Baleares: cómo cambiar todo sin hacer nada
Gabriel Escarrer publicó esta semana un interesante artículo en Preferente en el que llama la atención sobre una posible segunda balearización del turismo en Mallorca. Hace referencia a que el Govern conservador ha manifestado su deseo de mantener la oferta de cien mil viviendas turísticas que inicialmente había legalizado la izquierda. El presidente de Meliá […]

Gabriel Escarrer publicó esta semana un interesante artículo en Preferente en el que llama la atención sobre una posible segunda balearización del turismo en Mallorca. Hace referencia a que el Govern conservador ha manifestado su deseo de mantener la oferta de cien mil viviendas turísticas que inicialmente había legalizado la izquierda. El presidente de Meliá considera que esto es un paso muy grave hacia la saturación de los pueblos y villas de Mallorca porque, aunque no lo dice, la Administración es además incapaz de controlar que estas cien mil viviendas no sean muchas más (¿Hacia la segunda balearización?).
En realidad, el caso balear es muy interesante por absurdo: el Govern del Partido Popular amaneció un día hace más o menos año y medio diciendo que sobran turistas o algo así, porque todo tiene siempre cierta nebulosa. Y que había que tomar medidas. Se crearon grupos de trabajo y de reflexión que trabajaron durante meses y meses, con conclusiones que no eran muy claras tampoco.
Al final, parece que el experimento consistirá en cómo reducir el número de turistas sin reducir ni plazas, ampliando el aeropuerto, y sin modificar nada más. Un imposible.
Porque si uno no quiere tantos turistas, las cosas son muy, muy fáciles: o retira viviendas vacacionales, o retira plazas hoteleras, o retira ambas a la vez. De lo contrario, todo son palabras hueras. Escarrer no nos iba a hablar de plazas hoteleras, lo cual es lógico, pero no hay que engañarse, porque también es una posibilidad. Obviamente, Baleares no va a dejar de ser Europa donde hay libertad de movimiento, de manera que los turistas, si tienen donde dormir, seguirán visitando la isla (o islas, porque Ibiza tiene el mismo problema, quizás más grave).
En otras palabras, asistimos a una operación de prestidigitación: cómo convencernos de que el Govern quiere frenar el volumen de turistas sin adoptar ni una medida que tenga impacto. Porque lo que harán será absolutamente folklórico, sin afectados. O sea, sin impacto electoral. Digno de estudio, desde luego.
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