Esta semana Madrid está confusa. La gente guapa está viviendo en una estación de tren, Sevilla arriba, Madrid abajo. Es tal el trajín de lunares y pendientes en forma de aro, que al pisar Atocha no se sabe si vas o vuelves, pero al menos están dejando espacio en los sitios de moda a los que no bailamos sevillanas ni en mayo ni en febrero. Los madrileños se ponen traje de corto para coger el tren y vuelven con una resaca terrible porque el rebujito es una bebida que engaña sobremanera. Y se organizan en casas de parné flamenquitos, que no flamenquines, para que la gente guapa diga que ha estado en un sarao con gitanos y todo. Todos quieren...
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