ayudas del Consorcio Ciudad de Toledo y se cumpliesen las normas en materia de sanidad y bienestar social. El debate social creció, pues implicó realojar de inmediato a los 80 residentes que, en el mes de junio, ya estaban en otros establecimientos. En 2025, ha aflorado otra discusión ante el deseo de la Diputación de convertir San Juan de Dios en hotel y explotarlo una concesión privada durante cuarenta años. El Ayuntamiento apoya este plan para un inmueble sin uso desde 2005. Las críticas y propuestas se mueven hoy entre la cesión de un edificio público, el dedicarlo a un nuevo espacio museístico o recuperar el uso residencial, aspecto éste expresado por los vecinos vista la merma de población, servicios y comercios que sufre el Casco Histórico.