¿Criar adultos con problemas financieros?
La educación financiera no es un lujo ni un tema secundario, sino una herramienta clave para formar ciudadanos responsables e independientes en el manejo del dinero.

Los niños de hoy serán los adultos que guiarán la economía del futuro. Si desde pequeños aprenden a administrar recursos, evitar deudas innecesarias y generar ingresos con estrategia, contribuirán a una sociedad más estable y próspera. La educación financiera no es un lujo ni un tema secundario, sino una herramienta clave para formar ciudadanos responsables e independientes en el manejo del dinero.
Un país con personas preparadas financieramente disfruta de mayores oportunidades de desarrollo, menos desigualdad y un crecimiento económico más favorable.
Desde los cinco o seis años, los niños pueden familiarizarse con el valor del dinero, la importancia del ahorro y la diferencia entre necesidades y deseos. Inculcar estos conocimientos fortalece su autonomía y confianza, permitiéndoles tomar mejores decisiones en el futuro.
El dinero no debe ser un tema tabú ni una lección rígida. Explicar por qué se elige una marca sobre otra en el supermercado, comparar precios o analizar promociones en voz alta ayuda a desarrollar criterio financiero. Con una alcancía transparente se visualizan los ahorros y se entiende la recompensa de la paciencia. Más adelante, abrirles una cuenta, facilita el contacto con las instituciones y el concepto de intereses de forma práctica y tangible.
Darles una mesada con reglas claras enseña administración del dinero. Asignarles una cantidad fija para sus gastos personales y guiarlos para que aparten un monto para el ahorro fomenta la responsabilidad y el autocontrol.
Impulsar el espíritu emprendedor también deja grandes lecciones. Si un niño muestra interés en vender dulces o hacer pulseras, acompañarlo en ese proceso le enseñará sobre ingresos, costos y ganancias de una manera que ningún texto puede igualar. Comprender desde pequeños que el dinero no sólo se gasta, sino que además es posible generarlo, amplía su perspectiva y fortalece su independencia.
Los niños aprenden más por observación que por instrucción. Si ven a sus padres hacer presupuestos, comparar precios y planificar antes de gastar, adoptarán estos hábitos de manera natural. Por eso, conviene evitar frases como “el dinero nunca alcanza” o “es un problema”, ya que pueden provocar una percepción negativa que mantengan hasta la adultez.
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