La abuela Carlota y el culto a la “justicia casera”: ¿por qué internet ama estos casos?
Hace unos días, el nombre de Carlota “N”, una mujer de 74 años que mató a dos personas en Chalco, Estado de México, comenzó a circular en redes sociales con una narrativa sorprendente: para muchos, ella no es una homicida, sino una víctima que tomó justicia por su propia mano. A pesar de que disparó […]

Hace unos días, el nombre de Carlota “N”, una mujer de 74 años que mató a dos personas en Chalco, Estado de México, comenzó a circular en redes sociales con una narrativa sorprendente: para muchos, ella no es una homicida, sino una víctima que tomó justicia por su propia mano. A pesar de que disparó contra tres personas –incluyendo un menor de edad– y que las autoridades investigan su estado mental, en internet ya la han convertido en una especie de heroína.
El caso es complejo. Carlota asegura que la casa era suya y que la habían invadido, mientras que la familia que vivía ahí afirma tener un contrato de arrendamiento válido. La disputa escaló hasta que ella llegó con un arma de fuego y terminó con la vida de dos personas. No hay evidencia de que estuviera en peligro inminente, no hubo legítima defensa, y aun así, el público se apresuró a justificarla.
¿Justicia o venganza? Por qué el internet no puede resistirse a casos como el de Carlota N
Podríamos decir que la reacción se debe a la frustración general con el sistema de justicia, pero hay algo más profundo en juego: internet ama las historias de venganza. No importa si los hechos son ambiguos o si la persona que toma represalias no es un justiciero clásico; lo que nos fascina es la idea de alguien que deja de ser una víctima y se convierte en ejecutor. La historia de una anciana “defendiendo lo suyo” es una narrativa irresistible, sin importar que en este caso la situación sea mucho más turbia.
Pero aquí está el problema: al romantizar este tipo de actos, estamos normalizando la violencia como solución. Hoy Carlota es un meme, una especie de personaje sacado de una película de acción, pero lo que hizo no es ficción. Dos personas murieron, un menor resultó herido y, más allá del debate sobre la propiedad de la casa, la realidad es que mató a sangre fría.
El internet la convierte en una válvula de escape. En un contexto donde la justicia parece inalcanzable o lenta, las redes sociales se encargan de crear su propia forma de justicia popular, donde las personas actúan fuera del sistema y el público se siente satisfecho, aunque sea solo momentáneamente. Nos encanta ver a alguien desafiar las reglas, incluso si sabemos que lo que están haciendo no es correcto, porque nos permite escapar de la rutina o la frustración del día a día. Es un mame colectivo que se alimenta del morbo, y Carlota es solo la última en ser utilizada como válvula para liberar esa necesidad de desorden.
Este fenómeno refleja algo más profundo en nuestra relación con el poder, el control y la venganza. Nos gusta ver a alguien romper las reglas porque representa un escape a nuestra impotencia cotidiana. Es casi como una ficción en tiempo real, donde todos observamos cómo la narrativa se crea en vivo, y si la historia sigue siendo suficientemente impactante, nos olvidamos del daño real que hay detrás de ella. Al final, Carlota se convierte en un personaje, un símbolo de algo que ni siquiera está claro, y el público solo quiere ver qué pasa después, como si fuera parte de un show.
¿De verdad nos importa la justicia, o solo queremos aplaudir a quien desafía las normas y toma el poder por su cuenta? ¿Nos interesa la verdad, o solo la versión de la historia que más nos entretiene? La respuesta, parece, es la segunda. Porque cuando celebramos estos actos, a veces no es porque creamos que son lo correcto, sino porque disfrutamos el espectáculo de la insubordinación.
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