Cuando una persona con discapacidad convive con nosotros, sobre todo si se trata de un hijo, caer en la sobreprotección, incluso cuando este se convierte en adulto, es bastante habitual. Los miedos, ya sea a que le pase algo, a que le hagan daño o a que su discapacidad no le permita resolver determinadas situaciones por sí solo está en la mente de todos los padres. Sin embargo, la sobreprotección, aunque está repleta de buenas intenciones, puede ser contraproducente en la medida en que no deja a la persona con discapacidad desarrollar todo su potencial y le limita en su capacidad de tomar decisiones.

Encontrar el equilibrio entre brindarles el apoyo que necesitan sin sobreprotegerles es una delgada línea roja que las familias y cuidadores sobrepasan a menudo. Para que esto no ocurra hay personas como Moisés Redondo, psicólogo y Responsable de Vida Independiente de Fundación Juan XXIII, porque, según asegura, "el derecho a la autonomía y la inclusión plena es fundamental para el bienestar y la dignidad de las personas con discapacidad".

Una persona con discapacidad que ha estado sobreprotegida va a llegar a su etapa adulta sin haber desarrollado habilidades esenciales

La sobreprotección refuerza una percepción de inferioridad que puede afectar la autoestima y el sentido de logro personal