Las trisomías, mucho más que el síndrome de Down y responsables de la mitad de los abortos espontáneos
La genetista Encarna Guillén explica las trisomías más frecuentes, más discapacitantes y su incidencia.

Todo el mundo sabe lo que es el síndrome de Down, pero cuando decimos además que es una trisomía, pocas personas saben qué es realmente. Este síndrome es, de hecho, la trisomía más conocida, pero no la única, pues también existen otras menos conocidas como la trisomía 18, que provoca el graves síndrome de Edwards, o la trisomía 13, que da lugar al síndrome de Patau.
Hay otros que apenas son conocidos, pues como explica la genetista Encarna Guillén, “la mayoría de las trisomías son incompatibles con la vida, ocasionando abortos espontáneos. Las trisomías que podemos ver al nacimiento son las que implican a los cromosomas 8,13 (Síndrome de Patau), 18 (Síndrome de Edwards), 21 (Síndrome de Down) y los sexuales, X e Y, con impacto fenotípico y vital variable”.
Aun así, Guillén destaca que las cromosomopatías son relativamente frecuentes en la naturaleza humana, pues “están presentes en el 3-4% de las gestaciones reconocidas, son responsables del 50-60% de los abortos espontáneos y se detectan en el 0,7% de los recién nacidos”.
Pero, ¿qué son? ¿En qué consisten y por qué se producen las trisomías? Encarna Guillén explica que “el genoma humano nuclear, compuesto por más de 20.000 genes, está empaquetado en 23 pares de cromosomas (46 cromosomas en total). 22 de ellos (de 1 al 22) son autosomas, comunes para ambos sexos. El par número 23 corresponde a los cromosomas sexuales, XX para la mujer y XY para el hombre. Es decir, que en cada individuo un juego de 23 cromosomas ha sido heredado de la madre (a través del óvulo) y el otro del padre (a través del espermatozoide)”.
Sin embargo, esto no es siempre así, pues “existen enfermedades genéticas que alteran el número o la estructura de los cromosomas, llamadas cromosomopatías. En las trisomías se altera el número, existen 47 cromosomas en lugar de los 46 habituales; es decir una tercera copia de un cromosoma en lugar de las dos copias normales”, de ahí el nombre tri (por tres) - somía (de cromosoma).
Hablaremos de trisomía 21 cuando esta trisomía está en par de cromosomas número 21, trisomía 18, cuando se produce en el par número 18… y así sucesivamente.
Cómo se producen las trisomías y qué afectación tienen
Aunque las trisomías se deben a anomalía cromosómicas, es decir, en nuestro material genético, lo cierto es que la inmensa mayoría se producen de manera espontánea, y no heredada. Es lo que conoce como “anomalías cromosómicas de novo” asociadas, en su mayoría, como explica Encarna Guillén, “al fenómeno de no disyunción, por la separación inadecuada de los cromosomas en la formación de los gametos. Este fenómeno se da con más frecuencia en los óvulos, a medida que aumenta la edad de la mujer. En un bajo porcentaje se puede deber a una translocación -desplazamiento de un segmento de un cromosoma a un nuevo lugar en el genoma- o a un mosaico -cuando un mismo individuo posee una mezcla de células cromosómicamente normales y anormales-.
Las trisomía 8, 13 y 18 son muy graves, con discapacidad intelectual y malformaciones muy graves que limitan enormemente su supervivencia y calidad de vida
En función del par cromosomas afectado y del tipo anomalía, la sintomatología y la gravedad variaran considerablemente. Por eso, tenemos el caso de síndrome de Down, con personas que, aun habiendo mucha variedad de un individuo, suelen tener una calidad de vida y una esperanza de vida alta, y otros como el síndrome de Edwards, en el que la inmensa mayoría mueren antes de cumplir un año. La mayoría, como apuntaba Guillén, ni siquiera llegan a nacer, “la trisomía 8, 13 y 18 son muy graves, con discapacidad intelectual y anomalías sistémicas y malformaciones muy graves que limitan enormemente su supervivencia y calidad de vida. Las trisomías en cromosomas sexuales tienen generalmente menos consecuencias para la salud, incluso pueden no padecer síntomas y tener una esperanza de vida normal”, explica.
Si comparamos dos de las más frecuentes, el síndrome de Edwards (trisomía 18) y el síndrome de Down Edwards (trisomía 21), ya se aprecian muchas diferencias, “el primero se asocia a anomalías mucho más graves, condicionando que el 95% de los niños que la tienen fallezcan en el primer año de vida. El síndrome de Down es, en general, menos grave, y con los cuidados actuales las personas que lo tienen alcanzan una esperanza de vida de 60 años, aunque existe un envejecimiento prematuro con mayor incidencia de enfermedades degenerativas como alzhéimer”, matiza.
Aun así, puede considerarse que tienen manifestaciones comunes, como “discapacidad intelectual en grado variable y malformaciones externas e internas”.
La discapacidad intelectual en grado variable y malformaciones externas e internas son manifestaciones comunes en todas las trisomías
Trisomías más frecuentes y sus manifestaciones
La más conocida de entre las trisomías es la 21, el síndrome de Down, que afecta a uno de cada 800 nacidos. Sin embargo, la incidencia está bajando mucho debido a que puede detectarse durante el embarazo y se calcula que ahora hay unas 35.000 personas en España con esta condición.
Aunque la afectación puede variar mucho de una persona a otra, las personas con síndrome de Down suelen tener discapacidad intelectual, la cara redondeada, ojos rasgados, nariz pequeña, hipotonía, baja estatura y otras complicaciones cardiacas, respiratorias (apnea del sueño), visuales (cataratas) y tendencia a tener celiaquía o diabetes. Gracias a los avances de la medicina, su calidad y esperanza de vida ha mejorado mucho, pero son más propensos a la demencia.
La segunda trisomía más frecuente es el síndrome de Edwards o trisomía 18, mucho más, grave que la 21. Afecta a entre 1/6.000 y 1/8.000 niños nacidos al año, pero muchos no llegan a nacer, y de los que nacen, solo el 5% supera el año de vida. Los síntomas que suelen presentar son discapacidad intelectual grave, hipotonía, problemas de alimentación, retraso del crecimiento, afecciones oculares y malformaciones viscerales del tracto digestivo, sistema cardiovascular, nervioso, riñones y tracto urinario, además de anomalías cráneo faciales, o esqueléticas.
Menos incidencia, entre 1/8.000 y 1/15.000 nacidos en un año, tiene la trisomía 13 o síndrome de Patau, una grave trisomía cuyos nacidos -que son pocos- tienen una esperanza de vida reducida debido (menos de cinco meses), sobre todo, a problemas cardiorrespiratorios. Esta condición conlleva discapacidad intelectual severa, problemas de corazón y anomalías en el cerebro y la columna vertebral. También, se pueden producir malformaciones en el desarrollo de los órganos y un retraso psicomotor.
Otras trisomías menos frecuentes debida a que la inmensa mayoría terminan en abortos espontáneos son la trisomía 22, la trisomía 9 y la trisomía 8.
¿Es posible ‘curar’ una trisomía?
A día de hoy, no. Lo único que se puede es tratar cada una de las manifestaciones a través de un abordaje multidisciplinar con el objetivo de mejorar la calidad de vida de los afectados. Aun así cómo explica Encarna Guillén, no se descarta que puedan tratarse en el futuro. De hecho, hay varias investigaciones en marcha, como una que se ha hecho pública hace unas semanas y que procede de Japón, “la investigación actual en cuanto a potenciales tratamientos para las enfermedades genéticas está siendo muy intensa. Recientemente, en relación con las trisomías, un equipo de investigadores japoneses acaba de publicar un estudio en el que se elimina la copia extra del cromosoma 21, característica del síndrome de Down, mediante herramientas CRISPR de edición genética en células humanas en cultivo”.
Aunque esta investigación está lejos todavía de su aplicación en humanos, sin duda, como reconoce Guillén, “abre la puerta a un potencial futuro terapéutico diferente para las trisomías, en las que hasta ahora sólo se aplica un tratamiento sintomático”.