Sede vacante: qué pasa cuando el Vaticano se queda sin Papa

Cuando la silla de Pedro queda vacía, el Vaticano entra en un estado de suspensión, un tiempo de espera hasta que un nuevo Papa la ocupa que se conoce como sede vacante, del latín silla vacía. Este período que ahora se inicia con la muerte del Papa Francisco y terminará cuando haya un sucesor, está … Continuar leyendo "Sede vacante: qué pasa cuando el Vaticano se queda sin Papa"

Abr 21, 2025 - 12:55
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Sede vacante: qué pasa cuando el Vaticano se queda sin Papa

Cuando la silla de Pedro queda vacía, el Vaticano entra en un estado de suspensión, un tiempo de espera hasta que un nuevo Papa la ocupa que se conoce como sede vacante, del latín silla vacía. Este período que ahora se inicia con la muerte del Papa Francisco y terminará cuando haya un sucesor, está cargado de simbolismo y tradición en la Iglesia católica.

La sede vacante no es un evento usual. La muerte de un Pontífice era hasta hace muy poco la causa más común para su declaración, pero recientemente hemos visto una excepción notable: la renuncia del Papa Benedicto XVI, la primera en casi 600 años desde la de Gregorio XII en 1415. La decisión de Benedicto dejó al mundo católico medio en shock y al Vaticano en un interregno (espacio de tiempo en que un estado no tiene soberano). Pero fue muy breve: la maquinaria vaticana se acompasó sin problema.

La solemnidad de la sede vacante

Durante la sede vacante, la solemnidad lo envuelve todo en el Vaticano. Las campanas de San Pedro cesan su toque habitual, y las actividades públicas se reducen al mínimo. El anillo del Pescador y el sello papal que ha llevado Francisco durante su pontificado, que simbolizan su poder terrenal y espiritual, van a ser destruidos en una ceremonia privada por el cardenal camarlengo, el norteamericano Kevin Farrell, encargado de administrar los asuntos temporales de la Iglesia durante este período de sede vacante. Con ello, la Iglesia se asegura de que nadie pueda falsificar documentos papales mientras no haya un nuevo pontífice.

El Vaticano no se detiene por completo, pero se limita a lo esencial. Los cardenales y obispos continúan sus funciones ordinarias, pero las decisiones importantes quedan en suspenso. Es un tiempo de reflexión, oración y, sobre todo, preparación para el cónclave, el evento que definirá el futuro de la institución.

El Cónclave

La elección del nuevo Papa tiene lugar en la Capilla Sixtina, bajo los frescos de Miguel Ángel, en un ritual que combina secretismo y tradición. Los cardenales electores, aquellos menores de 80 años, se reúnen en aislamiento total. Las puertas se cierran cum clave (con llave) cuando el maestro de ceremonias papales anunciara la famosa frase latina: «Extra Omnes» («todos fuera») y el mundo se dispone a esperar la fumata blanca, la señal de que un nuevo pontífice ha sido elegido.

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Pero hasta entonces, la sede vacante, del Vaticano sin Papa, no es un lugar caótico. El camarlengo, junto con el Colegio Cardenalicio, asegura que la transición sea ordenada. Se preparan los apartamentos papales, se revisan los protocolos y se coordina la llegada de los cardenales de todos los rincones del planeta. Este interregno también es un momento de incertidumbre porque no cesan las especulaciones sobre quién será el próximo Papa. Entonces, dichas especulaciones y quinielas de papables llenan titulares, y las divisiones internas entre conservadores y progresistas, entre Occidente y el mundo global, se hacen más evidentes.

Iglesia y redes sociales

Para los católicos, la sede vacante es «un recordatorio de la fragilidad humana y la continuidad divina». La ausencia del Papa es una prueba de su resistencia a lo largo de los siglos, pero esta elección en concreto se va a vivir en una época febril, en un mundo hiperconectado en el que es de esperar que las redes sociales sometan al Vaticano a un escrutinio sin precedentes. Cada movimiento, cada gesto de los candidato, cada momento, será analizado pormenorizadamente, convirtiendo este proceso milenario en un evento casi mediático.

En el pasado, la sede vacante podía durar meses o incluso años, como ocurrió tras la muerte de Clemente IV en 1268, cuando el Cónclave se prolongó por casi tres años debido a disputas políticas. Hoy, gracias a reformas como las de Juan Pablo II en su constitución Universi Dominici Gregis, el proceso es más ágil, con un límite de tiempo claro para iniciar el cónclave: entre 15 y 20 días tras el inicio del interregno.

Fumata blanca

La sede vacante no es sólo un vacío administrativo; es también un reflejo de las creencias católicas, ya que los fieles creen que el Espíritu Santo guía la elección del sucesor de Pedro en la Capilla Sixtina. En el momento en que el Cónclave ya lo ha elegido, cuando el mundo, absolutamente tecnologizado, está pendiente de una pequeña chimenea de la que al fin el humo blanco asciende y el nuevo Papa pronuncia su primer Urbi et Orbi, (para la ciudad -de Roma- y para el mundo), el Vaticano despierta de su letargo. La sede vacante ha terminado.