Sobre la inconveniencia de otras personas

«Generalmente, los otros son inconvenientes, lo que significa que hay que lidiar con ellos. 'Ellos' te incluye a ti», escribe la catedrática de la Universidad de Chicago Lauren Berlant (1957-2021) en el libro 'Sobre la inconveniencia de otras personas' (Mutatis Mutandis). La entrada Sobre la inconveniencia de otras personas se publicó primero en Ethic.

Abr 9, 2025 - 10:30
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Sobre la inconveniencia de otras personas

El infierno son los otros, si tienes suerte.

«El infierno son los otros» es una frase de la obra de teatro de Jean-Paul Sartre A puerta cerrada, aunque su atractivo en el discurso popular no tiene demasiado que ver con la obra. En la versión de Sartre, los personajes son condenados a ocupar una habitación en el infierno, expuestos eternamente a la presencia corporal de los otros y, lo que es mucho peor, a la mismidad insufrible de cada una. Sin embargo, cuando la gente pronuncia «el infierno son los otros», la frase confirma algo más que los efectos miserables de la repetición incesante de las personalidades ajenas. Liberada de contexto, «el infierno son los otros» es también una ironía afirmativa, que emite un aire cómico, incluso valiente. Un corte tan contundente puede generar placer conspirativo de solo oír a alguien decirlo: son los otros el infierno, no tú. Realmente lo son, es un alivio admitirlo.

Dicho de otro modo, además de describir una saturante decepción hacia los demás y expresar una especie de soledad grandilocuente que aspira a llenar su propio agujero con los satisfactorios sonidos de la superioridad y el desprecio, «el infierno son los otros» se ha vuelto un pensamiento consolador.

Por supuesto que algunas personas son el infierno, saturan las situaciones de manera tan implacable y completa que es imposible relajarse si una las tiene cerca, hasta el punto de que la mera idea de pensar en ellas resulta asfixiante. Esta sensación afectiva de la persona embrutecedora o el tipo de persona que te embrutece también rodea la vida afectiva del racismo, la misoginia, el etnonacionalismo y otras formas de disgusto ante las poblaciones que Judith Butler señala en su trabajo sobre las «vidas dignas de duelo».

En general, sin embargo, los otros no son el infierno. En la mayoría de los casos, la sensación de fricción que producen no está dirigida a una amenaza concreta que se avecina. Generalmente, los otros son inconvenientes, lo que significa que hay que lidiar con ellos. «Ellos» te incluye a ti.

Estamos ineludiblemente en relación con otros seres y continuamente ajustándonos a ellos

La «inconveniencia» es un concepto clave de este libro: el sentido afectivo de la consabida fricción de estar en relación. Como mínimo, la inconveniencia es la fuerza que hace que una cambie ligeramente de posición al procesar el mundo. Se hace evidente en microincidentes como un golpe de vista, un roce en la carne, la punzada de un sonido o un olor que te impacta, un tono sutil, una sensación semiconsciente de cuerpos copresentes en la acera, en el mundo, o en la acera del mundo, donde muchos lugares pueden converger en ti a la vez material y afectivamente. Vive en los múltiples géneros de la memoria involuntaria: el sabor que se queda en la boca, la conmoción que se muestra tardíamente, la calidez que nos acompaña hasta después. Puede desencadenarla cualquier cosa: una frase, un olor, una mascota exigente o alguien con quien tropieces, aunque solo sea en tu mente. Puede estar provocada por el racismo, la misoginia o el asco de clase, que pueden aparecer en la conciencia como juicios viscerales orgánicos.

La sensación de su presencia puede venir de algo que ni siquiera recuerdas haber notado, o de un pequeño ajuste que hiciste o que no pudiste hacer, generando una hemorragia de episodios que puede adoptar todo tipo de estados de ánimo o tonos, desde la irritación y el disfrute hasta una falsa indiferencia o una neutralidad ligera y genuina. En otras palabras, la experiencia mínima de inconveniencia no requiere incidentes ni estar cara a cara: la mera idea de situaciones u otras personas también puede sacudir la conciencia de la sensación de su inconveniencia, creando efectos que no se derivan de acontecimientos, sino de impulsos afectivos generados internamente.

Lo importante es que estamos ineludiblemente en relación con otros seres y con el mundo y estamos continuamente ajustándonos a ellos. Estoy describiendo algo más que «ser afectados» y a veces algo menos que «estar entrelazados»: este análisis se basa en la problemática de la vida social del afecto, a partir de situaciones que implican géneros de la sensación de proximidad, física y de otras clases, que pueden involucrar una sensación de sobrecercanía a una distancia física, o no; y que pueden implicar una familiaridad íntima, o no. Puede implicar falta de claridad sobre cómo una se encuentra en relación con aquello a lo que se está adaptando, o no. En el grado o duración que sea, la «inconveniencia» describe un estado sensorial que registra la implicación de una misma en las presiones de la coexistencia. En ese estado el cuerpo está prestando atención, afirmando que lo que está en frente de ti no es lo único que está actuando sobre ti o en ti.


Este texto es un fragmento del libro ‘Sobre la inconveniencia de otras personas‘ (Mutatis Mutandis, 2025), de Lauren Berlant. 

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