Sánchez canaliza el nuevo rumbo comercial de Bruselas en Pekín
Pedro Sánchez concluye su gira asiática desde Pekín, centro neurálgico de esta suerte de Guerra Fría 2.0. que Donald Trump ha provocado desde el Despacho Oval. El presidente de Estados Unidos ha condenado al mundo al bibloquismo asesinado con la caída del Muro de Berlín. En su tercer viaje a China en tres años, el presidente ha hecho gala de una gran complicidad con Xi Jinping, quien a su vez protegía a su invitado frente a los dardos de la Casa Blanca por acudir a la llamada de Pekín en plena cruzada arancelaria. En consecuencia, del que se extraen pocas conclusiones, pero que envía potentes mensajes a todos los jugadores, incluyendo ese papel de avanzadilla o liderazgo en la búsqueda de alternativas a la cerrazón trumpista, siguiendo las líneas maestras de otros debates comunitarios de calado como la solución ibérica como respuesta a la inflación devengada de la invasión de Ucrania o la renovación del recetario económico frente al enemigo invisible de la Covid-19. El presidente ha mantenido un tono pedagógico y "positivo" ante la incertidumbre global, redoblando la apuesta por una agenda en las alianzas con Pekín y potenciando el argumento de tallar relaciones bilaterales con el gigante asiático más equilibradas que la sumisión perenne a Estados Unidos. En definitiva, fortificando la imagen de China como socio de la Unión Europea, pero sin desnivelar la balanza para alejar a Washington, que ahora ha abierto negociación con todos los países de la Tierra tras varias jornadas de turbulencias. Sánchez y Xi Jinping han escenificado a la perfección el juego de la diplomacia en tiempos convulsos, cerrando acuerdos a modo de forja de nuevos pactos comerciales y enviando el mensaje a Estados Unidos de que ya no tiene el mando sobre un escenario geopolítico que mira sin recelo a Oriente y pierde el miedo a la represalia de Occidente. Hacia ello se encamina la Unión Europea y es el papel que, en cierto modo, ha jugado el presidente del Gobierno en una visita confeccionada mano a mano con Bruselas, aun estando prevista para un contexto más amable. Relación de "equilibrio" La nueva relación, en palabras de Sánchez, ha de cimentarse sobre el equilibrio, una "agenda positiva" y unas condiciones de competencia "equitativas y justas". Un mensaje con remite la Casa Blanca, dejando entrever la correlación desigual y el influjo del motor norteamericano en las alianzas tejidas tras la II Guerra Mundial. No obstante, el jefe del Ejecutivo ha rechazado la tesis de que su viaje a Asia suponga una ruptura completa de las relaciones bilaterales con Estados Unidos. Todo lo contrario. Y menos en un momento en el que la marcha atrás de Trump abona el campo de la negociación con Bruselas. En consecuencia, y ante lo que pueda ocurrir en esos 90 días de tregua arancelaria, Xi y Sánchez apuestan por "seguir desarrollando" las relaciones entre sendos países y cimentando la más que asumible alineación de los Veintisiete. Siempre sobre las bases de "respeto y la confianza mutua", manteniendo, eso...
Pedro Sánchez concluye su gira asiática desde Pekín, centro neurálgico de esta suerte de Guerra Fría 2.0. que Donald Trump ha provocado desde el Despacho Oval. El presidente de Estados Unidos ha condenado al mundo al bibloquismo asesinado con la caída del Muro de Berlín. En su tercer viaje a China en tres años, el presidente ha hecho gala de una gran complicidad con Xi Jinping, quien a su vez protegía a su invitado frente a los dardos de la Casa Blanca por acudir a la llamada de Pekín en plena cruzada arancelaria. En consecuencia, del que se extraen pocas conclusiones, pero que envía potentes mensajes a todos los jugadores, incluyendo ese papel de avanzadilla o liderazgo en la búsqueda de alternativas a la cerrazón trumpista, siguiendo las líneas maestras de otros debates comunitarios de calado como la solución ibérica como respuesta a la inflación devengada de la invasión de Ucrania o la renovación del recetario económico frente al enemigo invisible de la Covid-19. El presidente ha mantenido un tono pedagógico y "positivo" ante la incertidumbre global, redoblando la apuesta por una agenda en las alianzas con Pekín y potenciando el argumento de tallar relaciones bilaterales con el gigante asiático más equilibradas que la sumisión perenne a Estados Unidos. En definitiva, fortificando la imagen de China como socio de la Unión Europea, pero sin desnivelar la balanza para alejar a Washington, que ahora ha abierto negociación con todos los países de la Tierra tras varias jornadas de turbulencias. Sánchez y Xi Jinping han escenificado a la perfección el juego de la diplomacia en tiempos convulsos, cerrando acuerdos a modo de forja de nuevos pactos comerciales y enviando el mensaje a Estados Unidos de que ya no tiene el mando sobre un escenario geopolítico que mira sin recelo a Oriente y pierde el miedo a la represalia de Occidente. Hacia ello se encamina la Unión Europea y es el papel que, en cierto modo, ha jugado el presidente del Gobierno en una visita confeccionada mano a mano con Bruselas, aun estando prevista para un contexto más amable. Relación de "equilibrio" La nueva relación, en palabras de Sánchez, ha de cimentarse sobre el equilibrio, una "agenda positiva" y unas condiciones de competencia "equitativas y justas". Un mensaje con remite la Casa Blanca, dejando entrever la correlación desigual y el influjo del motor norteamericano en las alianzas tejidas tras la II Guerra Mundial. No obstante, el jefe del Ejecutivo ha rechazado la tesis de que su viaje a Asia suponga una ruptura completa de las relaciones bilaterales con Estados Unidos. Todo lo contrario. Y menos en un momento en el que la marcha atrás de Trump abona el campo de la negociación con Bruselas. En consecuencia, y ante lo que pueda ocurrir en esos 90 días de tregua arancelaria, Xi y Sánchez apuestan por "seguir desarrollando" las relaciones entre sendos países y cimentando la más que asumible alineación de los Veintisiete. Siempre sobre las bases de "respeto y la confianza mutua", manteniendo, eso...
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