Teatro de la hipocresía en Roma
Qué hacían en el funeral del Papa Francisco los políticos y los corresponsales haciendo crónica política de su entierro. Acaso no recuerdan que Jesús dijo "mi reino no es de este mundo" Opinión - España, un estado aconfesional aunque solo a ratos, por Neus Tomàs Imaginen que, de pronto, Jesús decide volver a ser Verbo –romano se entiende, en Palestina no duraría nada–, gracias a su naturaleza divina y, camuflado –él puede–, se mezcla con la multitud que asiste al funeral de su vicario en la Tierra. Tiraría de chicote y disolvería a los presentes como en el templo, no a la gente bienintencionada o, tal vez también, que se congrega cargada de boato y apariencias. Francisco no se hubiera atrevido, pero estará que revienta con el espectáculo. Cuentan las crónicas azucaradas que los jefes de Estado se dieron la paz en la misa y se hacen eco de la torpeza de los que eran de otros credos, no habituados a la liturgia romana. Pero, ¡home! cómo que darse torpemente la paz los señores de la guerra, los traficantes públicos de armas de guerra, los genocidas, los violentos. Más chicotazos de Jesús. Los mayores críticos de Francisco, Jorge, allí de vergüenza presente, los que dicen que era comunista, el anticristo, los que representan valores que no tienen nada que ver con el cristianismo, si acaso con el folclórico de cirio, mantilla, marchas bailonas y procesiones y, a veces, fajines de dictadores lucidos en todo lo alto de su exuberancia fascista. De todo el repertorio de lo que repudia el cristianismo original había allí representantes de postín: defraudadores y evasores de Hacienda, contra el 'Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios', traficantes de armas, mercaderes del dolor, agresores del prójimo, criminales de los pobres y de la diversidad, extorsionadores, opresores y explotadores de los más débiles, pecadores contra los niños, pederastas, ladrones … el repertorio negro y prohibido por la doctrina de la Iglesia, social o no. Pero allí estaban, bien vestidos y alimentados, al igual que la curia y el colegio cardenalicio, compuestos por rollizos representantes de los privilegiados. Al final, en medio de toda esta representación teatral de la hipocresía que condenó Jesús, las lecturas rosas de un periodismo cada vez más leve e igualmente rosa. Solo les faltó dar datos de las señoras o mancebos de los cardenales, la última moda clerical, sus últimas razias sexuales y sus poco cristianos negocios. Pero lo peor es la lectura poco religiosa del evento. Francisco fue un gran jefe de Estado; sobre si fue un buen cristiano, lo dejo a la opinión de los creyentes, pero me creo que fue un buen discípulo de Jesús. La lectura dominante ha sido política. Que si continuidad o no, que si de extrema derecha o un poco menos, que si sumiso al poder terrenal o no, que si la geopolítica. A todo esto, con la visita del vicepresidente de Trump, Vance, converso reciente, de cuerpo presente, que tuvo la desfachatez cristiana de presentarse ante un hombre de paz, solidario, defensor de los débiles y contra la guerra, enfermo, sin renunciar o disimular, al menos, ser un demonio de la guerra y un opresor de los más débiles en EEUU. Volviendo a Jesús y a su mensaje, qué hacían allí los políticos y los corresponsales haciendo crónica política del funeral. Acaso no recuerdan que Jesús dijo “mi reino no es de este mundo”.

Qué hacían en el funeral del Papa Francisco los políticos y los corresponsales haciendo crónica política de su entierro. Acaso no recuerdan que Jesús dijo "mi reino no es de este mundo"
Opinión - España, un estado aconfesional aunque solo a ratos, por Neus Tomàs
Imaginen que, de pronto, Jesús decide volver a ser Verbo –romano se entiende, en Palestina no duraría nada–, gracias a su naturaleza divina y, camuflado –él puede–, se mezcla con la multitud que asiste al funeral de su vicario en la Tierra. Tiraría de chicote y disolvería a los presentes como en el templo, no a la gente bienintencionada o, tal vez también, que se congrega cargada de boato y apariencias. Francisco no se hubiera atrevido, pero estará que revienta con el espectáculo.
Cuentan las crónicas azucaradas que los jefes de Estado se dieron la paz en la misa y se hacen eco de la torpeza de los que eran de otros credos, no habituados a la liturgia romana. Pero, ¡home! cómo que darse torpemente la paz los señores de la guerra, los traficantes públicos de armas de guerra, los genocidas, los violentos. Más chicotazos de Jesús.
Los mayores críticos de Francisco, Jorge, allí de vergüenza presente, los que dicen que era comunista, el anticristo, los que representan valores que no tienen nada que ver con el cristianismo, si acaso con el folclórico de cirio, mantilla, marchas bailonas y procesiones y, a veces, fajines de dictadores lucidos en todo lo alto de su exuberancia fascista.
De todo el repertorio de lo que repudia el cristianismo original había allí representantes de postín: defraudadores y evasores de Hacienda, contra el 'Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios', traficantes de armas, mercaderes del dolor, agresores del prójimo, criminales de los pobres y de la diversidad, extorsionadores, opresores y explotadores de los más débiles, pecadores contra los niños, pederastas, ladrones … el repertorio negro y prohibido por la doctrina de la Iglesia, social o no.
Pero allí estaban, bien vestidos y alimentados, al igual que la curia y el colegio cardenalicio, compuestos por rollizos representantes de los privilegiados.
Al final, en medio de toda esta representación teatral de la hipocresía que condenó Jesús, las lecturas rosas de un periodismo cada vez más leve e igualmente rosa. Solo les faltó dar datos de las señoras o mancebos de los cardenales, la última moda clerical, sus últimas razias sexuales y sus poco cristianos negocios.
Pero lo peor es la lectura poco religiosa del evento. Francisco fue un gran jefe de Estado; sobre si fue un buen cristiano, lo dejo a la opinión de los creyentes, pero me creo que fue un buen discípulo de Jesús. La lectura dominante ha sido política. Que si continuidad o no, que si de extrema derecha o un poco menos, que si sumiso al poder terrenal o no, que si la geopolítica.
A todo esto, con la visita del vicepresidente de Trump, Vance, converso reciente, de cuerpo presente, que tuvo la desfachatez cristiana de presentarse ante un hombre de paz, solidario, defensor de los débiles y contra la guerra, enfermo, sin renunciar o disimular, al menos, ser un demonio de la guerra y un opresor de los más débiles en EEUU.
Volviendo a Jesús y a su mensaje, qué hacían allí los políticos y los corresponsales haciendo crónica política del funeral. Acaso no recuerdan que Jesús dijo “mi reino no es de este mundo”.