Un grito de alarma en menos de cien páginas. Hablamos con Javier Morales sobre su "panfleto ecoanimalista"
El escritor y periodista Javier Morales nos habla sobre su más reciente libro, 'La hamburguesa que devoró el mundo', un "panfleto ecoanimalista" que aborda la crisis ecosocial actual y la necesidad urgente de unir ecologismo y animalismo para salvar nuestro planeta “El objetivo de un texto no es que sea posible que se entienda, sino que sea imposible que no se entienda”. La frase se atribuye a Erhard Eppler, político y escritor alemán. El más reciente libro de Javier Morales, La hamburguesa que devoró el mundo, subtitulado sin tapujos Un panfleto ecoanimalista, cumple con creces con este objetivo. Según la RAE, un panfleto es un “escrito breve de tono agresivo y propagandístico, generalmente de carácter político”. En menos de cien páginas, Morales enumera argumentos irrefutables que hacen evidente que la ecología y el animalismo son indispensables para el planeta y sobre todo para la supervivencia de la humanidad. El libro cuenta con un inspirador prólogo de Ruth Toledano y con un epílogo de Marta Tafalla, que define la contextualización del texto en su génesis y su conjunto, así como con las respuestas de varios activistas a cinco preguntas básicas que el autor les plantea sobre ecología, animalismo y activismo. Concluye con una propuesta de decálogo ecoanimalista. Aunque el libro es suficientemente exhaustivo, hemos conversado con el autor para ampliar algunos aspectos. P: El título de tu libro es provocador. ¿Por qué elegiste La hamburguesa que devoró el mundo? R: Elegí este título porque la hamburguesa simboliza perfectamente el modelo de consumo insostenible que está devorando literalmente nuestro planeta. Es un símbolo de la ganadería industrial, la deforestación para crear pastos, la contaminación de acuíferos, el maltrato animal y la colonización cultural a través de la comida rápida. La hamburguesa representa también cómo pequeñas decisiones cotidianas tienen un impacto global. Cada vez que alguien elige una hamburguesa, está participando en un sistema que contribuye al colapso ecosocial. Quería un título que fuera directo y que ayudara a visualizar cómo nuestros hábitos de consumo están literalmente devorando el mundo. Además, la imagen tiene algo de absurdo y monstruoso que me parecía adecuado para un panfleto: una hamburguesa que crece y crece hasta devorar el planeta entero. Es una metáfora visual potente que resume la tesis central del libro. P: Has decidido subtitular tu libro Un panfleto ecoanimalista. Hay quienes podrían ver algo peyorativo en el término “panfleto”. ¿Por qué elegiste específicamente este formato y esta denominación? R: Elegí conscientemente la palabra “panfleto” para reivindicar un género literario con una larga tradición en los movimientos sociales y políticos. El panfleto tiene características que me parecen necesarias en este momento: es directo, conciso, polémico y está orientado a la acción. No pretendo escribir un texto académico neutral, sino un llamado urgente a la movilización. El formato del panfleto me permite expresar sin ambages la gravedad de la situación y la necesidad de actuar. Es cierto que a veces se usa el término de forma despectiva, como si un texto apasionado no pudiera ser también riguroso. Pero grandes obras que cambiaron el curso de la historia fueron panfletos: desde Vindicación de los derechos de la mujer, de Mary Wollstonecraft, hasta El manifiesto comunista, de Marx y Engels. No me avergüenza la etiqueta; al contrario, quiero recuperar la potencia del panfleto como herramienta de transformación social. La crisis ecosocial es tan grave que no podemos permitirnos la asepsia o la tibieza. P: Dices en La hamburguesa que devoró el mundo que sobra literatura y falta acción. ¿En verdad sobra literatura? ¿O es que la literatura que hay no llega adonde tiene que llegar? ¿O faltan lectores que la lleven a la acción? R: Lo que quiero decir es que ya contamos con suficiente evidencia científica y reflexión filosófica sobre la crisis ecosocial que vivimos. El problema no es la falta de conocimiento, sino la ausencia de voluntad política y acción colectiva. Tenemos bibliotecas llenas de libros que nos advierten sobre el colapso climático, la pérdida de biodiversidad y la explotación animal. Lo que nos falta es transformar ese conocimiento en cambios reales. Dicho esto, creo que sigue siendo necesario un tipo de literatura que sea capaz de conmover, de sacudir conciencias, que presente los hechos de manera directa y contundente. Por eso elegí el formato de panfleto: quería un texto breve, accesible y que no dejara lugar a dudas sobre la urgencia de actuar. No necesitamos más tratados académicos, sino textos que movilicen y lleguen a un público amplio. P: Se siente en tu libro, que has llamado panfleto, tu respeto y admiración por la naturaleza y los animale

El escritor y periodista Javier Morales nos habla sobre su más reciente libro, 'La hamburguesa que devoró el mundo', un "panfleto ecoanimalista" que aborda la crisis ecosocial actual y la necesidad urgente de unir ecologismo y animalismo para salvar nuestro planeta
“El objetivo de un texto no es que sea posible que se entienda, sino que sea imposible que no se entienda”. La frase se atribuye a Erhard Eppler, político y escritor alemán. El más reciente libro de Javier Morales, La hamburguesa que devoró el mundo, subtitulado sin tapujos Un panfleto ecoanimalista, cumple con creces con este objetivo.
Según la RAE, un panfleto es un “escrito breve de tono agresivo y propagandístico, generalmente de carácter político”. En menos de cien páginas, Morales enumera argumentos irrefutables que hacen evidente que la ecología y el animalismo son indispensables para el planeta y sobre todo para la supervivencia de la humanidad.
El libro cuenta con un inspirador prólogo de Ruth Toledano y con un epílogo de Marta Tafalla, que define la contextualización del texto en su génesis y su conjunto, así como con las respuestas de varios activistas a cinco preguntas básicas que el autor les plantea sobre ecología, animalismo y activismo. Concluye con una propuesta de decálogo ecoanimalista.
Aunque el libro es suficientemente exhaustivo, hemos conversado con el autor para ampliar algunos aspectos.
P: El título de tu libro es provocador. ¿Por qué elegiste La hamburguesa que devoró el mundo?
R: Elegí este título porque la hamburguesa simboliza perfectamente el modelo de consumo insostenible que está devorando literalmente nuestro planeta. Es un símbolo de la ganadería industrial, la deforestación para crear pastos, la contaminación de acuíferos, el maltrato animal y la colonización cultural a través de la comida rápida.
La hamburguesa representa también cómo pequeñas decisiones cotidianas tienen un impacto global. Cada vez que alguien elige una hamburguesa, está participando en un sistema que contribuye al colapso ecosocial. Quería un título que fuera directo y que ayudara a visualizar cómo nuestros hábitos de consumo están literalmente devorando el mundo.
Además, la imagen tiene algo de absurdo y monstruoso que me parecía adecuado para un panfleto: una hamburguesa que crece y crece hasta devorar el planeta entero. Es una metáfora visual potente que resume la tesis central del libro.
P: Has decidido subtitular tu libro Un panfleto ecoanimalista. Hay quienes podrían ver algo peyorativo en el término “panfleto”. ¿Por qué elegiste específicamente este formato y esta denominación?
R: Elegí conscientemente la palabra “panfleto” para reivindicar un género literario con una larga tradición en los movimientos sociales y políticos. El panfleto tiene características que me parecen necesarias en este momento: es directo, conciso, polémico y está orientado a la acción. No pretendo escribir un texto académico neutral, sino un llamado urgente a la movilización.
El formato del panfleto me permite expresar sin ambages la gravedad de la situación y la necesidad de actuar. Es cierto que a veces se usa el término de forma despectiva, como si un texto apasionado no pudiera ser también riguroso. Pero grandes obras que cambiaron el curso de la historia fueron panfletos: desde Vindicación de los derechos de la mujer, de Mary Wollstonecraft, hasta El manifiesto comunista, de Marx y Engels.
No me avergüenza la etiqueta; al contrario, quiero recuperar la potencia del panfleto como herramienta de transformación social. La crisis ecosocial es tan grave que no podemos permitirnos la asepsia o la tibieza.
P: Dices en La hamburguesa que devoró el mundo que sobra literatura y falta acción. ¿En verdad sobra literatura? ¿O es que la literatura que hay no llega adonde tiene que llegar? ¿O faltan lectores que la lleven a la acción?
R: Lo que quiero decir es que ya contamos con suficiente evidencia científica y reflexión filosófica sobre la crisis ecosocial que vivimos. El problema no es la falta de conocimiento, sino la ausencia de voluntad política y acción colectiva. Tenemos bibliotecas llenas de libros que nos advierten sobre el colapso climático, la pérdida de biodiversidad y la explotación animal. Lo que nos falta es transformar ese conocimiento en cambios reales.
Dicho esto, creo que sigue siendo necesario un tipo de literatura que sea capaz de conmover, de sacudir conciencias, que presente los hechos de manera directa y contundente. Por eso elegí el formato de panfleto: quería un texto breve, accesible y que no dejara lugar a dudas sobre la urgencia de actuar. No necesitamos más tratados académicos, sino textos que movilicen y lleguen a un público amplio.
P: Se siente en tu libro, que has llamado panfleto, tu respeto y admiración por la naturaleza y los animales, pero no amor. Nada sentimental, al menos. Digamos que esta emoción es muy contenida ¿A qué se debe esto?
R: J.M. Coetzee dijo que “los animales no necesitan amor, necesitan justicia”. Yo amo a los animales, pero en este libro mi intención es similar a eso que expresa Coetzee. Se sienta o no se sienta amor por los animales o por la naturaleza, estos tienen derecho a la justicia, y eso es lo que intenta mostrar este panfleto a todo el mundo, no solo a los que tienen, por así decirlo, esos “sentimientos morales”.
Además, creo que el sentimentalismo a veces puede ser contraproducente en este debate. Cuando reducimos el animalismo a una cuestión de emociones, es fácil desactivarlo argumentando que es cosa de “amantes de los animales”. Prefiero un enfoque basado en hechos, en la ética y en la justicia. No se trata solo de amar a los animales, sino de reconocer que tienen intereses propios y que merecen consideración moral.
P: Se ha dicho que el feminismo no es una ideología, sino una muestra del nivel de evolución de una sociedad. En consecuencia, el machismo se puede considerar atraso. Hoy, la ecología y animalismo se consideran también ideologías, sea de manera positiva o despectiva. ¿Qué hace falta para que se las considere conductas que indiquen el nivel de evolución y las aspiraciones de una sociedad?
R: Necesitamos un cambio cultural profundo, similar al que ha experimentado el feminismo en las últimas décadas. El ecologismo y el animalismo no son ideologías caprichosas, sino respuestas necesarias a crisis reales que amenazan nuestra supervivencia y la de millones de especies.
Para que sean considerados indicadores de evolución social, necesitamos que estos valores se integren en nuestras instituciones, en nuestras leyes y en nuestra educación. Debe normalizarse que proteger el planeta y respetar a los animales no humanos es parte de ser una sociedad civilizada, igual que lo es la igualdad de género o los derechos humanos.
También es fundamental desmontar la falsa dicotomía entre progreso económico y protección ambiental. El verdadero progreso debe ser sostenible y respetuoso con todos los seres sintientes. Una sociedad que destruye su propio hábitat y causa sufrimiento masivo a otros seres vivos no puede considerarse avanzada, por muy tecnológicamente desarrollada que sea.
P: En 2017 publicaste El día que dejé de comer animales, donde reproduces conversaciones con filósofos y activistas sobre derechos de los animales. ¿En qué se diferencia aquel libro de este?
R: Aunque ya tenía una larga experiencia en ecología, entonces yo era casi que un recién llegado en el antiespecismo. Escribí ese libro para aprender de los entrevistados, y no aspiraba a convencer a los lectores para que se hicieran vegetarianos. Solo quería que cambiaran su mirada hacia los animales más próximos, que acaban en nuestro plato. También intenté contar sin dogmatismo, sin eludir mis propias contradicciones, mi tránsito al veganismo. Este panfleto en cambio nace de la urgencia del momento actual. Mi opinión se sustenta en hechos. La sociedad ha cambiado su percepción hacia la ecología y el animalismo. Y yo creo que abrazar ambas corrientes te convierte en una mejor persona.
P: En tu libro hablas de la importancia de unir ecologismo y animalismo. ¿Por qué es tan importante esta intersección y qué resistencias encuentras en ambos movimientos?
R: La intersección es crucial porque enfrentamos una crisis sistémica que requiere soluciones integrales. No podemos salvar el planeta sin cuestionar nuestra relación con los animales, especialmente considerando el impacto devastador de la ganadería industrial en la crisis climática, la deforestación y la pérdida de biodiversidad.
Las resistencias vienen de ambos lados. Algunos ecologistas siguen anclados en una visión antropocéntrica, preocupados solo por la supervivencia humana y dispuestos a sacrificar individuos animales “por el bien del ecosistema”. Por otro lado, ciertos animalistas se centran exclusivamente en los animales domésticos o explotados, sin considerar los ecosistemas completos y las especies silvestres.
El libro propone superar estas divisiones: el ecologismo debe abandonar el antropocentrismo y el animalismo debe abrazar una visión más holística, que incluya el cuidado de los hábitats naturales. Solo así podremos hacer frente a las fuerzas que amenazan la vida en la Tierra.
P: En el libro mencionas el “tecnocapitalismo” como parte del problema ecosocial actual. ¿Podrías elaborar sobre este concepto y cómo se relaciona con la crisis que describes?
R: El tecnocapitalismo es un sistema donde la tecnología y el capital se retroalimentan mutuamente, acelerando la explotación tanto de recursos naturales como de seres vivos. No es solo el capitalismo tradicional, sino una versión potenciada por la tecnología digital que ha multiplicado su capacidad destructiva. En este sistema, la naturaleza y los animales son reducidos a meros recursos, a mercancías.
Lo que observamos es que la tecnología, en lugar de ayudarnos a resolver la crisis ecosocial, está siendo principalmente utilizada para optimizar la extracción de valor y la acumulación de capital. Los algoritmos, la inteligencia artificial y la biotecnología, en manos del poder corporativo, intensifican la explotación animal y la destrucción de ecosistemas. En el libro señalo que necesitamos reorientar radicalmente el desarrollo tecnológico hacia un modelo que respete los límites planetarios y la dignidad de todos los seres sintientes.
P: En el “decálogo ecoanimalista” que incluyes al final del libro, ¿cuál consideras que es el punto más difícil de implementar a nivel social y por qué?
R: El punto más difícil de implementar es probablemente el que exige romper con el modelo económico basado en el crecimiento infinito. Nuestra sociedad está estructurada alrededor del mito del crecimiento perpetuo, que es materialmente imposible en un planeta finito.
La dificultad radica en que este cambio requiere transformar no solo la economía, sino también nuestra cultura y valores. Implica abandonar el consumismo como forma de vida y redefinir el concepto de bienestar. Significa enfrentarse a poderes económicos y políticos enormes que se benefician del sistema actual.
Además, este cambio provoca miedo e incertidumbre en la población. ¿Cómo será una sociedad no basada en el crecimiento? ¿Perderemos comodidades? ¿Habrá trabajo para todos? Estas preguntas generan resistencia al cambio. Por eso, además de criticar el modelo actual, necesitamos construir y visibilizar alternativas deseables que demuestren que otro mundo no solo es posible, sino también mejor para todos los seres que habitamos este planeta.
P: Mencionas la colaboración entre ecologismo y animalismo como movimientos fundamentales. ¿Crees que estamos viendo ya signos de esta integración o todavía hay mucha separación entre ambos?
R: Estamos viendo algunos signos prometedores de integración, pero aún queda mucho camino por recorrer. Cada vez más organizaciones ecologistas incorporan el bienestar animal en sus agendas, reconociendo, por ejemplo, el impacto devastador de la ganadería industrial en el cambio climático. Simultáneamente, muchos activistas por los derechos animales están ampliando su visión para incluir consideraciones ecosistémicas.
Sin embargo, persisten divisiones significativas. Algunas organizaciones ecologistas tradicionales siguen promoviendo la caza como herramienta de gestión o ignorando el sufrimiento animal en sus políticas. Y ciertos grupos animalistas continúan centrándose exclusivamente en animales domésticos o de granja sin considerar las especies silvestres y sus hábitats.
Lo que me parece esperanzador es el surgimiento de una nueva generación de activistas que ya no ven sentido a esta separación. Jóvenes que entienden intuitivamente que la justicia para los animales y la preservación de los ecosistemas son dos caras de la misma moneda. En ellos veo la semilla de un movimiento ecoanimalista fuerte que podría ser decisivo en las próximas décadas.
P: Dada tu experiencia como profesor de escritura creativa, ¿qué papel crees que puede jugar la literatura y la narrativa en la difusión del mensaje ecoanimalista?
R: La literatura tiene un poder único para transformar conciencias porque trabaja en el terreno de la empatía y la imaginación. Las estadísticas y los datos científicos son fundamentales, pero por sí solos no suelen movilizar. Necesitamos historias que conecten con las emociones y que ayuden a visualizar tanto la crisis como las alternativas.
La narrativa puede hacer algo que los ensayos y los informes científicos no logran con tanta facilidad: poner al lector en la piel del otro, sea este humano o no humano. Cuando un novelista logra que sintamos el mundo desde la perspectiva de un animal o que visualicemos cómo sería una sociedad verdaderamente sostenible, está abriendo posibilidades de cambio profundas.
También creo que necesitamos nuevas narrativas que superen el antropocentrismo. La mayoría de nuestras historias sitúan a los humanos en el centro y presentan a la naturaleza como decorado o como amenaza. Estoy convencido de que podemos desarrollar formas de narrar donde los animales no humanos sean sujetos con valor intrínseco y donde la interdependencia entre especies sea un tema central. Esto ya está ocurriendo en la llamada “literatura de lo salvaje, indómita” o en el ecofeminismo literario, corrientes que considero fundamentales para expandir nuestra capacidad de empatía más allá de lo humano.
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Próximamente, se celebrarán en Madrid dos presentaciones de La hamburguesa que devoró el mundo, de Javier Morales: el viernes 4 de abril, en la librería Traficantes de Sueños (Calle del Duque de Alba, 13), donde acompañarán al autor la periodista Miriam Campos Leirós, el activista Alessandro Zara y el editor de Plaza y Valdés, Marcos de Miguel; y el martes 22 de abril, en la librería Enclave de Libros (Calle de los Relatores, 16), donde el autor estará acompañado por la escritora y periodista Rosa Tristán y por Ruth Toledano, editora de El Caballo de Nietzsche, que ha prologado el libro.