Cielitos, la palabra gaucho y una batalla sanmartiniana
Hace 207 años se consolidaba la independencia de Chile en los llanos de Maipú

No pocos de los versos, o conocidos “cielitos”, son los atribuidos a Bartolomé Hidalgo. Ricardo Rojas afirma que el oriental, “al escribirlos, no habría hecho sino utilizar el molde creado por el anónimo del pueblo”.
Olga Fernández Latour de Botas, una de las primeras colaboradoras en este Rincón Gaucho, afirmó que en “ambas bandas del Río de la Plata seguía latente la voluntad gozosa de poetas que querían hacer oír sus verdades con el acento inconfundible del paisano lugareño, del jinete ganadero de las pampas y de cuchillas, del gaucho ‘argentino’ (por el Río de la Plata) occidental y oriental”.
Bartolomé Hidalgo escribió: “Soy de una familia muy pobre, pero honrada; soy hombre de bien y esto es todo mi patrimonio”. Había alcanzado alguna fama en su Montevideo natal, pero cuando el general Lecor tomó esa ciudad, la situación política hizo que se estableciera en Buenos Aires en mayo de 1818, poco después de la batalla de Maipú.
Cuando le ofrecieron un cargo en la Secretaría de Gobierno, no lo aceptó, “porque no había venido a buscar empleo sino a trabajar, como estaba acostumbrado a hacerlo para mantener a su madre infeliz, cuya situación dependía del sudor de su frente”.
El poeta vendió sus cielitos por las calles de Buenos Aires. Probablemente concurrió a la tertulia de Mariquita Sánchez, a quien celebró en una oda por su rara habilidad para tocar la vihuela. Entre 1821 y 1822 volcó su talento en dos personajes: Ramón Contreras, un gaucho de la Guardia del Monte, y Jacinto Chano, capataz de una estancia en las islas del Tordillo.
La batalla
En mis investigaciones por las partidas sacramentales que guarda el archivo de la Parroquia de San Miguel del Monte —entonces bajo la advocación de la Divina Pastora— no encontré a Ramón Contreras, pero sí a un santiagueño, Pablo, hombre de posibles como se decía, y a Dionisio, así apellidados.
La batalla de Maipú mereció varias composiciones en su tiempo. Así, Esteban de Luca, Miguel Belgrano, Juan Agustín Molina y Juan Cruz Varela, por mencionar solo algunos. El “Cielito patriótico que compuso un gaucho para cantar la acción de Maipú (1818)” fue buscado infructuosamente por Martiniano Leguizamón en sus investigaciones en el Museo Mitre.
Tuvo la fortuna de encontrarlo, hacia 1917 aproximadamente, Ricardo Rojas, quien lo dio a conocer en el primer tomo de su Historia de la Literatura Argentina.
No faltan las alusiones al triunfo anterior: “Cielo, cielito que sí / Cielito del Chacabuco / Si Marcó perdió el envite / Osorio no ganó el truco”. Tampoco a la derrota pocos días antes: “En el paraje mentado / que llaman Cancha Rayada / El general San Martín / llegó con la grande armada /… Lo saben los enemigos / y al grito ya se vinieron, / y sin poder evitarlo / nuestro campo sorprendieron”.
Después de reconocer la derrota, no deja de decir con humor a los realistas: “Cielo, cielo que sí, / Cielito del almidón / No te aflijas, godo viejo / Mañana te darán jabón”, o saboreando la revancha: “Cielo, cielo que sí, / Le dijo el sapo a la rana / Canta esta noche a tu gusto / Y nos veremos mañana”. “Al fin el cinco de abril / Se vieron las dos armadas / En el arroyo Maipú / Que hace como una quebrada”.
Independencia
En ese escenario se dio la batalla con el resultado conocido, seguro que sobre los sables de los granaderos dice uno de los versos “Hubo tajos que era risa / A uno el lomo le pusieron / como pliegues de camisa” y sobre la disparada del jefe realista apuntó “Osorio salió matando / Al concluirse la contienda, / Sin saberse hasta el presente / Donde fue a tirar la rienda”. Y previendo lo que sigue avisa “Ya puede el virrey de Lima / echar su banda en remojo / Si quiere librar el cuerpo / Vaya largando el abrojo” y exalta a nuestro héroe: “Viva nuestra libertad / Y el general San Martín, / Y publíquelo la fama / Con su sonoro clarín”.
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Hace 207 años se consolidaba la independencia de Chile en los llanos de Maipú. Como lo sostiene Olga Fernández Latour de Botas, el mérito de este “Cielito” consiste, además de celebrar ese triunfo, en que aparece allí por primera vez un “gaucho” como voz de cantor y como protagonista, lo que lo convierte en “la pieza inaugural de la poesía gauchesca rioplatense”.