Fallece al caer de la azotea de un hotel en Las Palmas de Gran Canaria mientras se hacía un selfie

Hay hechos que detienen el tiempo.

De vez en cuando, una noticia sacude la rutina y hace que toda la sociedad contenga el aliento. No se trata solo de una tragedia individual, sino de una señal que nos recuerda lo frágil que puede ser una noche aparentemente normal. Cuando la vida se interrumpe de forma repentina, el desconcierto se propaga más rápido que la información.

En la madrugada del pasado domingo, un hombre perdió la vida al precipitarse desde lo alto de un hotel en Las Palmas de Gran Canaria. Estaba en la azotea del establecimiento junto a un amigo cuando decidió subirse a la barandilla para tomarse una fotografía. El accidente ocurrió en apenas unos segundos, pero las consecuencias fueron definitivas.

El entorno, la imagen, la caída.

El suceso tuvo lugar en el bar del hotel Aloe Canteras, situado en la zona de La Puntilla, sobre la playa del mismo nombre. La víctima, de 48 años y natural de Canarias, quiso capturar una imagen con el océano y la arena como telón de fondo. Al colocarse de espaldas al borde y perder la estabilidad, cayó al vacío desde una altura superior a los 25 metros.

Aunque los equipos de emergencia acudieron con rapidez al lugar, nada pudieron hacer por reanimarlo. Según fuentes consultadas por medios locales, en estos momentos se revisan las grabaciones de seguridad para determinar con mayor precisión qué ocurrió. También se investiga en qué condiciones físicas se encontraba el hombre en ese momento.

Un momento que no admite repetición.

El incidente ha generado consternación en la comunidad y plantea una vez más el debate sobre los riesgos de buscar la imagen perfecta. Las redes sociales han convertido lo cotidiano en escenografía, pero a veces el precio de una instantánea puede ser desmedido. Lo que se buscaba como recuerdo terminó en tragedia.

Las azoteas, tan de moda en la oferta de ocio actual, suponen un entorno atractivo pero también delicado. En espacios elevados, el más leve error puede resultar fatal si no se toman las precauciones necesarias. Este caso invita a reflexionar sobre los límites entre la espontaneidad y la imprudencia.