Humanity first
Desde hace décadas, el respeto al derecho internacional es una pura entelequia que esconde la ley del que manda. Desde la última gran guerra la humanidad no ha dejado de guerrear y, hoy, tras décadas civilizatorias perdidas, nos preparan para más guerrasTrump empuja a EEUU al autoritarismo con una declaración de guerra a toda disidencia La humanidad lo primero es una acuñación piadosa de ciertos sectores intelectuales, pensadores y activistas norteamericanos como respuesta a la desaforada carrera del America first que tanto padecimiento está causando a la sociedad mundial. Es piadosa pero llena de sentido, nadie puede ser el dominante en la deseable armonía de una humanidad unida en la que la solidaridad, el respeto a las diferencias y a la pluralidad de los pueblos estén en el corazón de un proceso civilizatorio presidido siempre por el entendimiento y la paz. Para ello, se propone el imperio de la ley, un derecho internacional nuevo y robusto que imposibilite las tentaciones siempre amenazantes de los nacionalismos, los autócratas y el imperialismo. Un acuerdo civilizatorio de alcance mundial. Cuando se propone y se reflexiona sobre ello, precisamente desde EEUU, es porque se reconoce su matonismo y se observa con pavor que todo lo acordado después de la última de las grandes guerras se ha desmoronado y hemos vuelto a las andadas del autoritarismo, la violencia, los ardores militares, la negación del otro pero, sobre todas las cosas, la vuelta al empleo de la fuerza como negación de la democracia, el egoísmo nacionalista y su máxima expresión, el imperialismo. En palabras cortas, la ley del que se cree más fuerte. Y no es solo Trump y sus contagios ni las respuestas de sus contrapartes. Desde hace décadas, el respeto al derecho internacional es una pura entelequia que esconde la ley del que manda. Desde aquella horrible guerra, la humanidad no ha dejado de guerrear y, hoy, después de décadas civilizatorias perdidas, nos preparan para más guerras. Cada día, sin apenas esperanzas, se defeca en el derecho internacional en ejercicio de una mentira piadosa que pretende llevarnos a preferir lo menos malo Los ejemplos actuales y más cercanos son desalentadores; en Ucrania no es que no se dé voz a una UE pacata y servil en el llamado proceso de paz, es que la ONU y el derecho internacional están ausentes. La partición territorial no es sino otra negación más de lo proclamado en el derecho internacional; en Palestina, víctima, además, de la violencia simbólica del olvido, los líderes europeos, Pedro Sánchez entre ellos, se desgañitan reclamando el respeto al derecho internacional humanitario pero se olvidan del derecho internacional a secas, sin adjetivos, quizá por vergüenza, sistemáticamente incumplido por Israel desde su creación, precisamente gracias al derecho internacional. En lo aún más cercano, la potencia administradora del Sáhara, antes español en calidad de provincia, España, está de acuerdo con una de las partes del conflicto, Marruecos, para incumplir las resoluciones de la ONU. El desdén con las propias instituciones de la UE, singularmente su Tribunal de Justicia y sus sentencias, es una quiebra del derecho de tamaño relevante. Incluso la propuesta de partición de De Mistura, enviado especial de las Naciones Unidas, como otras, relega a la ONU al rincón de la irrelevancia; todo con el apoyo de dos miembros del Consejo de Seguridad, EEUU y Francia, repetidamente claros incumplidores del derecho internacional. La humanidad es víctima así de su propia implosión por parte de sus miembros más inhumanos. Cada día, sin apenas esperanzas, se defeca en el derecho internacional en ejercicio de una mentira piadosa que pretende llevarnos a preferir lo menos malo. Y sin embargo, esa propuesta piadosa del otro lado del Atlántico es el único agarradero en estos tiempos de zozobra en los que se pretende empujarnos a un lado u otro, a la polaridad, cuando no a directamente besar culos en calidad de sumisos combatientes. Poner la humanidad en primer lugar quizá no sea una opción seria, creíble y realista como las imposturas alternativas pero es una esperanza, una idea civilizatoria utópica a la que algunos no podemos oponernos.

Desde hace décadas, el respeto al derecho internacional es una pura entelequia que esconde la ley del que manda. Desde la última gran guerra la humanidad no ha dejado de guerrear y, hoy, tras décadas civilizatorias perdidas, nos preparan para más guerras
Trump empuja a EEUU al autoritarismo con una declaración de guerra a toda disidencia
La humanidad lo primero es una acuñación piadosa de ciertos sectores intelectuales, pensadores y activistas norteamericanos como respuesta a la desaforada carrera del America first que tanto padecimiento está causando a la sociedad mundial. Es piadosa pero llena de sentido, nadie puede ser el dominante en la deseable armonía de una humanidad unida en la que la solidaridad, el respeto a las diferencias y a la pluralidad de los pueblos estén en el corazón de un proceso civilizatorio presidido siempre por el entendimiento y la paz.
Para ello, se propone el imperio de la ley, un derecho internacional nuevo y robusto que imposibilite las tentaciones siempre amenazantes de los nacionalismos, los autócratas y el imperialismo. Un acuerdo civilizatorio de alcance mundial.
Cuando se propone y se reflexiona sobre ello, precisamente desde EEUU, es porque se reconoce su matonismo y se observa con pavor que todo lo acordado después de la última de las grandes guerras se ha desmoronado y hemos vuelto a las andadas del autoritarismo, la violencia, los ardores militares, la negación del otro pero, sobre todas las cosas, la vuelta al empleo de la fuerza como negación de la democracia, el egoísmo nacionalista y su máxima expresión, el imperialismo. En palabras cortas, la ley del que se cree más fuerte.
Y no es solo Trump y sus contagios ni las respuestas de sus contrapartes. Desde hace décadas, el respeto al derecho internacional es una pura entelequia que esconde la ley del que manda. Desde aquella horrible guerra, la humanidad no ha dejado de guerrear y, hoy, después de décadas civilizatorias perdidas, nos preparan para más guerras.
Cada día, sin apenas esperanzas, se defeca en el derecho internacional en ejercicio de una mentira piadosa que pretende llevarnos a preferir lo menos malo
Los ejemplos actuales y más cercanos son desalentadores; en Ucrania no es que no se dé voz a una UE pacata y servil en el llamado proceso de paz, es que la ONU y el derecho internacional están ausentes. La partición territorial no es sino otra negación más de lo proclamado en el derecho internacional; en Palestina, víctima, además, de la violencia simbólica del olvido, los líderes europeos, Pedro Sánchez entre ellos, se desgañitan reclamando el respeto al derecho internacional humanitario pero se olvidan del derecho internacional a secas, sin adjetivos, quizá por vergüenza, sistemáticamente incumplido por Israel desde su creación, precisamente gracias al derecho internacional.
En lo aún más cercano, la potencia administradora del Sáhara, antes español en calidad de provincia, España, está de acuerdo con una de las partes del conflicto, Marruecos, para incumplir las resoluciones de la ONU. El desdén con las propias instituciones de la UE, singularmente su Tribunal de Justicia y sus sentencias, es una quiebra del derecho de tamaño relevante. Incluso la propuesta de partición de De Mistura, enviado especial de las Naciones Unidas, como otras, relega a la ONU al rincón de la irrelevancia; todo con el apoyo de dos miembros del Consejo de Seguridad, EEUU y Francia, repetidamente claros incumplidores del derecho internacional. La humanidad es víctima así de su propia implosión por parte de sus miembros más inhumanos.
Cada día, sin apenas esperanzas, se defeca en el derecho internacional en ejercicio de una mentira piadosa que pretende llevarnos a preferir lo menos malo. Y sin embargo, esa propuesta piadosa del otro lado del Atlántico es el único agarradero en estos tiempos de zozobra en los que se pretende empujarnos a un lado u otro, a la polaridad, cuando no a directamente besar culos en calidad de sumisos combatientes. Poner la humanidad en primer lugar quizá no sea una opción seria, creíble y realista como las imposturas alternativas pero es una esperanza, una idea civilizatoria utópica a la que algunos no podemos oponernos.