No se trata sólo de coger el capote con una mano como si fuese una pluma. Tampoco esto va de emular un lance de salida de Joselito. Esa es la inspiración, la fuente original, sólo el punto de partida. El espíritu santo de Morante habita en la capacidad de improvisación a partir de un molde escultórico único. Cuando el toro pasa ceñido a su faja, José Antonio es ingrávido. Es el hombre en la luna. Y el percal parece seda. Pero no lo es. Es un trapo de pedernal que el artista convierte en un ala con la que volar. Y si el animal vuelve, él transforma el recurso en una obra. Porque en eso consiste exactamente la trascendencia. La...
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