Fermin Muguruza: la voz irreverente del punk vasco vuelve a Buenos Aires
Lideró Negu Gorriak y Kortatu y siempre tuvo una fluida relación con los músicos argentinos; se alejó un tiempo de los escenarios tras la muerte de su hermano Iñigo
Hay una anécdota que a Fermín Muguruza le gusta contar en entrevistas. Era 1981 y él era un estudiante de Pedagogía. “Para mí la educación era la clave para cambiar el mundo”, dice el músico, escritor y cineasta vasco a LA NACIÓN. Pero en mayo de ese año tuvo una experiencia que lo hizo cambiar de opinión: vio a The Clash en vivo. Tenía 18 y el clima político era espeso. Habían pasado tres meses desde el último intento de golpe al Estado español y apenas seis años del final de la dictadura franquista.
Joe Strummer subió al escenario e invitó a un músico vasco a interpretar una pieza del cancionero tradicional de ese país con un txistu. “Estas son las canciones prohibidas en la radio”, dijo el líder de los Clash antes de comenzar un extenso set que inauguró “London Calling”. No pasó mucho tiempo entre aquella presentación de Sandinista! en San Sebastián y el surgimiento de Kortatu, la banda que Muguruza armó junto a su hermano Iñigo (bajo) y Mattin (batería) y que se convirtió en uno de los grandes nombres de la escena de rock radical vasco (RRV). “Esa noche nos transformó a todos. Para mí fue una prueba muy clara de que la música también puede funcionar como una pedagogía de choque”.
La historia se constituyó en el mito fundacional de Kortatu. Es, sin dudas, potente: chico universitario deja vida académica y comienza un revoltoso recorrido en el punk que lo convierte en protagonista de la gran escena musical contracultural de los 80 y 90. La llamada “movida madrileña”, marcada por la new wave, había sido otra escena importante a nivel musical, aunque su diálogo con la cultura y el discurso político oficial sacó muchas menos chispas que el RRV, que ofreció un relato alternativo y contracultural al de la llamada “transición democrática”. Pero amén de sus detalles literarios, aquella anécdota sobre el germen de Kortatu es redonda principalmente por reunir algunos elementos ineludibles para contar la historia de Fermin Muguruza.
El primero de ellos es su compromiso con los movimientos independentistas del país vasco y la consecuente tonelada de fricciones que eso generó a lo largo de los cuarenta años que lleva haciendo música. Fricciones que, en ocasiones, escalaron a conflictos judiciales extensos. El más relevante de ellos fue la denuncia que recibió por la letra de “Ustelkeria”, en la que Negu Gorriak mencionaba a un teniente coronel acusado de participar de una red narco. La demanda fue por daños y perjuicios y exigía que se retire la canción y se haga efectivo el pago de un monto millonario. Por una década surfearon esa batalla legal, hasta que en 2001 un juez falló a favor del grupo.
El último de esos conflictos parece salido de un sketch de Capusotto: en Valencia, un artista pintó un retrato de Muguruza en un mural de la escuela y el padre de un estudiante denunció un supuesto “delito de enaltecimiento del terrorismo”. Seis docentes quedaron imputados en esa causa hasta que el juez resolvió que nada en la imagen sostenía la denuncia y sobreseyó a los maestros. En 2003, después de tener que suspender varios conciertos en distintos puntos de España por situaciones similares, Muguruza le dijo al diario El País: “Llevo años afirmando que estoy en contra de la violencia de ETA, pero parece que no se me hace caso, que no se me quiere creer. Sí, soy independentista y de izquierdas, pero eso no significa que esté a favor de la violencia, por eso creo que todo esto no es sino una persecución ideológica”.
Volvamos a su historia con Strummer. Otra cuestión que hace a este relato algo irresistible para el periodismo es cómo sintetiza un modo de hacer y producir de Muguruza: Fermin deja la facultad, pero no se desinteresa por la política, por el pensamiento, ni por la teoría. Al contrario. Con Kortatu graba tres discos de hardcore/ska/punk con bajos brutales y letras directas, mayormente compuestas en euskera. Es una decisión arriesgada para una banda con proyección internacional: menos de un millón de personas en todo el mundo hablan esa lengua, prohibida durante el franquismo. Este es su modo de preservarla y reivindicarla.
Tras la disolución de Kortatu, Fermín forma Negu Gorriak junto a su hermano Iñigo, Kaki Arkarazo, Mikel Txopeitia y Mikel Anestesia. Con ese grupo se acerca más al rap y al reggae y, ya en su proyecto solitario después del 97, profundiza en esa línea. Esa búsqueda de algún modo hace síntesis en 2006 con el lanzamiento de Euskal Herria Jamaica Clash, como solista y con el apoyo de algunos de los más grandes referentes de la escena jamaiquina, en los estudios Tuff Gong de Kingston (cuartel general de los Marley) y Big Yard (base de operaciones de la crew de Shaggy). Su constante estar en movimiento lo llevó también a trabajar en varias producciones que cruzan la música con la historia y la política, como la serie Next Music Station, el documental NOLA? Irun meets New Orleans y las películas de animación que coprodujo con dos estudios argentinos: Black is Beltza y Black is Beltza II. Ainhoa, cuya segunda entrega estuvo nominada a un Goya.
Su larga amistad con la música argentina
Ahora, tras once años sin hacer giras internacionales, Muguruza comenzó a girar para celebrar sus cuatro décadas en la música. Ese tour lo traerá a Buenos Aires el 24 de mayo, en una presentación que celebrará y repasará su recorrido vital. El show será en C Art Media (Corrientes 6270) y tendrá como banda invitada a Las Manos de Filippi, una de las muchas agrupaciones argentinas con las que trabó amistad a lo largo de estos 40 años.
Su relación con la escena local tuvo un primer destello en algún momento de los 80. “Nos llegó un fanzine argentino que mencionaba a Kortatu como una banda que estaba empezando a sonar. Sabíamos que había una escena interesante, pero a fines de esa década Kortatu se separa y nunca llegamos a ir a Latinoamérica”. En junio del 92, Negu Gorriak hace dos shows en México junto a los Cadillacs, además de Os Paralamas do Sucesso, Café Tacuba y varias bandas más. Esa gira se da en coincidencia con la celebración española del quinto centenario de su llegada al continente americano, celebración que la banda se dedicó a repudiar durante toda la gira. Flavio Cianciarulo ha contado a Rolling Stone Argentina que ese tour inspiró temas de los Cadillacs como “V centenario” del álbum Vasos vacíos (1993).
Al año siguiente, Fermín estaba en Paris cuando Manu Chao le dijo que quería presentarle a dos argentinos que estaban colaborando con él en Casa Babylon [cuarto y último disco de Mano Negra]. Eran Fidel Nadal y Pablo Molina, de Todos tus Muertos. “Antes de siquiera decirme ‘hola’ empezaron a cantar ‘Lehenbiziko bala’ y a saltar como si estuvieran adentro de un concierto. Para mí fue una sorpresa, ¿de dónde salieron estos dos extraterrestres? Desde ese momento fue una comunión, una cosa que dices ‘yo con estos tíos voy a donde sea’“. Y eso hizo: al año siguiente, la banda lo invitó a pasar un tiempo en Argentina para colaborar en el disco Dale aborigen, que tiene, de hecho, una versión de aquella canción con la que se conocieron.
La lista de músicos argentinos con los que Muguruza construyó amistades también incluye a Andrés Calamaro. De él recuerda particularmente un gesto muy noble que tuvo años atrás. En 2003, luego de que Fermín fuera abucheado y silbado en una entrega de premios madrileña en la que se refirió al cierre del único periódico que se publicaba en euskera, el artista vasco recibió un mensaje de apoyo de su colega argentino: “¡Qué pandilla de ignorantes! Me hubiera subido contigo a recibir ese premio”. Aquello fue hace veinte años.
Su largo vínculo con la música argentina hizo que en 2013, durante su última gira, incluyera a Buenos Aires como parada obligatoria. Luego regresó en ocasiones no musicales, como cuando presentó “Guerra” (la obra de teatro que creó junto a Albert Plá y Raúl Refree), la novela gráfica Black is Beltza y la película animada que se desprende del comic.
En 2019, el fallecimiento de su hermano y compañero de aventuras Iñigo, justo antes de la pandemia, lo tuvo fuera de los escenarios por una temporada. “Dejé de sentir que ese lugar fuera mi casa, que es lo que había sentido toda mi vida”. El aniversario número 40 del primer concierto de Kortatu y el pleito judicial más reciente por su cara pintada en una escuela, lo animaron a regresar. La gira comenzó con una presentación en Bilbao a finales de 2024 y continuará durante este año por Europa, Sudamérica y Asia: “Fue mi manera de responder con más cultura: volver a visitar todas esas ciudades que considero aliadas”.