Nos deben una respuesta
Pagamos los billetes, pagamos la luz, tenemos el derecho a recibir un trato digno. Este gobierno debe velar por ello

No sabemos que nos deparará este lunes. Tras el apagón del 28 de Abril –hace ahora dos semanas- todo es posible. Y tras el colapso del AVE andaluz, hace una semana, todavía peor. ¡Puede volver a pasar! es lo único que nos ha quedado. Algunos vivieron el colapso eléctrico en los bares, en las terrazas, en casa a la luz de las velas, soportando atascos infinitos con un tráfico que, sorprendentemente, sin semáforos ni control de guardia urbana, funcionó mejor que en un día normal, según los datos de la DGT de siniestralidad.
Falló el sistema: obvio. Obvio que hubo un fallo. El problema es que va para largo saber las causas del desastre, según dijo el presidente del Gobierno en su comparecencia del miércoles pasado en el Congreso. Se fue del Hemiciclo sin despejar esa gran pregunta de por qué nos pasó lo que nos pasó, por qué este país se quedó a oscuras doce horas o más, pese a que hubo en zonas en las que la electricidad o no se fue o se recuperó antes. Doce horas para un país como España, cuarta economía del euro, no es admisible, no es comprensible y urge conocer las causas para que no vuelva a pasar como ya apuntan algunos expertos. Si no se sabe qué pasó, es muy posible que vuelva a ocurrir.
No voy a entrar en si renovables, si nucleares, cuestiones con las que los partidos se tiran los trastos por la cabeza, porque más allá de decir que esta sociedad es solidaria y ejemplarmente cívica, hace falta gestión, responsabilidad en los fallos, arreglar esos fusibles que saltaron y que provocaron el colapso. Todo pudo ser peor, claro, siempre nos queda ese consuelo. Pero hay una lección a aprender, aprender a informar cuando la electricidad falla, cuando no funcionan las teles, cuando la ciudadanía está a oscuras. Hay que salir al ruedo, aunque sea para aminorar la incertidumbre general, para simplemente explicar lo que se está haciendo, para tranquilizar a aquellos que en medio de la nada se encuentran que no saben qué pasa.
El apagón dejó a 500 personas que viajaban en Iryo en el trayecto Madrid-Barcelona atrapadas en la zona de Santa Catalina, sin poder bajar del tren por la peligrosidad, y a la espera que nos remolcara una locomotora diésel. No se entiende que su salida, prevista para las 12:22 ,se produjera a las 12:38 para, sólo minutos después, quedar parados en medio de la vía
El gobierno no debería temer a los medios y menos en una situación de causa excepcional dado que es el encargado de trasladar el mensaje a los ciudadanos. Además de comunicar, de iofrecer información, de salir a dar la cara, cabe un abordaje de cómo se socorre a la gente atrapada en trenes –infraestructura clave- porque si las cosas pueden pasar debemos estar preparados para ello. A nadie le sirven los 756 millones de datos que deben ser investigados para llegar al fondo del asunto, como apuntó Sánchez. Es imprescindible, urgente, presentar un plan de acción para que, por ejemplo, ningún tren quede a seis kilómetros de Madrid sin ayuda alguna en casi diez horas a plena luz del día. Poco se ha hablado de ello, como sí se habló de lo ocurrido, siete días más tarde, con el parón de los trenes de alta velocidad hacia el Sur, en vísperas de la Feria de Abril. Pero el apagón dejó a 500 personas que viajaban en Iryo cubriendo el trayecto Madrid-Barcelona atrapadas en la zona de Santa Catalina, sin poder bajar del tren por la peligrosidad, y a la espera que nos remolcara una locomotora diésel. No se entiende que su salida fuera a las 12:22 que saliera el tren tarde a las 12:38 para sólo minutos después quedar parados en medio de la vía.
Quizás no se pueda prevenir el apagón, pese a que se habían producido numerosos avisos de catástrofe, pero sí hay que reaccionar después, movilizar medios para atender a los afectados. Las colas al día siguiente para ser reubicados eran de horas y horas
Se acabó el agua, nada que comer, imposible utilizar los baños, había niños, gente mayor, personas con dificultad de movilidad que aguantaron estoicamente, turistas chinos y norteamericanos que no daban crédito a lo que pasaba. Ningún auxilio en el tren, no vino ningún servicio de emergencia a ver si se necesitaba algo, ni atención a la llegada de Atocha. Nada. Ni Cruz Roja, ni atención humanitaria de lo esencial ni para los 500 viajeros ni para los trabajadores de Iryo a los que no se les ofreció más lugar para dormir que el de uno de los trabajadores que vivía en Madrid. Otros durmieron en ese mismo tren. Imágenes dantescas, situaciones que deberían poderse controlar. Quizás no se pueda prevenir el apagón, pese a que se habían producido numerosos avisos de caástrofe, pero sí hay que reaccionar después, movilizar medios para atender a los afectados. Las colas al día siguiente para ser reubicados eran de horas y horas y por momentos parecía que la Policia Nacional estaba frente a una manifestación más que frente a usuarios sin dormir, nerviosos, agotados de tantas horas de fatiga, sin información, sin agua, sin comida, sin forma alguna de conocer qué sería de su angusiosa situación, oras y horas de incertidumbre y desinformación.
Imprescindible una respuesta
Como contribuyentes que pagamos nuestros impuestos, como usuarios que pagamos la luz, que sufrimos las subidas y los costes elevados de la electricidad, merecemos un buen servicio no el desastre del lunes 28 de Abril. El Gobierno debe despejar dudas, ofrecer soluciones, explicar qué ocurrió e informar de las soluciones que se han adoptado para que este hecho insólito y sin precedentes no se repita. Los ciudadanos, los que pagamos, debemos exigir todas las responsabilidades para que al frente de infraestructuras clave se sitúe a gente eficaz, con conocimientos, y no a aprendices. No se puede demorar el saber por qué se apagó España. También habría que mirar cómo atienden a sus empleados estas compañías ferroviarias de precios más competitivos. Los trenes deben de ir preparados para cualquier contratiempo. Pagamos los billetes, pagamos la luz debemos recibir un trato digno. Este gobierno debe velar por ello y no mirar para otro lado y dar la callada por respuesta.