Fernando Gago y un final abrupto como DT de Boca: por qué su ciclo duró apenas 30 partidos
Al entrenador le tocó asumir en tierra arrasada, pero nunca pudo lograr una identidad, ni desde los nombres, el esquema ni la idea de juego

Hay veces que una imagen vale más que mil palabras. O una secuencia que puede transcurrir en segundos describe un ciclo que duró apenas 30 partidos, condiciona en 191 días un proyecto que apuntaba a durar dos años. El calendario se ubica en el 25 de febrero de 2025: Boca pierde aunque gana 2-1. Cae por penales ante Alianza Lima en la Bombonera y queda eliminado de la Copa Libertadores en la fase 2. Un golpe a la historia y a la inversión del último mercado de pases. Sin embargo, hubo un “cómo”. Estuvo el “qué pasó”, el resultado, pero lo que exhibió debilidades en la conducción de Fernando Gago fueron esos minutos finales, cuando Agustín Marchesin se acercó al banco para preguntar sobre el cambio de arquero para la ejecución de los penales.
El punto no estuvo en quién tenía razón o si Marchesin estuvo bien o mal en cederle su lugar a Leandro Brey, en anteponer su visión de lo que pretendía mejor para el equipo. El tema estuvo centrado en cómo se vieron sorprendidos Gago, Fabricio Coloccini y hasta Christian Muñoz, el entrenador de arqueros, en la situación. Después se pueden decir muchas cosas para justificar la imagen o asumir responsabilidades, pero no fue algo natural de un cuerpo técnico tan detallista y estudioso de todo, hasta de los kilos que ofrece una balanza. Ahí se vio a un director técnico desbordado, como sobrepasado por la situación. No fue la única vez. En más de una oportunidad se lo vio exigirle a Coloccini, su ayudante, una respuesta rápida ante determinados contextos o estar más pendiente de reclamar un offside que de visualizar qué le estaba ofreciendo táctica y futbolísticamente su equipo.
Lo curioso es que fueron varias las veces que se lo vio a Gago sin las respuestas que la coyuntura le requería en cuestión de segundos, minutos o de horas. La línea de 5 que utilizó ante River el domingo, la no realización de modificaciones en el entretiempo, la ausencia de planes alternativos y el mensaje posterior al clásico, dando a entender que no se sentía preocupado, lo ubicaron como en un planeta diferente del que conviven el plantel y el Consejo de Fútbol.
En los partidos claves falló primero desde la postura y luego desde el resultado: no tuvo que ver con los sistemas tácticos (que habrá utilizado cerca de ocho dibujos diferentes), sino con rendimientos que estuvieron muy por debajo de lo proyectado, como las derrotas ante Tigre, Racing, Newell’s, River, Alianza Lima... Más en el partido de ida en Perú, donde las atajadas de Marchesin evitaron que Boca perdiera por tres goles en lugar de 0-1.
No fue el “qué pasó”, sino el “cómo”. Ante River hizo mención a las tres amonestaciones de Nicolás Ramírez y rescató las tres chances creadas en la segunda etapa cuando el desempeño futbolístico de Boca había sido muy flojo. Y su ciclo finaliza sin que haya podido formar al menos una sociedad, un entendimiento entre dos futbolistas que le garanticen buen juego y goles.
Gago arrancó con una idea y la fue modificando tanto que se va de Boca sin dejar, mínimamente, una huella nítida que reflejase su idea de juego o qué pretendía ver de su equipo. Porque, aún en las dificultades, podría haberse rescatado la intención protagonista (esa por la que fue contratado por el presidente, Juan Román Riquelme), pero ni siquiera eso lo pudo sostener. Su idea madre de jugar 4-3-3 con extremos, su ilusión de contar con futbolistas que para él eran titulares como Exequiel Zeballos y Brian Aguirre... Todo se desvaneció y terminó quedando preso no del 4-3-1-2 o del 5-3-2, sino de un respaldo de los referentes cuando, a la hora de la verdad, no todos estaban para mantenerse como titulares. Ahí empezó a fallar la balanza de Gago, no la que registraba el peso a los futbolistas, sino la que equilibra la toma de decisiones para que un grupo conviva con armonía.
Pero la vara no era la misma: si Kevin Zenón o Miguel Merentiel jugaban un partido mal, perdían la titularidad. ¿Cuántos encuentros seguidos jugaron mal Milton Giménez o Cavani? Pero sólo perdieron el puesto por lesión. ¿Rojo era más que Ayrton Costa o Rojo volvió a la titularidad por ser Rojo? ¿Si la línea de 3 le funcionó con Unión en Santa Fe, con Battagia de líbero, como jugaba en Atlético Mineiro y en uno de sus primeros partido en el ciclo, por qué no la mantuvo? Ese partido ante Unión debe haber sido uno de los que mejor jugó en la primera etapa; sin embargo, no le dio continuidad. Ahí estuvo otro déficit: cuesta encontrar un partido, entre los 30 que dirigió Gago, en el que Boca realmente haya jugado bien los 90 minutos, de principio a fin. La estadística de los diez triunfos en los últimos 12 era más un espejismo que la confirmación de una mejora colectiva. Claramente hubo un avance con respecto a esa eliminación con Alianza Lima, pero insuficiente como para ser un equipo confiable.
A diferencia de otros ciclos, Gago se mostró menos fundamentalista de los dibujos tácticos y la toma de decisiones (no debe de haber futbolistas que puedan reclamar que no les dio oportunidades), pero no hay peor dolor para un entrenador que ver cómo su trabajo termina sin haber hecho lo que realmente sentía que era lo mejor para su grupo, en función de las características y los momentos de cada jugador.
A favor de Gago, Diego Martínez le había dejado tierra arrasada. Heredó un vestuario desunido y un plantel con bajísima preparación física. Intentó con normas internas -con del tren en movimiento, con muy pocos días de trabajo- encaminar a todos en la misma dirección y, desde la balanza -ahí sí, la que marca los kilos-, la nutrición y el respeto por los horarios, equilibrar físicamente a un equipo que hace tiempo ofrece demasiadas lesiones (incluso desde la época de Jorge Almirón). Edinson Cavani no fue titular en un partido por llegar tarde a una charla táctica en el hotel. Esa fórmula también quedó incompleta, ya que la condición con la que Boca llegó a jugar la ida ante Alianza Lima estuvo muy lejos de la ideal. Por dar apenas un ejemplo.
Gago se formó en Boca, pero estuvo declarando como si desconociera la idiosincrasia xeneize. Cuando quedó eliminado de la Copa Libertadores dijo: “La gente tiene que saber que en el fútbol se pierde más de lo que se gana”. Inmediatamente, a los pocos días, cambió el discurso: “Sólo sirve ser campeón”. Fueron más señales de debilidades de un líder de grupo que no pareció controlar con firmeza sus decisiones, ya fueran futbolísticas, tácticas o grupales. Cuando Marchesin se equivoca feo y le dice la barbaridad que le dijo a Borja en pleno superclásico, falla sobre todo el conductor. No es responsable Gago de la desubicación que se le haya ocurrido a uno de sus referentes, pero sí si uno de sus líderes (como le ha pasado a Rojo o Cavani en otros encuentros) se desenfoca de esa manera. Es una de las tantas imágenes que exhiben que su grupo no está enfocado.
No fue sólo el “qué”, sino el “cómo”. La balanza de Gago se rompió mucho antes de perder con River, aunque algunos resultados decían otra cosa.