Inepcia política
Basil Henry Liddell Hart es el padre conceptual de la estrategia de objetivos limitados y de la aproximación indirecta. Fue alabado y seguido por generales alemanes en la Segunda Guerra Mundial , entre otros por Rommel, y por británicos como Dorman-Smith, jefe de Estado Mayor en Oriente Medio en 1942. Uno de sus temas recurrentes es la diferencia entre la 'gran estrategia' en el nivel político y la 'estrategia' en el militar, y la vital necesidad de su coordinación. Basil, espíritu crítico, solía salirse de lo 'políticamente correcto' cuando exponía la inepcia política en el ámbito de la 'gran estrategia'. No comulgó con la 'gran estrategia' aliada para recuperar Europa del domino nazi, y de los políticos y altos estrategas aliados escribió: «Si hubieran comprendido los principios básicos de la guerra en lugar de prepararse a la lucha de la manera tradicional, esta contienda no habría alcanzado la duración que tuvo». Finalizada la guerra, sufrió la torva mirada de Churchill, para quien trabajaba en la renovación del Ejército, debido a sus opiniones de carácter político-militar. En sus escritos justifica el estudio de la historia militar, haciendo referencia a un viejo adagio: «Los necios dicen que aprenden a fuerza de experiencia; por mi parte prefiero aprovechar la experiencia de los demás». La 'gran estrategia' la entiende Liddell Hart como el desarrollo de una política de defensa, donde la decisión política dispone, mirando al futuro recursos humanos y financieros del Estado para preservar su independencia, su libertad, la justicia, la democracia y el estado de bienestar, eliminando, reduciendo o controlando los riesgos y amenazas. La 'gran estrategia' mira más allá de la crisis para preservar la paz y la prosperidad. La 'estrategia' la entiende como el arte del general, quien, con los medios disponibles tiene que combatir y vencer. «El éxito estratégico –escribe– depende de un atinado cálculo y de la coordinación del fin y los medios». Con esta idea justifica su defensa de la estrategia de objetivos limitados y la aproximación indirecta. El Estado debe obtener los medios necesarios para defender su libertad y su modelo de sociedad y contribuir a la consecución de sus intereses dentro de la 'gran estrategia'. Además, debe suministrar a sus generales los medios para desarrollar la estrategia militar de forma eficiente y, si siguiéramos las recomendaciones de Liddell Hart, a través de acciones estratégicas limitadas y de aproximaciones indirectas que deben recogerse en el concepto de empleo de las Fuerzas Armadas y modular el proceso de obtención de los recursos humanos y materiales necesarios. La 'estrategia', entendida como el 'arte del general', tiene necesidades de carácter perentorio, urgente y enfocado hacia los riesgos para influir, reduciendo su peligro, mediante la alerta, prevención, disuasión y acción. La suma de las necesidades de la 'gran estrategia' y de la 'estrategia' deberían consolidar el plan de rearme y de renovación de las Fuerzas Armadas. Nuestro presidente anunció el plan de inversión en seguridad y defensa, comprometido con la Alianza Atlántica y en línea con lo previsto en la UE, de la forma esperada, sin participación ni consulta al poder legislativo, sin Presupuestos del Estado aprobados y sin un consenso político básico que diera certidumbre a la ejecución del plan de forma eficiente. El Plan Industrial y Tecnológico para la Seguridad y la Defensa que presentó, como indicaba García Benavides en 'Ejércitos', el 23 de noviembre, es «improvisación en estado puro» y lo único claro es que no existe ningún plan detrás del Plan. Consiste en un plan de rearme con medidas urgentes y deslavazadas, mezcla necesidades estratégicas con posibles objetivos de la 'gran estrategia' con un posible objetivo: salvar la cara en la próxima cumbre de la OTAN. Esta es la estrategia de supervivencia que transpira el plan. Cuando esperábamos una inversión en seguridad y defensa nos han deslizado el cubilete y aparece un gasto con tufo a urgente necesidad ante la presión de EE.UU. y la OTAN, sin identificar los elementos estratégicos necesarios hoy ni los previstos en una 'gran estrategia' del futuro. Todo un plan de gasto sin acompañamiento de un proceso de renovación estructural de las Fuerzas Armadas y cautivo de opacos intereses, de una industria de defensa que parece condicionar, por motivos impropios, el planeamiento de las Fuerzas Armadas a medio y largo plazo y no estar a su servicio. Si toda crisis genera oportunidades, estamos en el camino de perder la oportunidad de una inversión regenerativa en seguridad y defensa. El planeamiento de defensa exige una justificación militar basada en el entorno estratégico previsto para el futuro, con sus riesgos y amenazas priorizados, y desarrollado a partir del concepto del empleo de la fuerza, de forma que se defina un objetivo de fuerza a medio y largo plazo. No parece que este sea el camino seguido. La defensa es de todos y al anuncio del programa de inve
Basil Henry Liddell Hart es el padre conceptual de la estrategia de objetivos limitados y de la aproximación indirecta. Fue alabado y seguido por generales alemanes en la Segunda Guerra Mundial , entre otros por Rommel, y por británicos como Dorman-Smith, jefe de Estado Mayor en Oriente Medio en 1942. Uno de sus temas recurrentes es la diferencia entre la 'gran estrategia' en el nivel político y la 'estrategia' en el militar, y la vital necesidad de su coordinación. Basil, espíritu crítico, solía salirse de lo 'políticamente correcto' cuando exponía la inepcia política en el ámbito de la 'gran estrategia'. No comulgó con la 'gran estrategia' aliada para recuperar Europa del domino nazi, y de los políticos y altos estrategas aliados escribió: «Si hubieran comprendido los principios básicos de la guerra en lugar de prepararse a la lucha de la manera tradicional, esta contienda no habría alcanzado la duración que tuvo». Finalizada la guerra, sufrió la torva mirada de Churchill, para quien trabajaba en la renovación del Ejército, debido a sus opiniones de carácter político-militar. En sus escritos justifica el estudio de la historia militar, haciendo referencia a un viejo adagio: «Los necios dicen que aprenden a fuerza de experiencia; por mi parte prefiero aprovechar la experiencia de los demás». La 'gran estrategia' la entiende Liddell Hart como el desarrollo de una política de defensa, donde la decisión política dispone, mirando al futuro recursos humanos y financieros del Estado para preservar su independencia, su libertad, la justicia, la democracia y el estado de bienestar, eliminando, reduciendo o controlando los riesgos y amenazas. La 'gran estrategia' mira más allá de la crisis para preservar la paz y la prosperidad. La 'estrategia' la entiende como el arte del general, quien, con los medios disponibles tiene que combatir y vencer. «El éxito estratégico –escribe– depende de un atinado cálculo y de la coordinación del fin y los medios». Con esta idea justifica su defensa de la estrategia de objetivos limitados y la aproximación indirecta. El Estado debe obtener los medios necesarios para defender su libertad y su modelo de sociedad y contribuir a la consecución de sus intereses dentro de la 'gran estrategia'. Además, debe suministrar a sus generales los medios para desarrollar la estrategia militar de forma eficiente y, si siguiéramos las recomendaciones de Liddell Hart, a través de acciones estratégicas limitadas y de aproximaciones indirectas que deben recogerse en el concepto de empleo de las Fuerzas Armadas y modular el proceso de obtención de los recursos humanos y materiales necesarios. La 'estrategia', entendida como el 'arte del general', tiene necesidades de carácter perentorio, urgente y enfocado hacia los riesgos para influir, reduciendo su peligro, mediante la alerta, prevención, disuasión y acción. La suma de las necesidades de la 'gran estrategia' y de la 'estrategia' deberían consolidar el plan de rearme y de renovación de las Fuerzas Armadas. Nuestro presidente anunció el plan de inversión en seguridad y defensa, comprometido con la Alianza Atlántica y en línea con lo previsto en la UE, de la forma esperada, sin participación ni consulta al poder legislativo, sin Presupuestos del Estado aprobados y sin un consenso político básico que diera certidumbre a la ejecución del plan de forma eficiente. El Plan Industrial y Tecnológico para la Seguridad y la Defensa que presentó, como indicaba García Benavides en 'Ejércitos', el 23 de noviembre, es «improvisación en estado puro» y lo único claro es que no existe ningún plan detrás del Plan. Consiste en un plan de rearme con medidas urgentes y deslavazadas, mezcla necesidades estratégicas con posibles objetivos de la 'gran estrategia' con un posible objetivo: salvar la cara en la próxima cumbre de la OTAN. Esta es la estrategia de supervivencia que transpira el plan. Cuando esperábamos una inversión en seguridad y defensa nos han deslizado el cubilete y aparece un gasto con tufo a urgente necesidad ante la presión de EE.UU. y la OTAN, sin identificar los elementos estratégicos necesarios hoy ni los previstos en una 'gran estrategia' del futuro. Todo un plan de gasto sin acompañamiento de un proceso de renovación estructural de las Fuerzas Armadas y cautivo de opacos intereses, de una industria de defensa que parece condicionar, por motivos impropios, el planeamiento de las Fuerzas Armadas a medio y largo plazo y no estar a su servicio. Si toda crisis genera oportunidades, estamos en el camino de perder la oportunidad de una inversión regenerativa en seguridad y defensa. El planeamiento de defensa exige una justificación militar basada en el entorno estratégico previsto para el futuro, con sus riesgos y amenazas priorizados, y desarrollado a partir del concepto del empleo de la fuerza, de forma que se defina un objetivo de fuerza a medio y largo plazo. No parece que este sea el camino seguido. La defensa es de todos y al anuncio del programa de inversión en armamento le falta una explicación pública sobre las prioridades que han recomendado la selección de sus componentes, más allá del compromiso de presentar la previsión de un gasto en defensa del 2 por ciento del PIB, y más transparencia sobre los plazos de obtención y su respaldo financiero. Este proceso de rearme más parece una muleta para torear en el coso de La Haya durante la próxima cumbre de la OTAN , a los sones del 2 por ciento del PIB, que la oportunidad de renovación de las Fuerzas Armadas que todos esperábamos.
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