Entre una cosa y otra, el miércoles echamos en el Parlamento más tiempo del que Yolanda Díaz tolera para una jornada laboral, y si me apuran, más incluso de las que dedica a su actividad profesional la propia ministra. Cerca de doce horas en el Pazo do Hórreo para el tradicional –y previsible– Debate sobre el Estado de la Autonomía que, visto con un poco de perspectiva, lo dejó todo más o menos como estaba. A un lado, un presidente que se sabe (y se siente) en su mejor momento, apenas un año después de las elecciones; al otro, una oposición bicéfala, con una de sus dos cabezas jibarizada por la otra, que ignora con una condescendencia un tanto grosera...
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