No seáis unos tristes

Ayuso, que se hizo con el monopolio del término “libertad”, trata ahora de monopolizar el término “alegría” como escudo ideológico que oculta desigualdadesAyuso presenta el circuito de Fórmula 1: “Cada vez más personas nos dicen que Madrid es el lugar para prosperar y tener metas” Un señor llamado Mo Gawdat, alto ejecutivo de Google durante muchos años, ideó la fórmula de la felicidad: F ≥ e - E. La cosa sería algo así como que la felicidad es mayor o igual que los eventos que ocurren en tu vida, menos las expectativas que tienes de la propia vida. Martín Seligman, padre de la Psicología Positiva, estableció otra fórmula: F=R+C+V. Es decir, la felicidad duradera equivale a un rango fijo de felicidad (R) junto con las circunstancias de la vida (C) y los factores que dependen de la propia voluntad (V). Eso es lo que dicen Gawdat y Seligman obviando otra fórmula mucho más sencilla, la de Isabel Díaz-Ayuso: la felicidad es vivir en el Madrid que ella gobierna. Ayuso, que se hizo con el monopolio del término “libertad”, trata ahora de monopolizar el término “alegría”. Lo volvió a hacer la pasada semana calificando a la izquierda regional de “cursis que siempre están quejando” por las demandas contra el plan urbanístico del circuito de Fórmula 1 que se va a construir en la comunidad, así como las deficiencias en los documentos ambientales. “Estamos aquí para decirle a esos tristes que no es nuestro problema que lo sean (...). Madrid es una región de moda. (...) Y ahora nuevamente, que Madrid sorprende, ustedes están hundiéndose en esa profunda e intensa tristeza. Señores de la izquierda, es lo que son: tristes”, afirmó. La izquierda, considera Ayuso, no “soporta la libertad, la alegría, la luz”. Necesitan tenerlo todo “cerrado, oscuro, prohibido, señalado, perseguido, agraviado, dependiente de lo público”. Yo me enteré entonces de que lo público y la alegría son incompatibles, igual vosotros también. Se ve que la felicidad germina mejor con abono privado. En cualquier caso, es una estrategia inteligente la de Ayuso al incidir en la existencia de una izquierda gruñona, esa clase de política que se dedica al sermoneo casi sacerdotal, a la predicación malhumorada. Una izquierda que elige el interior de un bar, en lugar de ponerse al solecito en la terraza. Una izquierda sin endorfinas, estresada, rebosante de cortisol. Una izquierda mustia, en contra del glamur de los eventos internacionales, del sonido enérgico y adrenalítico de los bólidos sobre el trazado. Una izquierda que se inventa problemas donde no los hay, como si en la política hubiese que solucionar problemas (habrase visto). Acierta Ayuso erigiéndose defensora de la alegría porque la alegría es salud, bienestar, calma, prosperidad. Solo los tristes podrían estar en contra de la alegría. ¡Quién en su sano juicio querría ser un triste pudiendo ser alegre! Pero sabemos perfectamente que la alegría y libertad predicadas por Ayuso son un placebo basado en el individualismo, normalmente aislado del bienestar colectivo. Es una revisión del viejo lema de “una tierra de oportunidades”, pero explotado ahora con sonrisas, alfombras rojas, fastos, bombos y platillos, y sin oportunidades para todos. La libertad y la alegría son un eficaz escudo retórico e ideológico que oculta desigualdades. Es la fiesta con confeti del statu quo.  Tú no seas como la izquierda madrileña: ¡Sonríe! Que al menos por ahora sigue siendo gratis en Madrid.

Abr 28, 2025 - 05:47
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No seáis unos tristes

No seáis unos tristes

Ayuso, que se hizo con el monopolio del término “libertad”, trata ahora de monopolizar el término “alegría” como escudo ideológico que oculta desigualdades

Ayuso presenta el circuito de Fórmula 1: “Cada vez más personas nos dicen que Madrid es el lugar para prosperar y tener metas”

Un señor llamado Mo Gawdat, alto ejecutivo de Google durante muchos años, ideó la fórmula de la felicidad: F ≥ e - E. La cosa sería algo así como que la felicidad es mayor o igual que los eventos que ocurren en tu vida, menos las expectativas que tienes de la propia vida. Martín Seligman, padre de la Psicología Positiva, estableció otra fórmula: F=R+C+V. Es decir, la felicidad duradera equivale a un rango fijo de felicidad (R) junto con las circunstancias de la vida (C) y los factores que dependen de la propia voluntad (V). Eso es lo que dicen Gawdat y Seligman obviando otra fórmula mucho más sencilla, la de Isabel Díaz-Ayuso: la felicidad es vivir en el Madrid que ella gobierna.

Ayuso, que se hizo con el monopolio del término “libertad”, trata ahora de monopolizar el término “alegría”. Lo volvió a hacer la pasada semana calificando a la izquierda regional de “cursis que siempre están quejando” por las demandas contra el plan urbanístico del circuito de Fórmula 1 que se va a construir en la comunidad, así como las deficiencias en los documentos ambientales. “Estamos aquí para decirle a esos tristes que no es nuestro problema que lo sean (...). Madrid es una región de moda. (...) Y ahora nuevamente, que Madrid sorprende, ustedes están hundiéndose en esa profunda e intensa tristeza. Señores de la izquierda, es lo que son: tristes”, afirmó.

La izquierda, considera Ayuso, no “soporta la libertad, la alegría, la luz”. Necesitan tenerlo todo “cerrado, oscuro, prohibido, señalado, perseguido, agraviado, dependiente de lo público”. Yo me enteré entonces de que lo público y la alegría son incompatibles, igual vosotros también. Se ve que la felicidad germina mejor con abono privado.

En cualquier caso, es una estrategia inteligente la de Ayuso al incidir en la existencia de una izquierda gruñona, esa clase de política que se dedica al sermoneo casi sacerdotal, a la predicación malhumorada. Una izquierda que elige el interior de un bar, en lugar de ponerse al solecito en la terraza. Una izquierda sin endorfinas, estresada, rebosante de cortisol. Una izquierda mustia, en contra del glamur de los eventos internacionales, del sonido enérgico y adrenalítico de los bólidos sobre el trazado. Una izquierda que se inventa problemas donde no los hay, como si en la política hubiese que solucionar problemas (habrase visto). Acierta Ayuso erigiéndose defensora de la alegría porque la alegría es salud, bienestar, calma, prosperidad. Solo los tristes podrían estar en contra de la alegría. ¡Quién en su sano juicio querría ser un triste pudiendo ser alegre!

Pero sabemos perfectamente que la alegría y libertad predicadas por Ayuso son un placebo basado en el individualismo, normalmente aislado del bienestar colectivo. Es una revisión del viejo lema de “una tierra de oportunidades”, pero explotado ahora con sonrisas, alfombras rojas, fastos, bombos y platillos, y sin oportunidades para todos. La libertad y la alegría son un eficaz escudo retórico e ideológico que oculta desigualdades. Es la fiesta con confeti del statu quo. 

Tú no seas como la izquierda madrileña: ¡Sonríe! Que al menos por ahora sigue siendo gratis en Madrid.

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