El Eternauta: la histórica batalla legal detrás de los derechos del cómic argentino más famoso
Una saga judicial que duró más de tres décadas revela cómo se definió la propiedad intelectual de la obra de Oesterheld y Solano López. ¿Qué enseña hoy este caso a la industria editorial y audiovisual?

La serie de El Eternauta en Netflix desató una ola de interés global sobre el cómic argentino más emblemático. Sin embargo, tras esa historia de ciencia ficción que fascina al mundo, hay otra historia -real y compleja- sobre los derechos de autor, las editoriales, las marcas registradas y un entramado judicial que tardó más de 30 años en resolverse.
¿Quién era el dueño legal de El Eternauta? Esa fue la pregunta que atravesó tribunales civiles, penales, federales y hasta la Corte Suprema de Justicia, involucrando a la viuda de Héctor Germán Oesterheld, Elsa Sánchez, a sus nietos, al dibujante Francisco Solano López, y a Alfredo Scutti, editor de la revista Skorpio y cofundador de Ediciones Récord. La respuesta final llegó recién en julio de 2018, cuando el máximo tribunal argentino falló a favor de los herederos.
Una disputa por guiones, dibujos y marcas
Como explicó la abogada Laura Achával en diálogo con El Cronista, experta en propiedad intelectual y representante legal de los herederos, la historia judicial comenzó tras la quiebra de Editorial Frontera (fundada por Oesterheld), cuyos originales terminaron en manos de imprenteros. Con el paso de los años, Scutti adquirió esas páginas originales y firmó contratos con Elsa Sánchez y Solano López para seguir publicando la obra. Versión en inglés de El Eternauta, publicada en 2015 por Fantagraphics. (Imagen: Wikimedia Commons)
Pero, según determinó la Justicia, Scutti utilizó ese material para obtener ganancias millonarias sin respetar los derechos de autor ni las condiciones pactadas. En 1982, logró que Sánchez le cediera los derechos por apenas u$s 32.000, mientras luego revendió los derechos cinematográficos por más de u$s 4 millones, como quedó acreditado en una pericia judicial. La Justicia consideró que hubo "lesión enorme", una figura jurídica que anula el contrato cuando una de las partes, aprovechando el estado de necesidad de la otra, obtiene una desproporción abusiva de sus prestaciones.
Además, durante la causa se demostró que los nietos de Oesterheld también eran herederos legales, ya que sus madres -las hijas del autor- estaban desaparecidas. Como eran menores, cualquier cesión debía tener autorización judicial, lo cual no ocurrió. La sentencia fue tajante: el contrato era nulo respecto a la viuda y "absolutamente inexistente" respecto a los menores.
Una lección para la industria editorial y audiovisual
Scutti intentó validar sus derechos durante años presentando una supuesta cesión en vida de Oesterheld. Pero no pudo probar la autenticidad de la firma en el juicio civil. Aunque en otro juicio penal sí se validó la firma, la Corte aclaró que la cosa juzgada ya se había dictado: lo que no se probó en tiempo y forma no puede ser reabierto en una causa distinta. Una enseñanza clave sobre los límites legales en la propiedad intelectual.
Además, la Corte también anuló las marcas comerciales registradas por Ediciones Record, como El Eternauta y su emblematico dibujo, lo que habilitó a los herederos legales a inscribir y controlar el uso comercial del nombre y los personajes.
"Hay un principio básico en el derecho de autor: el soporte material no es la obra. Comprar los originales no implica adquirir los derechos intelectuales", explicó Achával en la entrevista. De hecho, señaló que la propia conducta de Scutti lo contradice: "Si él ya era dueño de los derechos, ¿por qué pidió una autorización y luego pagó por una cesión completa?". Héctor Germán Oesterheld con la revista Hora Cero, en 1957. (Imagen: dominio público)
El Eternauta, una obra que sigue generando valor
El fallo final no solo cerró un capítulo doloroso para los herederos de los autores, sino que también ordenó una reorganización de las licencias, publicaciones y contratos futuros. A partir de 2018, las familias Oesterheld y López pudieron recuperar el control de El Eternauta, tanto desde lo editorial como desde lo comercial.
En una era donde los contenidos se adaptan para plataformas globales y donde las franquicias generan millones en derechos, este caso se convierte en una referencia obligada para editoriales, productoras y creadores. Las plataformas como Netflix -que apuestan a IPs locales con impacto internacional- también deben revisar con lupa la trazabilidad legal de las obras que licencian.
"Durante muchos años Scutti siguió vendiendo y editando como si nada. Esta sentencia marcó un antes y un después en la jurisprudencia argentina", resumió Achával. Para los herederos, pero también para la industria cultural del país, El Eternauta no solo es una obra de culto: es un caso testigo sobre cómo se defienden los derechos incluso después de décadas de oscuridad. Elaboración propia.