Claudia: ¿10% de principios, 90% de eficacia?

Si la carta de Sheinbaum a su partido fueran los 10 mandamientos, habría que resaltar el primero. Porque uno dice antes lo que cree más importante. Entonces, lo que viene es el segundo piso de pragmatismo puro.El primer año de la presidenta se ha ido en el pago de cuotas y favores a los morenocuates, y en un ajuste de expectativas: no llega aún el tiempo de la depuración ideológica o de la pureza programática. Por eso, nunca se fue del gobierno Jesús Ramírez, y sí llegó, así sea a un puesto capitalino, el tutifruti Adrián Rubalcava. Y lo mismo arribaron al neopartidazo los Yunes, se apoltronaron Murat o Eruviel, y se volvió costumbre poner alfombra roja incluso a quienes insultaron a Sheinbaum y a AMLO, como es el caso de Luis Enrique Benítez, expriista duranguense recibido con los brazos abiertos hace unos días (de sus mensajes majaderos a la hoy presidenta ni quién se quiera acordar, menos ella que nadie). Porque ser morenista implica no chistar, no protestar y, sobre todo, no razonar sobre la inconsistencia entre los principios y las decisiones que toma el partido. Acatar, punto. O, según las palabras de López Obrador citadas por Claudia en su carta, hacer de la política un coctel: una pizca de principios y kilos y kilos de lo que haga falta, así sea cascajo prianista.Aquí parte del punto uno de la encíclica de Claudia a la moreniza: “No caigamos tampoco en el sectarismo ni, por el contrario, en el exceso de pragmatismo sin principios. En su libro Gracias, Andrés Manuel López Obrador nos recuerda: ‘Los políticos no se dividen entre buenos y malos, se distinguen, sobre todo, por su forma de actuar ante determinadas circunstancias’. La línea suele ser delgada, pero ‘hay que combinar principios con eficacia. Con más razón ahora, que existe una derecha neofascista y voraz, se requiere la unidad de todos los que nos situamos en el abanico de las fuerzas progresistas’”.La presidenta hizo una mezcolanza semántica, pero se alcanza a entender que lo que quiso decir fue más o menos esto: recuerden, somos políticos pragmáticos que usamos a los principios como un ingrediente más. Por eso, la semana pasada, ante la inconformidad que se ventiló en grupos filomorenistas por la entrega del Metro de la Ciudad de México a Rubalcava, cuadro con polémicos antecedentes, la presidenta les reiteró la recomendación a leer el mismo libro que cita en su carta.  Porque Morena va a argumentar el petate de la “derecha neofascista y voraz” como coartada para, en un pragmatismo absoluto, incorporar los más tóxicos perfiles de esa “derecha neofascista y voraz”… y lo mismo para no desprenderse de personajes polémicos, así les involucren en raptos de narcos (Rubén Rocha, Sinaloa) así les quiten las visas (Marina del Pilar Ávila, Baja California)…No sean sectarios, compañeros: si nos sirve para ganar, o si quedarnos esa gente nos sirve para no conceder ventaja a los opositores, entonces pasen para acá el frasco de los principios, que hay que aderezar el pragmatismo con la impunidad. Guiso perfecto. Eficacia es un término muy maquiavélico. Si la presidenta y el presidente hubieran usado eficiencia (que sopesa no sólo el resultado, sino los costos), otro gallo cantaría. Pero principios y eficacia van a chocar siempre, y sabemos cuál prevalecerá a costa de cuál.   Es como cuando AMLO decía que prefería colaboradores con 10% de experiencia y 90% de lealtad... así nos fue en el sector salud, entre otros. Con una barnizadita de principios privilegiarán la eficacia electoral. Lo telegrafía la carta de Claudia.

May 13, 2025 - 08:59
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Claudia: ¿10% de principios, 90% de eficacia?

Si la carta de Sheinbaum a su partido fueran los 10 mandamientos, habría que resaltar el primero. Porque uno dice antes lo que cree más importante. Entonces, lo que viene es el segundo piso de pragmatismo puro.

El primer año de la presidenta se ha ido en el pago de cuotas y favores a los morenocuates, y en un ajuste de expectativas: no llega aún el tiempo de la depuración ideológica o de la pureza programática.

Por eso, nunca se fue del gobierno Jesús Ramírez, y sí llegó, así sea a un puesto capitalino, el tutifruti Adrián Rubalcava.

Y lo mismo arribaron al neopartidazo los Yunes, se apoltronaron Murat o Eruviel, y se volvió costumbre poner alfombra roja incluso a quienes insultaron a Sheinbaum y a AMLO, como es el caso de Luis Enrique Benítez, expriista duranguense recibido con los brazos abiertos hace unos días (de sus mensajes majaderos a la hoy presidenta ni quién se quiera acordar, menos ella que nadie).

Porque ser morenista implica no chistar, no protestar y, sobre todo, no razonar sobre la inconsistencia entre los principios y las decisiones que toma el partido. Acatar, punto.

O, según las palabras de López Obrador citadas por Claudia en su carta, hacer de la política un coctel: una pizca de principios y kilos y kilos de lo que haga falta, así sea cascajo prianista.

Aquí parte del punto uno de la encíclica de Claudia a la moreniza: “No caigamos tampoco en el sectarismo ni, por el contrario, en el exceso de pragmatismo sin principios. En su libro Gracias, Andrés Manuel López Obrador nos recuerda: ‘Los políticos no se dividen entre buenos y malos, se distinguen, sobre todo, por su forma de actuar ante determinadas circunstancias’. La línea suele ser delgada, pero ‘hay que combinar principios con eficacia. Con más razón ahora, que existe una derecha neofascista y voraz, se requiere la unidad de todos los que nos situamos en el abanico de las fuerzas progresistas’”.

La presidenta hizo una mezcolanza semántica, pero se alcanza a entender que lo que quiso decir fue más o menos esto: recuerden, somos políticos pragmáticos que usamos a los principios como un ingrediente más.

Por eso, la semana pasada, ante la inconformidad que se ventiló en grupos filomorenistas por la entrega del Metro de la Ciudad de México a Rubalcava, cuadro con polémicos antecedentes, la presidenta les reiteró la recomendación a leer el mismo libro que cita en su carta. 

Porque Morena va a argumentar el petate de la “derecha neofascista y voraz” como coartada para, en un pragmatismo absoluto, incorporar los más tóxicos perfiles de esa “derecha neofascista y voraz”… y lo mismo para no desprenderse de personajes polémicos, así les involucren en raptos de narcos (Rubén Rocha, Sinaloa) así les quiten las visas (Marina del Pilar Ávila, Baja California)…

No sean sectarios, compañeros: si nos sirve para ganar, o si quedarnos esa gente nos sirve para no conceder ventaja a los opositores, entonces pasen para acá el frasco de los principios, que hay que aderezar el pragmatismo con la impunidad. Guiso perfecto.

Eficacia es un término muy maquiavélico. Si la presidenta y el presidente hubieran usado eficiencia (que sopesa no sólo el resultado, sino los costos), otro gallo cantaría. Pero principios y eficacia van a chocar siempre, y sabemos cuál prevalecerá a costa de cuál.  

Es como cuando AMLO decía que prefería colaboradores con 10% de experiencia y 90% de lealtad... así nos fue en el sector salud, entre otros.

Con una barnizadita de principios privilegiarán la eficacia electoral. Lo telegrafía la carta de Claudia.