Entrevista | Rappel relata multitud de vivencias en su biografía: "He visto espíritus, sombras... "
El libro es un compendio de su vida, pero también deja ver buena parte de la historia de España.

Rafael Payá Pinilla nació en 1945. Algunos años después renacería, ya con el nombre de Rappel, un nombre del que no se separaría nunca y con el que acabaría siendo uno de los videntes más famosos de nuestro país. En las habilidades de quiromancia y cartorancia de Rappel se puede creer o no, pero en que desde niño se ha relacionado con las personalidades más importantes nacionales y extrajeras y que su vida es un compendio de la sociedad española, es innegable.
De Édith Piaf a Dalí, del entorno de Franco a la duquesa de Alba, de la madre del rey emérito a Mastroiani, pasando por Lola Flores, Vicente Aleixandre, María Dolores Pradera, Rappel ha publicado recientemente El futuro ya es ayer (Roca Editorial, 2025. 384 páginas. 22,70 euros), su autobiografía, en la que relata su ajetreada vida, desde sus inicios con Cristóbal Balenciaga a la actualidad.
"Gracias a Dios tengo buena memoria", nos dice sobre cómo ha hecho para recopilar los recuerdos y datos de sus 80 años de vida. Lo demuestra en una hora de entrevista en el que describe con todo lujo de detalles cada escena y suceso. "Me pongo muy nervioso cuando de repente me acuerdo de un personaje y empiezo a acordarme de situaciones y a veces me faltan las fechas. Me pregunto, ¿eran los años 60, a lo mejor era el 71? Pero es que claro, a lo mejor es una cosa de hace 50 o 60 años. Acordarme exactamente de la es fecha imposible", dice como excepción a la meticulosidad de sus recuerdos.
Rafaelito, Rappelito, siempre fue especial. Desde el colegio, yo era el niño diferente. "No porque yo les dijera a los niños nada del futuro, es que no he sido deportista. Yo no era del equipo de fútbol porque no me ha gustado nunca los deportes ni el fútbol. Y mira por donde Dios me ha mandado al único varón que tengo, que es periodista deportivo", reflexiona.
Ya de niño tenía dos habilidades particulares, según nos cuenta. "Desde niño yo siempre he tenido muchos amigos. No sé por qué he tenido gancho para la gente", hace ver. Lo demostraba cuando iba a la tienda de telas de sus padres después del colegio y le encantaba "ver el bullicio de la gente allí, las señoras comprando y sus conversaciones".
Por otro lado, Rappel veía cosas. "Espíritus, sombras, presencias…", según las describe. También tenía premoniciones, como el día trágico que mirando a su hijo Humberto dijo a su mujer, Luisa Chaverri, que le perderían. "Yo ese día estoy mirando al niño en la cuna y digo 'pobrecito, este niño nos va a hacer sufrir, este niño se nos va a morir antes de cumplir un año'". Humberto murió a los 11 meses de edad.
Pero retomemos el orden cronológico de las cosas. El abuelo de Rappel era sombrerero. "Yo aprendí con Balenciaga el oficio de diseño, porque mi abuelo fue el primer sombrerero que trabajó con Balenciaga y le hacía los sombreros en Madrid", explica Rappel, cuya familia lo pasó mal durante la Guerra Civil.
"Cuando estalla la guerra, pues las cosas de la guerra… como tenían dinero les denunciaron por fascistas. Les detienen, los meten en la cárcel modelo de Madrid y en Barcelona, el negocio se lo expropian, lo invaden, prenden fuego los locales, el primer piso, lo saquean todo", rememora Rappel sobre lo que vivieron sus abuelos.
Acabada la guerra, salen de la cárcel. "Lo primero que hace mi abuelo es llamar a Barcelona, a la familia del portero, para decir que están bien y que van para allá. Y le dice el portero 'pues no se moleste en venir porque aquí no tienen nada'". Todo había sido destruido u ocupado.
Balenciaga, desde París, acudió al rescate. "Les dio un dinero. No sé si eran como 20.000 pesetas, pero en aquel momento es una fortuna" y les "regaló un primer camión de telas", además de aconsejarles que montaran un estudio de telas en un piso. Y cogieron un piso en la calle Lagasca 58, un entresuelo que ahora es un estudio fotográfico. "Balenciaga en mi familia ha sido un santo", asevera Rappel.
Aquella tienda, auspiciada por Balenciaga, se hizo famosa y comenzaron a frecuentarla señoras de la alta sociedad, incluida la esposa de Franco, Carmen Polo. "Doña Carmen era una señorita de provincia de Asturias que no tenía ni idea de lo que era una recepción, recibir ministros, una cena de gala" y se fiaba de amistades como la Marquesa de Ampudia, Niní Montian.
De aquella tienda, que acabó por ser una peletería regentada por el padre del adivino, viene su nombre artístico. "Mi padre era Rappel, pero a mí todo el mundo me llamaba Rappelito. Concha Piquer, Celia Gámez, todas las estrellas del momento venían a comprar la ropa y para ellas yo era Rappelito y con Rappelito me quedé para toda la vida", explica el futurólogo.
¿Y cómo aprendió Rappel a leer las cartas? De una gitana a la que apodaban La Pioji. El Rafael niño vio que su niñera se sentaba un día frente a la gitana que vendía chucherías y pitillos a la puerta del colegio y averiguó que la mujer echaba las cartas.
Al día siguiente se plantó ante La Pioji. "Yo quiero que me haga usted eso del futuro", le dijo. "No, cariño, pero tú no puedes, tú eres un niño", obtuvo como respuesta aquel joven Rappel, que no se amedrentó: "Yo soy un niño que tengo dinero y te puedo pagar", le dijo. A partir de entonces pagó a dos pesetas diarias las clases que La Pioji le dio, hasta que llegó él mismo a montar sus sesiones de cartas en las que leía el futuro a los empleados domésticos de su familia.
La madre de Rappel les pilló un día: "Tú a estudiar. Y esto se ha terminado", espetó. "Si quieres echar las cartas como si quieres hacerte piloto y vuelas. Pero en mi casa esto no se hace. Eso es una cosa de gente sin base, sin educación", insistió. "Me llegó a ver en mi trabajo y le encantaba venir cuando yo salía en los primeros tiempos de la tele", contaba Rappel.
Rappel niño, como el que oye llover. Atareado entre la tienda y el taller de Balenciaga, donde hizo sus pinitos como diseñador, oyó a unas clientas hablar de José María Martínez Pardo, que en aquellos momentos era el vidente más famoso de Madrid.
Un inciso sobre el taller de Balenciaga. Un día le probaron ropa a una señora, que se quedó en ropa interior. "Y pensé, esta señora, ¡pero qué culo tiene, qué pechos! Yo no había visto una señora desnuda así. Cuando se fue, Cristóbal me dijo 'esta señora es Ava Gardner'".
Mediante argucias y engaños, haciéndose pasar por su madre para reservar una cita, Rappel acabó siendo pupilo de José María Martínez Pardo, al que impresionó con una visión. "Yo he tenido muchas veces presencias y ya me pasaba de pequeño que yo veía cosas en mi casa, en una habitación, en un salón, entrar y me parecía ver a una señora allí sentada y no había nadie", cuenta Rappel. Aquella primera tarde vio a la madre fallecida del que sería su maestro, se la describió y le convenció de que tenía potencial.
Rappel acabó yendo a tertulias de lo oculto. Los domingos había meriendas con "gente que hacía todo de distintas mancias". Su curiosidad y su potencial hicieron el resto. Es un don que tiene sus peros, no obstante y Rappel ha pasado miedo.
"Los espíritus, las sombras, las presencias... eso me ha impresionado mucho. A mí me llevaron cuando hubo en la historia del Palacio de Linares, contrataron a Paloma Navarrete, que era otra gran médium y a mí. Íbamos con una vela porque no había luz eléctrica y oíamos gritos y jadeos. He pasado miedo".
Rappel predice el futuro a sus clientes. ¿Y si ve lo peor? ¿Se lo dice? "No es que le vea la muerte, pero le veo que puede tener algo que es irreversible. Y sí le digo 'mira, aquí hay un riesgo de un accidente'. Hay que ir con mucha diplomacia. Si veo que al anticiparle algo le puedo ayudar, se lo digo, si no, no. A lo mejor es un señor que tiene cinco hijos, que tiene unos negocios importantes, y yo veo que ese señor no se hace mayor, que va a haber un accidente o algo y le digo por ejemplo que yo de él me haría un seguro de vida importante".
A Rappel quisieron abrirle la cabeza, un premio Nobel nada menos. Una de sus clientas le hablaba siempre de su marido, que era médico. "Mi marido que te quiere conocer y te pide una cosa: que no haya nadie, o sea, que no haya nadie en la consulta, que estemos solos contigo", le dijo un día. Era Severo Ochoa. Al conocerse y echarle las cartas, el médico le dijo: "Me gustaría abrirte la cabeza y ver cómo tienes tú el cerebro, qué hay en tu cabeza".
Rappel se casó con su marido, José María, hace cinco años, tras muchos más como pareja. Le conoció muchísimo antes, cuando ninguno de los dos sabía que acabarían juntos. Eso sí, Rappel le echó las cartas. "Él vino a preguntar por una novia con la que estaba saliendo entonces". "'Esto se acaba', dije yo. Veo que tú vas a formar pareja, y que a ti te gustan los hombres. Y me dijo no, no, yo salgo con chicas". Rappel vio una "relación muy fuerte, para toda la vida". Así fue.
La conversación con su perro muerto
"Una de las cosas más espectaculares que me ha pasado en mi vida. Esto no lo he contado a la prensa", nos dice Rappel en su estudio de la calle Princesa, un pequeño piso donde no cabe un solo recuerdo, foto estatuilla o icono más.
"Se murió uno de mis perros y se me apareció". "Yo sentado en el jardín. Yo ni bebo, ni fumo, ni me emborracho, ni me he drogado nunca. Habíamos enterrado al chihuahua en el jardín, con un almendro encima". Al poco, entorno al almendro crecieron unas calas que nadie había plantado. "Y estando allí se me sube de patas mi perro Choco, el que había muerto y me habla como con voz de niño. Me dijo 'hola Papi. Vengo a darte las gracias porque has sido el mejor papá del mundo. Estate tranquilo, porque no es todavía, pero el día que te vayas al cielo, te estoy esperando. Hay un cielo, una eternidad de felicidad. Ahí ni los perritos ni las personas se mueren ya nunca'". "Desapareció como con un humo, dejando un olor a rosas que te caías", relataba el vidente, que sigue día a día, haciendo su historia.