La ‘pandemia’ que viene: Una mirada a la salud mental
Forbes México. La ‘pandemia’ que viene: Una mirada a la salud mental Una sociedad que no atiende la salud mental de sus infancias y juventudes se expone a un incremento en las tasas de violencia y delincuencia. El crimen organizado se nutre no solo de las desigualdades sociales, sino también de las vulnerabilidades emocionales. La ‘pandemia’ que viene: Una mirada a la salud mental Forbes Staff

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La ‘pandemia’ que viene: Una mirada a la salud mental

Aunque el término “pandemia” se utiliza originalmente para referirse a la propagación de enfermedades infectocontagiosas a escala global, la magnitud y el alcance de las afecciones de salud mental, así como su rápido incremento y la fuerza de su impacto en las diferentes esferas de la vida de las personas, sus familias y comunidades, llevan a muchos a considerarla, en cierto sentido, una “pandemia silenciosa a gran escala” o, más formalmente, una «crisis de salud mental global». Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), aproximadamente mil millones de personas en el mundo, es decir, una de cada ocho, viven con un trastorno mental, lo que subraya la trascendencia de este desafío.
Las potenciales repercusiones pueden ser tanto o más devastadoras que las experimentadas durante la crisis del Covid-19. La presión sobre los sistemas de salud pública, las pérdidas económicas y los gastos de atención son cada vez más elevados. Esto se debe, en parte, a la alarmantemente poca inversión global en modelos de prevención, detección temprana y referencia oportuna; a nivel mundial, los gobiernos dedican, en promedio, apenas un 2% de sus presupuestos sanitarios a la salud mental. Esto ocasiona que las problemáticas emocionales no sean detectadas hasta que se convierten en trastornos severos con consecuencias graves.
La depresión, los trastornos de ansiedad y las adicciones difícilmente aparecen de un día para otro; son la suma de muchos factores etiológicos y patogénicos que fueron pasados por alto por familias, docentes, compañeros de trabajo y especialistas. Las adicciones tardan un promedio de ocho a diez años en desarrollarse, y la búsqueda de ayuda frecuentemente excede ese tiempo. A diferencia de las enfermedades infecciosas o traumáticas, las afecciones en salud mental enfrentan la negación no solo de quienes las padecen, sino también de su entorno, lo que genera barreras para un diagnóstico y tratamiento oportunos.
Las infancias y juventudes son particularmente vulnerables, ya que muchos síntomas pueden atribuirse erróneamente a cuestiones asociadas al crecimiento y desarrollo, como la adolescencia, la falta de madurez o, incluso, a temas generacionales y narrativas sociales. Esto se suma, en ocasiones, a una infravaloración del conocimiento y la labor profesional de los trabajadores de la salud mental. Por el contrario, algunas familias recurren a remedios caseros, muchas veces heredados de tradiciones familiares, o atribuyen estos padecimientos a explicaciones basadas en el pensamiento mágico, lo que dificulta una atención oportuna.
El consumo de alcohol, tabaco y otras drogas es una de las principales causas de morbilidad y mortalidad a nivel global, no solo por las ya conocidas consecuencias en enfermedades como cáncer, cardiopatías, enfermedades hepáticas, metabólicas y un sinnúmero de otras afecciones, sino también por la gran cantidad de accidentes que no solo causan muertes, sino también discapacidades adquiridas. Sumado a ello, las sobredosis de opioides, como la heroína o el fentanilo, son cada vez más comunes.
Por otro lado, existe un número creciente de afecciones —como la depresión, la ansiedad, el trastorno límite de la personalidad, la ludopatía, el consumo problemático de sustancias, la psicosis y el trastorno de estrés postraumático, entre otras— que pueden llevar a las personas a tener ideas suicidas, cometer intentos de suicidio o incluso a quitarse la vida, a menudo bajo los efectos de una desesperación no atendida.
Los sistemas de salud y educación deben responder con una rápida identificación de dichas problemáticas para su correcta canalización. El trabajo conjunto de la iniciativa privada, los organismos de la sociedad civil y el gobierno puede ser la alternativa frente a los riesgos inminentes que enfrentamos como naciones debido a la normalización de la violencia y el consumo de drogas. En este panorama, la información y la prevención son fundamentales, así como la adecuación de leyes que garanticen la paridad entre la atención en salud mental y la salud física, que promuevan la integración de servicios de salud mental en la atención primaria o que mejoren el acceso a tratamientos basados en evidencia, para dotar de herramientas eficaces a los sistemas gubernamentales.
Una sociedad que no atiende la salud mental de sus infancias y juventudes se expone a un incremento en las tasas de violencia y delincuencia. El crimen organizado se nutre no solo de las desigualdades sociales, sino también de las vulnerabilidades emocionales. Requerimos formar y forjar generaciones cada vez más resilientes; es crucial actuar cuando aún hay tiempo y no esperar el resquebrajamiento de nuestras sociedades.
Sobre el autor:
*Edgar Alonso Angulo Rosas es psicólogo clínico y experto en adicciones con amplia experiencia en prevención y atención a violencias, adicciones, salud mental y derechos humanos. Ha ocupado cargos directivos en ONGs, sector público y privado.
Correo electrónico: eangulor@eldivan.org
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