Analfabetismo financiero-digital: el nuevo reto
Forbes México. Analfabetismo financiero-digital: el nuevo reto En la última década, México ha vivido una transformación acelerada en la forma en que las personas se relacionan con su dinero. Analfabetismo financiero-digital: el nuevo reto Forbes Staff

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Analfabetismo financiero-digital: el nuevo reto

El analfabetismo financiero-digital se asemeja a una persona que maneja un auto con asistencias de manejo, pero no sabe cómo cambiar una llanta. Todo funciona… hasta que deja de funcionar.
En la última década, México ha vivido una transformación acelerada en la forma en que las personas se relacionan con su dinero. Las aplicaciones móviles para la gestión bancaria, invertir o realizar pagos están al alcance de cualquier persona con un smartphone y conexión a internet. Siendo honestos, nunca había sido tan sencillo ser participante en el sistema financiero. Pero esta accesibilidad pone al descubierto un nuevo desafío: el analfabetismo financiero-digital.
Nos encontramos frente a un fenómeno en el que millones de personas utilizan herramientas financieras tecnológicas sin comprender del todo cómo funcionan, qué riesgos implican ni qué derechos tienen como usuarios. Es un desafío relevante porque no es evidente a primera vista; la apariencia de modernidad y fácil acceso que ofrecen las plataformas financieras puede llevarnos a pensar que existe un avance, cuando en realidad se está creando una nueva brecha.
Avances aún insuficientes
México aún tiene un alto potencial entre los países de América Latina para una mayor adopción de servicios financieros digitales. De acuerdo con el estudio realizado por el Banco Mundial: The Global Findex Database 2021, únicamente el 44% de los adultos mexicanos ha realizado o recibido pagos digitales, frente al 64% de la población global.
Sin embargo, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera 2024 (ENIF), el país ha presentado un avance significativo en términos de uso en la infraestructura disponible. Mientras la mayoría de los canales como cajero automático, sucursales bancarias o páginas de internet cedieron terreno en su uso para hacer o consultar movimientos, las aplicaciones móviles pasaron de 54% de la población en 2021, a 69% para 2024. Aunque, lo digital no siempre es sinónimo de conocimiento.
Parte del problema radica en una confusión común: asumir que lo digital es automáticamente educativo. Es decir, utilizar apps bancarias, de inversión o crédito con diseño intuitivo y elementos gráficos coloridos, no es sinónimo de entender cómo funciona el instrumento financiero que elegimos. Esto abre la puerta al sobreendeudamiento, a las inversiones sin estrategia y a la vulnerabilidad frente a fraudes o esquemas dudosos. La gran cantidad de información que hoy nos bombardea por diferentes canales nos puede llevar a tomar decisiones alejadas de nuestras verdaderas necesidades, es decir, generarnos un sesgo hacia productos que realmente no necesitamos. Como tarjetas de crédito muy cool, pero que tienen condiciones potencialmente desfavorables para los usuarios, como tasas de interés muy altas que pueden desbalancear nuestras finanzas personales y familiares de manera sencilla.
¿Qué podemos hacer como participantes del ecosistema financiero?
El analfabetismo financiero-digital no se resuelve únicamente con regulación. Se requiere de una estrategia integral de educación financiera adaptada a los nuevos entornos tecnológicos y basada en un pensamiento crítico del autoconocimiento.
En el ecosistema financiero ya no basta con enseñar qué es una tasa de interés o cómo funciona el ahorro. Nuestra narrativa como educadores financieros debe enseñar a comparar plataformas, leer términos y condiciones, identificar señales de alerta y entender modelos de negocio que parezcan novedosos con el fin de evitar malas experiencias en nuestras decisiones.
Las instituciones financieras tradicionales, las fintech y los organismos regulatorios deben colaborar para impulsar información sencilla, accesible y en formatos digitales que faciliten la comprensión de los productos para los usuarios. No como cumplimiento normativo, sino como parte de una genuina estrategia de largo plazo para fidelizar usuarios informados. Aunque la tecnología busca reducir la burocracia y automatizar procesos, el usuario necesita acompañamiento; fomentar una atención híbrida (humano + tecnología) e impulsar centros de aprendizaje financiero pueden marcar una diferencia tangible en la experiencia del usuario y su nivel de comprensión.
Además, incorporar habilidades financieras como parte de los planes de estudio desde la educación básica debe contemplarse en las directrices hacia las nuevas generaciones. La alfabetización financiero-digital debe ser una oportunidad para integrar contenidos actualizados, dinámicos y relevantes para la toma de decisiones en la vida diaria. Donde el verdadero empoderamiento financiero no se mida por el número de apps descargadas ni por cuántas transacciones hacemos al mes. Sino por la capacidad que tenemos para tomar decisiones informadas, comparar opciones y entender las consecuencias de nuestras elecciones. No existe, aún con las IAs, tecnología que sustituya esto.
Como conclusión, quiero hacer énfasis en que detrás del auge digital, existen áreas de oportunidad y desafíos que no podemos ignorar. La educación financiera y digital debe fortalecerse desde las entidades públicas y las instituciones financieras. Fomentar una cultura de scouting en servicios financieros, aprender a contratar servicios con instituciones reguladas y garantizar que la información sea sencilla y accesible para los usuarios, es fundamental para mantener los avances generados.
Lo que está en juego no es solo el buen uso de las herramientas tecnológicas en la toma de decisiones. Es la autonomía financiera de una generación que merece más que acceso; merece entendimiento. Espero que esta reflexión haya sido útil y nos vemos en la próxima entrega.
Sobre el autor:
*Juan Carlos Cruz Tapia es autor del libro 100 preguntas para entender sobre inversiones.
IG/TT: @juancarlos.trader
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