San José Obrero y la Virgen de la Salud llenan Sevilla de fe en la víspera de la Feria

No es habitual ver pasos recorriendo las calles de Sevilla en la víspera del alumbrado de la Feria de Abril. Sin embargo, la excepcionalidad del calendario de este año , con una Semana Santa celebrada de forma muy tardía, ha propiciado un cruce poco frecuente entre el calendario festivo y el devocional. En esta ocasión, la procesión de la Virgen de los Desamparados del Parque Alcosa, que presidió el pregón de las Glorias, estrenó las Glorias. A ello se sumaron la salida de San José Obrero, habitual el domingo posterior al 1 de mayo y la Virgen de la Salud de San Isidoro , que salió en la tarde del 4 de mayo. Así es Sevilla, con procesiones apenas unos días después de la Semana Santa y en la víspera de la otra gran fiesta de la ciudad, la Feria. San José Obrero hizo un trabajo titánico de recoger la cofradía y celebrar prácticamente a la vez los cultos del santo, viéndose culminado con la procesión por la feligresía en un ambiente totalmente festivo de una imagen que es el emblema de esta zona de Sevilla. A las siete de la tarde eran abiertas las puertas de la parroquia. Nuevamente, tres semanas después, volvía a salir la cruz de guía este templo. A las puertas del templo se congregaron fieles de todas las edades, incluidos los mayores que, día tras día, custodian con devoción la imagen de San José en su altar. Entre ellos, destacaba la emoción contenida del que fuera antiguo hermano mayor, al que el capataz Antonio Santiago dedicó una sentida llamada de atención desde el paso, en recuerdo de haber sido él quien lo incorporó como capataz en esta hermandad. Sonaba el himno del santo interpretado por la agrupación de Los Gitanos en el momento en que San José Obrero cruzaba el umbral del templo. El entorno, engalanado para la ocasión, acompañaba la solemnidad de la salida. Pero aquello no era más que el comienzo de una procesión que llevaría al patrón por todas las calles del barrio, desbordando devoción y alegría en cada esquina. Su momento más emotivo, el paso por Jabugo, una calle con petaladas, sevillanas y en el que cada mayo este barrio renueva su devoción al bendito carpintero. Mientras tanto, en pleno casco antiguo de la ciudad, tenía lugar una de las procesiones de Gloria más señaladas en el calendario: la salida de la Virgen de la Salud de San Isidoro, una corporación con más de 350 años de historia. La imagen recorrió las calles del centro en una procesión alegre, pero al mismo tiempo marcada por la elegancia, el cuidado en los detalles y la categoría que caracteriza a esta histórica corporación. A pesar de ser un día marcado por múltiples focos de atención —el fútbol, los toros, la previa del alumbrado de la Feria de Abril o el reciente final de la Semana Santa—, nada fue impedimento para que los sevillanos acompañaran a la Virgen de la Salud por las calles del casco antiguo. Una procesión que la admiran un público exquisito, de los que les gusta saborear este tipo de procesiones de tanto caché sin esa necesidad de multitud de cualquier cofradía en la Semana Santa, de disfrutarla de principio a fin. Desde su complicada salida por la Costanilla, hasta su aparición luminosa por la calle Luchana, cuando el sol la acaricia apenas unos segundos, la procesión ofreció estampas de una belleza singular . Luego descendió por la Cuesta del Rosario, adentrándose en ese laberinto de calles estrechas donde el centro se transforma, por unas horas, en un verdadero pueblo. Y en ese trayecto íntimo y recogido, la Virgen alcanzó el corazón monumental de la ciudad: la plaza Nueva, el Ayuntamiento, y una Giralda que, al fondo, parecía inclinarse para contemplarla. De ahí, por primera vez, se adentró en Tetuán, una calle que, a pesar del nublado y temperaturas con fresco, estaba con toldos y transitó la imagen por primeva vez para girar a Jovellanos y alcanzar la residencia de San Juan de Dios, donde los mayores asoman a los balcones a pedirle Salud a María. Cuando cae la noche, la Virgen de la Salud alcanza la calle Alcaicería, regalando uno de los momentos más evocadores de la procesión. Es una auténtica delicia para los sentidos: el sonido cuidado de la banda del Liceo de Moguer, la luz tenue de la cera, y esa pequeña bulla devota que acompaña al paso con respeto y emoción contenida. Un instante en el que todos los presentes parecen compartir el mismo deseo: que el tiempo se detenga y ese momento no termine nunca. A las diez y media de la noche concluía esta salida enmarcada en el primer fin de semana de las Glorias.

May 4, 2025 - 23:43
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San José Obrero y la Virgen de la Salud llenan Sevilla de fe en la víspera de la Feria
No es habitual ver pasos recorriendo las calles de Sevilla en la víspera del alumbrado de la Feria de Abril. Sin embargo, la excepcionalidad del calendario de este año , con una Semana Santa celebrada de forma muy tardía, ha propiciado un cruce poco frecuente entre el calendario festivo y el devocional. En esta ocasión, la procesión de la Virgen de los Desamparados del Parque Alcosa, que presidió el pregón de las Glorias, estrenó las Glorias. A ello se sumaron la salida de San José Obrero, habitual el domingo posterior al 1 de mayo y la Virgen de la Salud de San Isidoro , que salió en la tarde del 4 de mayo. Así es Sevilla, con procesiones apenas unos días después de la Semana Santa y en la víspera de la otra gran fiesta de la ciudad, la Feria. San José Obrero hizo un trabajo titánico de recoger la cofradía y celebrar prácticamente a la vez los cultos del santo, viéndose culminado con la procesión por la feligresía en un ambiente totalmente festivo de una imagen que es el emblema de esta zona de Sevilla. A las siete de la tarde eran abiertas las puertas de la parroquia. Nuevamente, tres semanas después, volvía a salir la cruz de guía este templo. A las puertas del templo se congregaron fieles de todas las edades, incluidos los mayores que, día tras día, custodian con devoción la imagen de San José en su altar. Entre ellos, destacaba la emoción contenida del que fuera antiguo hermano mayor, al que el capataz Antonio Santiago dedicó una sentida llamada de atención desde el paso, en recuerdo de haber sido él quien lo incorporó como capataz en esta hermandad. Sonaba el himno del santo interpretado por la agrupación de Los Gitanos en el momento en que San José Obrero cruzaba el umbral del templo. El entorno, engalanado para la ocasión, acompañaba la solemnidad de la salida. Pero aquello no era más que el comienzo de una procesión que llevaría al patrón por todas las calles del barrio, desbordando devoción y alegría en cada esquina. Su momento más emotivo, el paso por Jabugo, una calle con petaladas, sevillanas y en el que cada mayo este barrio renueva su devoción al bendito carpintero. Mientras tanto, en pleno casco antiguo de la ciudad, tenía lugar una de las procesiones de Gloria más señaladas en el calendario: la salida de la Virgen de la Salud de San Isidoro, una corporación con más de 350 años de historia. La imagen recorrió las calles del centro en una procesión alegre, pero al mismo tiempo marcada por la elegancia, el cuidado en los detalles y la categoría que caracteriza a esta histórica corporación. A pesar de ser un día marcado por múltiples focos de atención —el fútbol, los toros, la previa del alumbrado de la Feria de Abril o el reciente final de la Semana Santa—, nada fue impedimento para que los sevillanos acompañaran a la Virgen de la Salud por las calles del casco antiguo. Una procesión que la admiran un público exquisito, de los que les gusta saborear este tipo de procesiones de tanto caché sin esa necesidad de multitud de cualquier cofradía en la Semana Santa, de disfrutarla de principio a fin. Desde su complicada salida por la Costanilla, hasta su aparición luminosa por la calle Luchana, cuando el sol la acaricia apenas unos segundos, la procesión ofreció estampas de una belleza singular . Luego descendió por la Cuesta del Rosario, adentrándose en ese laberinto de calles estrechas donde el centro se transforma, por unas horas, en un verdadero pueblo. Y en ese trayecto íntimo y recogido, la Virgen alcanzó el corazón monumental de la ciudad: la plaza Nueva, el Ayuntamiento, y una Giralda que, al fondo, parecía inclinarse para contemplarla. De ahí, por primera vez, se adentró en Tetuán, una calle que, a pesar del nublado y temperaturas con fresco, estaba con toldos y transitó la imagen por primeva vez para girar a Jovellanos y alcanzar la residencia de San Juan de Dios, donde los mayores asoman a los balcones a pedirle Salud a María. Cuando cae la noche, la Virgen de la Salud alcanza la calle Alcaicería, regalando uno de los momentos más evocadores de la procesión. Es una auténtica delicia para los sentidos: el sonido cuidado de la banda del Liceo de Moguer, la luz tenue de la cera, y esa pequeña bulla devota que acompaña al paso con respeto y emoción contenida. Un instante en el que todos los presentes parecen compartir el mismo deseo: que el tiempo se detenga y ese momento no termine nunca. A las diez y media de la noche concluía esta salida enmarcada en el primer fin de semana de las Glorias.