Asesinato en el parque de la droga de Simancas: «Estamos hartos de narcopisos y yonkis»

A mediodía de ayer, se hablaba bajito en la zona interbloques de las calles del Castillo de Uclés y Castillo de Simancas. Por respeto al cadáver que la comisión judicial acababa de levantar, pero también por miedo. El asesinato de una mujer española de apenas 32 años es el colmo de lo que vienen sufriendo los residentes de las zonas más cercanas al parque Paraíso, que bien podría llamarse Infierno. En este rincón del distrito de San Blas-Canillejas, Leila, testigo de lo sucedido a las 9.20 de la mañana, baja la voz para confiarnos: «Esto que tenemos justo aquí al lado, a un palmo, es un narcopiso, en la planta baja». A apenas veinte metros yacía el cuerpo sin vida de la última víctima mortal de esa plaga llamada droga: perseguida durante decenas de metros por su agresor, supuestamente un comprador, que vestía camiseta amarilla y una capucha para ocultar el rostro. Fuentes policiales explican a ABC que el principal móvil, descartada la violencia de género, es una pelea por el trapicheo de unas micras de basuco o lo que fuera que se quería meter el presunto homicida. El impago de la dosis y el engaño del intercambio de un teléfono como prenda desencadenaron en una bronca en una de las esquinas donde se pasa de todo. «Venían corriendo desde Amposta, donde la estación de Metro de Simancas, y yo estaba en el parque», explica Manuel, que vio buena parte de la escena. «Entonces me fijé en tres chicos que estaban en un merendero, con sus bolsas de patatas y sus bebidas, que salieron corriendo para ayudar a la chica», añade. El relato coincide con el de Leila, que se encontraba en casa cuando comenzó a escuchar gritos de la muchacha: «¡Para! ¡Qué haces!». «Pensaba que era una pelea más y escuché cómo los chicos del parque llegaban para auxiliarla. Creí también que le estaban robando el móvil. Gritaron: '¡Llamad a la Policía, por favor!', y me asomé a la ventana; la vi tirada en el callejón, con sangre en el pecho. Muerta». Numerosos efectivos del Samur-Protección Civil se acercaron al escenario, a la altura del número 39 de la calle del Castillo de Simancas, junto a una plazoleta donde hay un bar, un centro de día y otro de salud mental, ambos municipales, además de un comedor social de la Orden de Malta. Los sanitarios intentaron durante 40 minutos sacar a la mujer de la parada cardiorrespiratoria, sin éxito, informa Emergencias Madrid. Presentaba heridas de defensa en brazos y manos, pero la mortal la tenía en el pecho. La Policía encontró en las inmediaciones un cuchillo sin mango, el arma presuntamente utilizada, tras levantar tapas de alcantarillas y mirar en papeleras y contenedores cercanos. El asesino huyó. Tras de sí se dejó el abono transportes. Poco después, agentes del Grupo de Atención Ciudadana (GAC) de la comisaría del distrito lo encontraron en la calle de José del Hierro, que sale a Arturo Soria y está a unos 3 kilómetros de distancia del lugar del crimen. La comisión judicial ordenó el levantamiento del cadáver, que fue trasladado al Instituto de Medicina Legal para que le practiquen la autopsia. El callejón está justo al lado del esquinazo de un bar que lleva apenas seis meses cerrado, tras la jubilación de sus dueños. «Ahí, en el soportal, es donde se vende. Una de las traficantes es una mujer bajita, que podría ser la víctima, a la que el jueves vi llegar con un patinete. Se situaba allí y aquello se convierte en un punto de venta de droga que es un no parar», explican Javier y José, del bar de al lado, en la plazoleta, que han conocido la noticia a través de ABC.es. El vecindario mascullaba maldiciones, harto de tanto lumpen, camello y narcopiso, con lo que llevan aparejado. Lorena se mudó hace siete años al barrio y ya está arrepentida. Se compró un piso y en noviembre, un espray de pimienta. «Sé que es ilegal», aunque más fuera de la ley está que te maten o lo que le pasó entonces: «Saco al perro a las cinco de la madrugada, que es cuando puedo, y se me echó encima un toxicómano, el perro comenzó a ladrarle y el tipo le empezó a pegar. La Policía lo detuvo pero no quise denunciarlo porque, al final, vivo aquí, y me daba miedo ir a juicio y que tomara represalias. Estamos hartos de los narcopisos, las narcocasas y de los yonkis... ¡Que los saquen de aquí!». Al calor de la conversación llegan dos mujeres más; una acaba de enterarse del suceso y la otra se altera: «Aquí no se puede ni aparcar el coche, porque por la noche te rompen los cristales. Esto ya es de vergüenza». En lo que sí coincidían ayer todos en que, pese a lo ocurrido y a que el barrio está cada vez peor, la zona más degragada es la de Amposta, unas calles más arriba, donde este periódico ha dado cuenta de la epidemia de trapicheo y drogadictos campando a sus anchas. «Cuando llamas a la Policía, vienen siempre, pero apenas pueden hacer nada».

May 12, 2025 - 04:50
 0
Asesinato en el parque de la droga de Simancas: «Estamos hartos de narcopisos y yonkis»
A mediodía de ayer, se hablaba bajito en la zona interbloques de las calles del Castillo de Uclés y Castillo de Simancas. Por respeto al cadáver que la comisión judicial acababa de levantar, pero también por miedo. El asesinato de una mujer española de apenas 32 años es el colmo de lo que vienen sufriendo los residentes de las zonas más cercanas al parque Paraíso, que bien podría llamarse Infierno. En este rincón del distrito de San Blas-Canillejas, Leila, testigo de lo sucedido a las 9.20 de la mañana, baja la voz para confiarnos: «Esto que tenemos justo aquí al lado, a un palmo, es un narcopiso, en la planta baja». A apenas veinte metros yacía el cuerpo sin vida de la última víctima mortal de esa plaga llamada droga: perseguida durante decenas de metros por su agresor, supuestamente un comprador, que vestía camiseta amarilla y una capucha para ocultar el rostro. Fuentes policiales explican a ABC que el principal móvil, descartada la violencia de género, es una pelea por el trapicheo de unas micras de basuco o lo que fuera que se quería meter el presunto homicida. El impago de la dosis y el engaño del intercambio de un teléfono como prenda desencadenaron en una bronca en una de las esquinas donde se pasa de todo. «Venían corriendo desde Amposta, donde la estación de Metro de Simancas, y yo estaba en el parque», explica Manuel, que vio buena parte de la escena. «Entonces me fijé en tres chicos que estaban en un merendero, con sus bolsas de patatas y sus bebidas, que salieron corriendo para ayudar a la chica», añade. El relato coincide con el de Leila, que se encontraba en casa cuando comenzó a escuchar gritos de la muchacha: «¡Para! ¡Qué haces!». «Pensaba que era una pelea más y escuché cómo los chicos del parque llegaban para auxiliarla. Creí también que le estaban robando el móvil. Gritaron: '¡Llamad a la Policía, por favor!', y me asomé a la ventana; la vi tirada en el callejón, con sangre en el pecho. Muerta». Numerosos efectivos del Samur-Protección Civil se acercaron al escenario, a la altura del número 39 de la calle del Castillo de Simancas, junto a una plazoleta donde hay un bar, un centro de día y otro de salud mental, ambos municipales, además de un comedor social de la Orden de Malta. Los sanitarios intentaron durante 40 minutos sacar a la mujer de la parada cardiorrespiratoria, sin éxito, informa Emergencias Madrid. Presentaba heridas de defensa en brazos y manos, pero la mortal la tenía en el pecho. La Policía encontró en las inmediaciones un cuchillo sin mango, el arma presuntamente utilizada, tras levantar tapas de alcantarillas y mirar en papeleras y contenedores cercanos. El asesino huyó. Tras de sí se dejó el abono transportes. Poco después, agentes del Grupo de Atención Ciudadana (GAC) de la comisaría del distrito lo encontraron en la calle de José del Hierro, que sale a Arturo Soria y está a unos 3 kilómetros de distancia del lugar del crimen. La comisión judicial ordenó el levantamiento del cadáver, que fue trasladado al Instituto de Medicina Legal para que le practiquen la autopsia. El callejón está justo al lado del esquinazo de un bar que lleva apenas seis meses cerrado, tras la jubilación de sus dueños. «Ahí, en el soportal, es donde se vende. Una de las traficantes es una mujer bajita, que podría ser la víctima, a la que el jueves vi llegar con un patinete. Se situaba allí y aquello se convierte en un punto de venta de droga que es un no parar», explican Javier y José, del bar de al lado, en la plazoleta, que han conocido la noticia a través de ABC.es. El vecindario mascullaba maldiciones, harto de tanto lumpen, camello y narcopiso, con lo que llevan aparejado. Lorena se mudó hace siete años al barrio y ya está arrepentida. Se compró un piso y en noviembre, un espray de pimienta. «Sé que es ilegal», aunque más fuera de la ley está que te maten o lo que le pasó entonces: «Saco al perro a las cinco de la madrugada, que es cuando puedo, y se me echó encima un toxicómano, el perro comenzó a ladrarle y el tipo le empezó a pegar. La Policía lo detuvo pero no quise denunciarlo porque, al final, vivo aquí, y me daba miedo ir a juicio y que tomara represalias. Estamos hartos de los narcopisos, las narcocasas y de los yonkis... ¡Que los saquen de aquí!». Al calor de la conversación llegan dos mujeres más; una acaba de enterarse del suceso y la otra se altera: «Aquí no se puede ni aparcar el coche, porque por la noche te rompen los cristales. Esto ya es de vergüenza». En lo que sí coincidían ayer todos en que, pese a lo ocurrido y a que el barrio está cada vez peor, la zona más degragada es la de Amposta, unas calles más arriba, donde este periódico ha dado cuenta de la epidemia de trapicheo y drogadictos campando a sus anchas. «Cuando llamas a la Policía, vienen siempre, pero apenas pueden hacer nada».