«Los compositores contemporáneos somos la resistencia»
Marisa Manchado (Madrid, 1956) es compositora, una profesión poco común que la ha llevado a escribir una ópera con Rosa Montero, a dar clases en las montañas húngaras y a ser subdirectora general de Música y Danza del INAEM del Ministerio de Cultura de España, entre otras muchas anécdotas. En 2024, recibió el Premio Nacional de Música en la modalidad de Composición por su ópera ‘La Regenta’, con libreto de Amelia Valcárcel sobre la novela de Clarín. La ópera, estrenada en Madrid en 2023, vuelve ahora a pisar las tablas del Teatro Campoamor de Oviedo durante el XXXII Festival de […] La entrada «Los compositores contemporáneos somos la resistencia» se publicó primero en Ethic.

Marisa Manchado (Madrid, 1956) es compositora, una profesión poco común que la ha llevado a escribir una ópera con Rosa Montero, a dar clases en las montañas húngaras y a ser subdirectora general de Música y Danza del INAEM del Ministerio de Cultura de España, entre otras muchas anécdotas. En 2024, recibió el Premio Nacional de Música en la modalidad de Composición por su ópera ‘La Regenta’, con libreto de Amelia Valcárcel sobre la novela de Clarín. La ópera, estrenada en Madrid en 2023, vuelve ahora a pisar las tablas del Teatro Campoamor de Oviedo durante el XXXII Festival de Teatro Lírico Español. Conversamos con la compositora a propósito del personaje de Clarín, la importancia del silencio en la música y el futuro de la música culta en España.
Amelia Valcárcel, libretista de la ópera, y tú habéis comentado el carácter terrorífico de La Regenta, una novela que narra la caza a nivel social de Ana Ozores. Vetusta entera desea verla caer porque no se amolda a lo que ellos consideran adecuado. ¿Es Ana Ozores una víctima de la cancelación?
Ella es diferente, sobre todo. La cultura de la cancelación viene a decir que no se puede ofender, que todo es perfecto y todos somos maravillosos. Ana Ozores es una víctima, es evidente. Ella no es una revolucionaria, no es una mujer que se rebela ni es especialmente brillante, pero es diferente. Es una víctima de lo diferente, de lo que no entra en el canon, en el amplio sentido de la palabra «canon».
Otro de los grandes temas de la novela y de la ópera es el tedio. ¿Es este tedio, este aburrimiento, necesario para la creación, como el silencio? Si es necesario que no pase nada para que luego pasen cosas…
No, para nada. El tedio tiene que ver con la complacencia, con el aburrimiento de uno mismo. Lo que Clarín refleja en la novela es una sociedad aburrida de sí misma, cansina, que no se mueve. Son como arenas movedizas: se conocen todos y se aburren todos mucho.
«Yo soy adicta al silencio»
Decías en una entrevista que «el silencio es la mejor melodía de todas». Sin embargo, vivimos en un mundo de constante ruido, tanto sonoro como visual y mental, la llamada infoxicación. ¿Afecta ese ruido total a la capacidad creativa?
Desde luego. No es casual que haya un punto común con todos y todas las compositoras actuales desde hace unos años. El común denominador es que, aunque hay excepciones, hagamos lo que hagamos trabajamos esa delicadeza y ese trabajo exquisito sobre el silencio. Yo, por mi parte, soy adicta al silencio, y mucho. El arte y la música actuales son un reflejo del mundo en que vivimos, y ese mundo es espantosamente ruidoso en el amplio sentido de la palabra «ruido». Primero el ruido sonoro: coges un taxi y tienes ruido, porque eso no es música, vas al tren, sacas el contador de decibelios y te salen 100 decibelios solo por la voz de los avisos de que el tren se ha parado. Por no hablar del ruido metafórico, que es toda esa intoxicación de noticias permanentes, toda esa velocidad supersónica que no llega a ningún lado, porque seguimos siendo humanos, seguimos teniendo una deadline para morirnos. Ese correr a toda prisa, esa revolución digital… Me parece horrible, sinceramente.
¿Hay también una crisis de la literalidad en la música, de desalfabetización sonora? Escuchamos más música que nunca gracias al streaming pero ¿escuchamos bien?
No, para nada, y en España menos, porque siempre hablamos con mucho volumen. No hay educación sonora, porque la educación para escuchar habla primero del respeto, de la democracia, de la empatía en el sentido de que estás escuchando al otro y le das toda tu atención, estés de acuerdo o no. Eso debería aprenderse en el colegio.
«La educación para escuchar habla primero del respeto»
En la parte pedagógica del asunto, la música es de las materias más olvidadas en el currículum. Se enseña a interpretar textos (aunque cada vez menos), pero hemos olvidado que a escuchar también se aprende.
La iniciación a la música pasa por la educación del oído exclusivamente, para futuros músicos y para no futuros músicos. Cuando hice el método Kodály [método musical didáctico] en Hungría, en 1977, cuando había tiempo libre, nos subíamos al monte y, mientras paseábamos, todo el mundo cantaba a cappella, con la afinación perfecta. La educación musical que se da en Hungría está directamente relacionada con que haya tan buenos músicos. Bartók y Kodály recogen las músicas populares y deciden educar a partir de ahí, y creo que eso es exactamente lo que hay que hacer.
Como los alemanes que cantan en Navidad…
Sí, exacto. Es una tendencia de toda Centroeuropa.
Y esta falta de cultura auditiva, de comprensión, ese necesitarlo todo masticado, hace que las obras de arte se vuelvan más simples. Cada vez soportamos menos la contemplación, lo queremos todo muy rápido. ¿Afecta esto a la música?
Mira, los creadores de la música contemporánea sí que somos la resistencia, no Broncano con su programa [risas]. Lo digo de verdad, sin narcisismo y sin acritud. Lo que estamos haciendo es luchar contra el ruido. Estamos creando espacios de reflexión, por un lado, espacios de concentración, por otro, porque si no estás concentrado no puedes escuchar, y por último espacios de quietud, porque si no puedes prestar atención, mejor estás quieto, para enterarte de lo que escuchas. Somos una resistencia, pero ¿cuánto vamos a durar? Creo que poco. No soy nada optimista.
Si la educación musical se reduce a quien pueda pagarla, y solo una parte de la población tiene recursos para distinguir, digamos, una pieza musical creada por un compositor de un producto generado por IA, ¿corremos el peligro de que haya una brecha social en lo artístico?
De hecho, creo que esa brecha social yo creo que ya está creada, y de manera brutal. No hay más que ver el ruido que se consume en la calle o en los grandes almacenes. A eso no lo puedo llamar música. Porque para escuchar buena música, insisto, hay que pararse y escuchar. Hay que escuchar, y escuchar es salir de uno mismo. Un ejemplo: alguien llega a casa y pone la televisión, ¿la está escuchando? No, está escuchando el ruido. ¿Y para qué? Pues para aplacar ese ruido interno que tenemos y que no es otra cosa más que angustia. Porque si hablamos de ruidos internos, estos no son más que eso. Vivimos en un mundo angustiante y nos angustiamos. Esto sucede porque el pensamiento crítico, que está en la base del discernimiento, ha pasado a la historia. Y si te están todo el día embuchando como a un chorizo con cosas que no puedes digerir, porque la mayoría son indigestas, es difícil que no acabes teniendo angustia.
«La ironía y el cinismo requieren de reflexión»
La otra parte de esta infoxicación nos lleva a verlo todo con cinismo, con una ironía permanente que nos distancia de todo como público. ¿Crees que nos iremos hacia obras más negras y más cínicas, o más banales?
Cuidado. La ironía y el cinismo requieren de reflexión, requieren de pensamiento, requieren de un poso y una digestión culta. La banalidad no. La banalidad es banal, es absurda, es sin sentido. La ironía está muy bien y el cinismo es a donde nos lleva el mundo si pensamos. La banalidad es la realidad en donde estamos.
Me refería más bien a obras aparentemente banales pero que tienen un trasfondo reflexivo, como algunas corrientes vanguardistas del siglo XX…
En ese caso, ojalá. Ojalá fuéramos hacia algo tan interesante como fue el movimiento surrealista, un siglo después, porque eso significaría que no nos creemos dónde estamos, lo que estamos viendo, que sabemos darle la vuelta.
La IA generativa, que promete desterrar a todos los creadores y convertir el arte humano en algo casi gourmet. ¿Qué papel tiene una compositora de música contempóranea en la era de la Inteligencia Artificial generativa?
La máquina es una máquina, y tiene que estar hecha, en el amplio sentido del verbo «hacer», por humanos. El asunto de la inteligencia artificial con la música lo veo más bien en la música de cine, sobre todo en el cine de serie B para abajo posiblemente pase y esté pasando. Son patrones que están en el ordenador y que disparas en el momento oportuno: música de miedo, de ciencia ficción… todo lo que sea de acompañamiento o de adorno, la música que no es importante, entre comillas. Aunque hay música de cine maravillosa, y las buenas películas tienen una música impecable y, como con todo, las grandes obras maestras de cine seguirán teniendo música de autor y música buena. En cuanto a la música de concierto o culta es imposible que desaparezca. Ahora estamos en unos momentos tremendos, de mucho ruido, de muchos tipos diferentes, como decíamos antes. Pero yo creo que estamos resistiendo. Vendrán tiempos mejores, a no ser que la humanidad desaparezca, que también puede ser.
«Las grandes obras maestras de cine seguirán teniendo música de autor y música buena»
Eres feminista y has denunciado varias veces lo difícil que es que las mujeres entren en el canon de la música académica. ¿Hay una inclusión real en el repertorio de obras de mujeres, o crees que sigue siendo algo forzado en la programación de teatros y orquestas?
Parafraseo a una amiga mía, compositora también, reconocidísima también y buenísima, aunque no voy a decir quién es, que dice que no nos toman en serio. Y creo que se puede resumir en eso, en que todavía no tenemos la autoridad.
Que te llamen por el nombre y no por el apellido…
Por ejemplo. No existe lo incuestionable de decir «esto es de Pepita», como sí existe «esto es de Pepito». Nadie cuestiona a mis colegas masculinos. Fíjate, ha muerto una de las grandes, Sofía Gubaidúlina, pues cuatro cositas en el periódico y ya está. Pero se cumplen 100 años del nacimiento de Boulez y Europa se ha puesto de gala. ¡Y Gubaidúlina le da cien vueltas a Boulez, así de bruto lo digo! Aunque ambos sean muy importantes, sin duda, pero la diferencia está ahí. En fin, pero respondiendo a tu pregunta, está costando mucho y ojalá nos mantengamos donde estamos. Mira lo que te digo, no te digo de seguir avanzando, sino de mantenernos donde estamos.
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