La falta de conciliación perjudica seriamente la salud (sexual)
Tras el bulo (machista) que dice que los hombres siempre quieren sexo y las mujeres casi nunca, especialmente después de tener hijos, hay una razón que poco tiene que ver con genes, hormonas o rasgos 'naturales': la falta de corresponsabilidad y la tremenda saturación de las madresEl espejismo de la igualdad: hombres que creen que comparten las tareas de la casa “A veces, cuando llega a la cama, me hago la dormida”. Elena confiesa su estrategia para evitar el sexo con su pareja (hombre) en un grupo de chat que comparte con otras madres más o menos recientes. Y Laura le responde: “Yo cuando veo que se pone cariñoso y yo estoy agotada tiro del típico 'me duele la cabeza' o algo parecido. ¡Ya sé que un tópico, pero es que no puedo entender que no sé dé cuenta de que las cosas no funcionan así!”. Que la vida sexual de una pareja no es igual el primer día que el cuarto año de relación es algo que suele costar aceptar. Que la vida sexual en pareja cambia cuando tienes hijos es algo que descubres... cuando tienes un hijo. Y que también cuesta aceptar. Tras el bulo (machista) que dice que los hombres siempre quieren sexo y las mujeres casi nunca, especialmente después de tener hijos, hay una razón que poco tiene que ver con genes, hormonas o rasgos 'naturales': la falta de conciliación y la tremenda saturación de las madres. La sexóloga Sonia Encinas lo ha resumido con una frase que preside la contraportada de su último libro, El sexo de las madres (Roca): “No es que las mujeres deseen menos, es que están hasta el coño”. En el libro, Encinas subraya que en el sexo, el contexto lo es (casi) todo. “La vida sexual se da en un contexto concreto, para que el deseo se dé, para que haya disposición a tener un encuentro sexual, tiene que haber cierto excedente de energía y de bienestar. Si el contexto hace que las mujeres vayan agotadas, sobrecargadas y hasta arriba de estrés y de ansiedad eso es incompatible con que haya deseo. La sobrecarga que arrastran muchas madres influye directamente en su deseo”, explica. Es algo que la sexóloga comprueba continuamente en la consulta: parejas heterosexuales en las que la falta de corresponsabilidad inhibe la líbido, no solo por la escasa energía que queda para el sexo, sino porque ese reparto desigual hace que a ellas se les acumule la desazón, la rabia y la desconexión con su pareja, al que dejan de ver como un adulto con el que relacionarse de igual a igual. "Cuando una carga con tareas de más, le queda menos energía disponible para dedicarla al placer en general, entre otras cosas, al sexo. También influye en cómo colocas a tu pareja, en que dejes de verle como un adulto funcional con el que tienes una relación horizontal para empezar a verle como una tarea más, porque parece que tienes que decirle lo que tiene que hacer. La corresponsabilidad marca si te ves como un equipo o no. Como dicen muchas: si soy tu madre, no me apetece follar contigo. “Cuando una carga con tareas de más, le queda menos energía disponible para dedicarla al placer en general, entre otras cosas, al sexo. Asumimos más responsabilidades y eso nos hace vivir más rígidas”, afirma Sonia Encinas, que invita a que nos preguntemos cuánto tiempo dedican, de media, mujeres y hombres al ocio y el disfrute. Si una mujer dedica más tiempo, energía y esfuerzo las tareas de cuidado de todo tipo que un hombre con el que tiene una relación, se sobrecarga. “Y eso influye en cómo colocas a tu pareja, en que dejes de verle como un adulto funcional con el que tienes una relación horizontal para empezar a verle como una tarea más, porque parece que tienes que decirle lo que tiene que hacer. La corresponsabilidad marca cómo te relacionas, si te ves como un equipo o no. Como dicen muchas: si soy tu madre, no me apetece follar contigo”. Ellos no lo entienden Si en el chat de Laura y Elena las mujeres se desahogan, hombres como Javi o Luis lo hacen en una comida con amigos. No entienden qué pasa en sus relaciones ni qué hacer para que sus parejas quieran más sexo. “Me gustaría que ella me buscara alguna vez”, dice uno. “La mía nunca quiere”, se queja otro. En sus diagnósticos hay frustración, rabia, resignación –como en los de ellas–, pero no aparecen tanto los cuidados, la conciliación, la carga mental o la corresponsabilidad como factores a tener en cuenta. El psicólogo Iñaki Lajud, que trabaja tanto en clínica como con grupos de hombres, constata que la carga de unos y otras sigue siendo muy desigual y que eso puede crear en ellas resentimiento, “aunque sea sutil o inconsciente”, algo que influye en las posibilidades de abrirse al sexo. “Hay que sumar las expectativas y los roles de género: las mujeres ya tienen mucha presión para cumplir, complacer y minimizar su deseo, para centrarse más en el deseo de los hombres y en que él esté contento, eso se ve mucho. En la maternidad termina por explotar todo”, diagnostica.

Tras el bulo (machista) que dice que los hombres siempre quieren sexo y las mujeres casi nunca, especialmente después de tener hijos, hay una razón que poco tiene que ver con genes, hormonas o rasgos 'naturales': la falta de corresponsabilidad y la tremenda saturación de las madres
El espejismo de la igualdad: hombres que creen que comparten las tareas de la casa
“A veces, cuando llega a la cama, me hago la dormida”. Elena confiesa su estrategia para evitar el sexo con su pareja (hombre) en un grupo de chat que comparte con otras madres más o menos recientes. Y Laura le responde: “Yo cuando veo que se pone cariñoso y yo estoy agotada tiro del típico 'me duele la cabeza' o algo parecido. ¡Ya sé que un tópico, pero es que no puedo entender que no sé dé cuenta de que las cosas no funcionan así!”. Que la vida sexual de una pareja no es igual el primer día que el cuarto año de relación es algo que suele costar aceptar. Que la vida sexual en pareja cambia cuando tienes hijos es algo que descubres... cuando tienes un hijo. Y que también cuesta aceptar. Tras el bulo (machista) que dice que los hombres siempre quieren sexo y las mujeres casi nunca, especialmente después de tener hijos, hay una razón que poco tiene que ver con genes, hormonas o rasgos 'naturales': la falta de conciliación y la tremenda saturación de las madres.
La sexóloga Sonia Encinas lo ha resumido con una frase que preside la contraportada de su último libro, El sexo de las madres (Roca): “No es que las mujeres deseen menos, es que están hasta el coño”. En el libro, Encinas subraya que en el sexo, el contexto lo es (casi) todo. “La vida sexual se da en un contexto concreto, para que el deseo se dé, para que haya disposición a tener un encuentro sexual, tiene que haber cierto excedente de energía y de bienestar. Si el contexto hace que las mujeres vayan agotadas, sobrecargadas y hasta arriba de estrés y de ansiedad eso es incompatible con que haya deseo. La sobrecarga que arrastran muchas madres influye directamente en su deseo”, explica.
Es algo que la sexóloga comprueba continuamente en la consulta: parejas heterosexuales en las que la falta de corresponsabilidad inhibe la líbido, no solo por la escasa energía que queda para el sexo, sino porque ese reparto desigual hace que a ellas se les acumule la desazón, la rabia y la desconexión con su pareja, al que dejan de ver como un adulto con el que relacionarse de igual a igual.
"Cuando una carga con tareas de más, le queda menos energía disponible para dedicarla al placer en general, entre otras cosas, al sexo. También influye en cómo colocas a tu pareja, en que dejes de verle como un adulto funcional con el que tienes una relación horizontal para empezar a verle como una tarea más, porque parece que tienes que decirle lo que tiene que hacer. La corresponsabilidad marca si te ves como un equipo o no. Como dicen muchas: si soy tu madre, no me apetece follar contigo.
“Cuando una carga con tareas de más, le queda menos energía disponible para dedicarla al placer en general, entre otras cosas, al sexo. Asumimos más responsabilidades y eso nos hace vivir más rígidas”, afirma Sonia Encinas, que invita a que nos preguntemos cuánto tiempo dedican, de media, mujeres y hombres al ocio y el disfrute. Si una mujer dedica más tiempo, energía y esfuerzo las tareas de cuidado de todo tipo que un hombre con el que tiene una relación, se sobrecarga. “Y eso influye en cómo colocas a tu pareja, en que dejes de verle como un adulto funcional con el que tienes una relación horizontal para empezar a verle como una tarea más, porque parece que tienes que decirle lo que tiene que hacer. La corresponsabilidad marca cómo te relacionas, si te ves como un equipo o no. Como dicen muchas: si soy tu madre, no me apetece follar contigo”.
Ellos no lo entienden
Si en el chat de Laura y Elena las mujeres se desahogan, hombres como Javi o Luis lo hacen en una comida con amigos. No entienden qué pasa en sus relaciones ni qué hacer para que sus parejas quieran más sexo. “Me gustaría que ella me buscara alguna vez”, dice uno. “La mía nunca quiere”, se queja otro. En sus diagnósticos hay frustración, rabia, resignación –como en los de ellas–, pero no aparecen tanto los cuidados, la conciliación, la carga mental o la corresponsabilidad como factores a tener en cuenta.
El psicólogo Iñaki Lajud, que trabaja tanto en clínica como con grupos de hombres, constata que la carga de unos y otras sigue siendo muy desigual y que eso puede crear en ellas resentimiento, “aunque sea sutil o inconsciente”, algo que influye en las posibilidades de abrirse al sexo. “Hay que sumar las expectativas y los roles de género: las mujeres ya tienen mucha presión para cumplir, complacer y minimizar su deseo, para centrarse más en el deseo de los hombres y en que él esté contento, eso se ve mucho. En la maternidad termina por explotar todo”, diagnostica.
Si una pareja con hijos ya tiene de por sí falta de tiempo libre -“que es necesario para generar conexión, intimidad, risas, que es lo que puede permitir la apertura al sexo”-, la falta de corresponsabilidad agrava la situación de las mujeres. “Ellos no suelen tener conciencia de que esto influye, es algo que tengo que explicar mucho cuando trabajo con hombres”, apunta Lajud.
¿Un dulce o sexo?
Laura Baena es quien creó hace doce años Malasmadres, una de las comunidades alrededor de la maternidad que más influencia ha tenido en los últimos tiempos. Utiliza su perfil de Instagram para hablar con las 'malasmadres', como ellas las llama. A veces, cuenta, los fines de semana les lanza preguntas a través de sus stories: “Les pregunto: ¿qué preferirías ahora, un dulcecito o una noche de fuego? Y la respuesta es abrumadora: un porcentaje muy alto elige el dulcecito”.
Detectamos muchísimo que a muchas mujeres la falta de corresponsabilidad les lleva a separarse, porque para estar diciéndole al otro lo que tiene que hacer pues prefieren no estar en pareja, tener su espacio, custodia compartida y tiempo para ellas
El resultado le da que pensar pero no le sorprende. “En la asociación hemos detectado muchísimo que a muchas mujeres la falta de corresponsabilidad les lleva a separarse, porque para estar diciéndole al otro lo que tiene que hacer pues prefieren no estar en pareja, tener su espacio, custodia compartida y tiempo para ellas”, explica. Es en ese tiempo propio, prosigue, cuando priorizan el autocuidado, bien sea amigas, deporte, libros, paseos o sexo. El 29% de las mujeres a las que Malasmadres preguntó no esperaba que su relación de pareja empeorara después de tener hijos.
“La carga mental es una losa, impacta tremendamente en la salud de las madres. Es muy difícil que te nazca el deseo sexual si estás aplastada por esa losa”, prosigue Laura Baena. Ese trabajo mental son todas las tareas no tangibles pero que requieren de intención, planificación, y acción, desde darse cuenta de que hay algo que limpiar o arreglar, recordar citas médicas y cumpleaños, preparar listas de la compra, estar pendiente de las emociones de los demás, reconfortar, animar, consolar, pensar regalos o planear viajes.
En una cuesta elaborada por Malasmadres, el 73% de las mujeres que respondieron declararon estar agotadas por la carga mental. “Eso, unido a todas las demás tareas, hace que tengas la batería bajísima cuando llega la noche, que es cuando, siendo realistas, se generan los espacios más viables para tener sexo, al menos durante los primeros años de crianza. Es muy complicado tener una vida sexual satisfactoria si estás agotada, si no tienes tiempo, si tienes que estar pendiente del otro todo el rato”, afirma Baena, que cree muy importante que los hombres comprendan que la falta de corresponsabilidad impacta de manera directa en la salud de las mujeres y de las parejas. “Y que el sexo no solo va de un acto sexual, va de cuidarse, de quererse, de hacer equipo, de adelantarse a veces al otro, de cariño, de mimo...”.
Cómo entendemos el sexo
Ese factor, la manera en la que entendemos el sexo, está también en el meollo del problema. La sexóloga Sonia Encinas explica que, muchas veces, cuando se habla de cómo hacer que el deseo de las mujeres 'funcione' se está queriendo decir, en realidad, “cómo hacer para complacer a los hombres y que ellos se queden tranquilos”. Esa idea reproduce la premisa falsa de que el deseo de las mujeres parece estar siempre en entredicho y pone sobre ellas el mandato patriarcal de que el sexo es algo que se hace, sobre todo, para el otro.
“Lo veo cada día en consulta: no es que las mujeres tengan menos deseo, es que están hasta el coño. Las mujeres tienen mucho deseo, muchos deseos, muchas ilusiones, y cuando les preguntas por aquellas cosas que les dan placer y que les apetecen y necesitan, la mayoría lo tiene claro, pero no tienen espacio ni tiempo”, enfatiza la autora de El sexo de las madres.
"Lo veo cada día en consulta: no es que las mujeres tengan menos deseo, es que están hasta el coño. Las mujeres tienen mucho deseo, muchos deseos, muchas ilusiones, y cuando les preguntas por aquellas cosas que les dan placer y que les apetecen y necesitan, la mayoría lo tiene claro, pero no tienen espacio ni tiempo
El psicólogo Iñaki Lajud añade que el modelo lineal de la respuesta sexual humana que aún se considera 'la norma' ignora el contexto para dar por hecho que, primero, se sienten ganas y, después, se actúa: “Es un modelo muy coitocéntrico y que los hombres solemos reforzar cuando hablamos con otros, pero el deseo es también responsivo, funciona cuando te sientes vista, bien, cuidada, conectada... entonces, se activan las ganas”. Encinas subraya que, por otro lado, añade, los roles de género, prejuicios, y la distinta socialización hacen que el sexo suela ocupar distintas posiciones en la vida de mujeres y hombres.
“Nosotras hemos aprendido que es un lugar del que protegernos, del que nos cuesta disfrutar o en el que tenemos que tener cuidado, así que en lo último que pensamos para regularnos o cargar pilas es en lo sexual porque lo hemos integrado más como una tarea. En los hombres es al contrario: ellos han tenido permiso para integrar el sexo en su vida como algo que les nutre y potencia y al mismo tiempo no se les ha inhibido la gestión emocional, así que el sexo se convierte para ellos en una herramienta emocional muy potente, en un lugar en el que se sienten vistos, reconocidos, un lugar en el que ganan autoestima”, explica la sexóloga, que tiene claro que la falta de corresponsabilidad y sus consecuencias “es uno de los mayores inhibidores de líbido que hay”. Al menos, para muchas mujeres.