Anatomía canina: ¿por qué los perros se quedan ‘enganchados’ durante la cópula?
El ‘bulbus glandis’ es una estructura del pene de algunos mamíferos machos como los cánidos y pinnípedos.

Hay un inesperado y curioso punto en común entre quienes conviven con perros pero nunca han presenciado el acto sexual entre ellos, y los y las lectoras del género romantasy protagonizado por licántropos (hombres lobo), donde cierta particularidad anatómica ha pasado a convertirse casi en canon dentro de este género literario: al terminar la cópula, el macho y la hembra no se separan de inmediato. De hecho, pueden permanecer ‘enganchados’ hasta media hora, en lo que parece una incomodísima maniobra. ¿Por qué ocurre esto? ¿Es normal o es peligroso?
Para entenderlo, hay que mirar de cerca cómo funciona la reproducción en los cánidos, es decir, en los miembros de la familia que incluye a los perros, lobos, zorros o chacales. En los perros domésticos, el sistema reproductor de los machos y de las hembras tiene unas características únicas, que no solo facilitan la fecundación, sino que además aseguran que la cópula sea efectiva incluso si el entorno no ayuda demasiado, algo lógico si tenemos en cuenta que, en la naturaleza, el apareamiento puede verse interrumpido por otros machos o por depredadores.
El pene del perro, al igual que en otros mamíferos, se encuentra normalmente retraído dentro de una vaina llamada prepucio. Pero a diferencia de lo que ocurre en humanos, por ejemplo, contiene una estructura que se hincha durante la cópula: el bulbus glandis. Esta es la pieza clave del fenómeno que popularmente se conoce como nudo o abotonamiento.
Curiosamente, este fenómeno no está limitado a los machos fértiles. Incluso perros esterilizados y los castrados, es decir, aquellos a los que se les han extirpado los testículos y, por tanto, tienen una producción de hormonas sexuales muy reducida, pueden experimentar la hinchazón del bulbo. Esto ocurre porque la excitación sexual en los cánidos no depende únicamente de las hormonas, sino también de estímulos físicos o sociales.
Así, aunque el perro no tenga capacidad reproductiva ni esté motivado por deseo sexual, su cuerpo puede responder con la erección parcial del pene y la inflamación del bulbo, como reflejo del sistema nervioso.
El bulbus glandis, un anclaje natural
También llamado bulbo o nudo, es un tejido eréctil que forma parte del pene de los cánidos, es decir, una estructura que se llena de sangre cuando el perro está sexualmente excitado. Su función es facilitar que, durante la penetración, el pene quede literalmente anclado dentro de la hembra.
Este aumento de volumen se produce porque, durante la cópula, los músculos situados en la base del pene se contraen y comprimen las venas que normalmente drenarían la sangre, lo que reduce el retorno venoso. Como resultado, la sangre entra pero no puede salir con facilidad, provocando que el bulbus se hinche progresivamente.
Mediante este mecanismo, además de mejorar las probabilidades de que el esperma llegue a buen puerto, evita que el macho pueda ser expulsado o interrumpido en medio del acto. En el caso de los perros domésticos, esta ‘fijación’ puede durar desde unos pocos minutos hasta más de media hora, aunque lo habitual es que no supere los 20 minutos.
Lo más interesante es que el ‘abotonamiento’ no se produce solo por la hinchazón del pene, sino que también influye la musculatura de la vagina de la hembra. Esta zona contiene anillos musculares que, al notar la presencia del bulbus hinchado, se contraen rítmicamente. Esta contracción impide que el macho se retire, estimula la eyaculación y mantiene el pene erecto durante más tiempo.
El ‘abotonamiento’: lo que se ve y lo que no se ve
Desde fuera, lo que se percibe cuando dos perros se quedan unidos tras la cópula es un momento algo incómodo donde el macho normalmente acaba girado, de espaldas a la hembra, con ambos animales inmóviles o caminando muy despacio como si no supieran cómo resolver la situación.
Los términos de abotonamiento o nudo hacen referencia a la forma en que el pene parece haber quedado ‘atrapado’ dentro de la hembra. Es completamente normal, aunque a menudo desconcierta o alarma a quienes lo observan por primera vez. La clave es, y esto es muy importante, no intervenir: la separación se producirá de manera natural cuando la hinchazón del bulbo baje y los músculos vaginales dejen de contraerse.
Durante este tiempo, el cuerpo del macho continúa produciendo líquido prostático, que es el que ayuda a transportar los espermatozoides hacia el útero de la hembra. Todo el proceso está finamente regulado por hormonas y reflejos físicos que no requieren ninguna participación externa.
Fases en el proceso de eyaculación
En los perros, la eyaculación no ocurre de forma inmediata al comenzar la cópula. De hecho, se divide en varias fases. En la primera, el macho libera una pequeña cantidad de esperma altamente concentrado. Después, durante el tiempo que permanece ‘abotonado’, su cuerpo va expulsando más espermatozoides junto con grandes cantidades de líquido prostático. Este líquido no contiene esperma, pero su función es la de empujar los espermatozoides hacia el interior del tracto reproductor de la hembra y crear un entorno químico más favorable para la fecundación.
Este sistema por etapas es particularmente eficaz en especies que no pueden permitirse repetir el apareamiento muchas veces y maximiza las probabilidades de fecundación en cada intento y reduce la competencia con otros machos.
¿Qué pasa si se intenta separar a dos perros?
Aunque a muchas personas les incomode ver a dos perros ‘enganchados’, lo más importante es no intentar separarlos. Hacerlo puede causar lesiones graves, tanto al macho como a la hembra. En el mejor de los casos, se provocará dolor; en el peor, se pueden dañar los órganos internos y causar desgarros.
Insistimos en repetir que el proceso de separación es completamente natural, no requiere intervención y que forzarla puede tener consecuencias negativas para ambos animales.
Lo más sensato es simplemente esperar. Aunque resulte aparatoso, el ‘nudo’ no es peligroso y, en condiciones normales, se resolverá en pocos minutos. Si en algún caso excepcional pasara demasiado tiempo (más de 45 minutos, por ejemplo), lo adecuado sería consultar con un veterinario, pero sin aplicar fuerza en ningún momento.