Hace dos meses un dron ruso perforó el sarcófago de Chernóbil. Ucrania todavía no ha logrado cerrarlo
Ocurrió el 14 de febrero de este año. Un dron explosivo Shahed 136 de fabricación iraní y lanzado posiblemente por Rusia dejó una enorme “cicatriz” en la estructura de confinamiento del reactor 4 de Chernóbil, considerada una de las mayores proezas de la ingeniería moderna y diseñada para contener la radiación del peor desastre nuclear de la historia. Aquel domo de acero parecía impenetrable, pero nadie advirtió de un posible conflicto bélico. Dos meses después, la “herida” sigue abierta. El agujero. Como decíamos, el dron cargado con explosivos impactó contra la estructura de acero que cubre el reactor número cuatro de la central nuclear de Chernóbil, la misma que explotó en 1986 desatando el peor desastre nuclear de la historia. Aunque el ataque no causó fugas radiactivas, dejó una marca visible en la enorme cúpula de acero conocida como New Safe Confinement, levantando temores sobre la posibilidad de que Rusia esté dispuesta a llevar su guerra a uno de los lugares más peligrosos del planeta. Las autoridades ucranianas atribuyeron el ataque a Moscú, que negó cualquier responsabilidad, mientras que en la zona se agolpan un nutrido grupo de técnicos que aún trabajaban dos meses después para tratar de reparar los daños. La agresión no solo representaba una amenaza directa al entorno, sino que aviva un fantasma geopolítico: Chernóbil, símbolo de la negligencia soviética, vuelve a colocarse en el centro del conflicto entre Rusia y Ucrania. En Xataka En 2007, Steve Jobs salió al escenario con un iPhone que apenas funcionaba: lo salvó un guion que no admitía ni un desvío La urgencia de restaurar. La tarea ante sí es delicada. De hecho, así lo declaró la ministra de Medio Ambiente, Svitlana Hrynchuk, quien confirmó que el gobierno trabaja junto con expertos para devolver la plena funcionalidad a esta estructura crítica. Hrynchuk subrayó que la prioridad es preservar la seguridad nuclear y radiológica “bajo cualquier circunstancia”. La catástrofe original. De fondo, algo que “toca” profundamente a la nación. Chernóbil fue, y sigue siendo, una herida abierta. El 26 de abril de 1986, una prueba fallida provocó una explosión en el reactor que liberó más de 100 isótopos radiactivos sobre Europa. La ciudad de Pripyat, que entonces albergaba a casi 50.000 personas, fue evacuada al día siguiente. La zona circundante, hoy conocida como la Zona de Exclusión, se convirtió en un territorio fantasma de enorme extensión. El sarcófago original, construido con premura tras el accidente, fue sellado por la estructura multinacional de acero en 2016 con un coste de 2.200 millones de dólares, un esfuerzo titánico destinado a durar al menos un siglo. El escudo, hasta ahora impenetrable, ahora está herido por culpa de la guerra moderna. El New Safe Confinement perforado La invasión rusa y la ocupación. El 24 de febrero de 2022, cuando Rusia lanzó su invasión a gran escala, sus tropas entraron a Ucrania desde Bielorrusia y tomaron el control de Chernóbil el mismo día. La escena fue de caos inmediato: los empleados evacuaron la central mientras el director del organismo de control radiactivo, Sergey Kireev, fue el último en abandonar el lugar. Lo contaba estos días el propio Kireev al medio Insider. Algunos de sus subordinados se quedaron, y desde zonas con señal telefónica ayudaron a las fuerzas ucranianas transmitiendo datos sobre el movimiento de los invasores. Al principio, los rusos dejaron en paz al personal, pero pronto comenzaron a confiscar teléfonos, a prohibir reuniones y a saquear oficinas, dormitorios y laboratorios. Su comportamiento en el lugar, según Kireev, ignoraba por completo la peligrosidad del entorno, transitando por zonas de alta radiación y dañando instalaciones críticas de seguimiento. El legado radioactivo que no acaba. Los restos radiactivos de Chernóbil (iodo, estroncio y cesio) siguen presentes en el aire y el suelo, con vidas medias que se extienden por décadas. Como hemos contado, las mutaciones en flora y fauna persisten como un recordatorio silente del desastre. Tras la ocupación, cuando Kireev regresó en abril de 2022, encontró la zona fortificada, con barricadas ucranianas, vehículos destruidos y oficinas desmanteladas. Un laboratorio, ocupado por tropas rusas, había sido objeto de vandalismo: ordenadores destruidos, armarios saqueados, balas en las paredes. Se descubrió que cerca de 70 personas habían sido capturadas por los rusos y llevadas a Rusia, donde algunas permanecen aún en cautiverio. Desafiando a la lógica nuclear. El ataque con dron del 14 de febrero de 2024 se produjo días antes del tercer aniversario de la invasión rusa. El presidente ucraniano Volodímir Zelensky publicó imágenes del impacto. En ellas se apreciaba cómo se generó una bola de fuego y daños visibles en la estructura protectora. A pesar de que no se registró u

Ocurrió el 14 de febrero de este año. Un dron explosivo Shahed 136 de fabricación iraní y lanzado posiblemente por Rusia dejó una enorme “cicatriz” en la estructura de confinamiento del reactor 4 de Chernóbil, considerada una de las mayores proezas de la ingeniería moderna y diseñada para contener la radiación del peor desastre nuclear de la historia. Aquel domo de acero parecía impenetrable, pero nadie advirtió de un posible conflicto bélico.
Dos meses después, la “herida” sigue abierta.
El agujero. Como decíamos, el dron cargado con explosivos impactó contra la estructura de acero que cubre el reactor número cuatro de la central nuclear de Chernóbil, la misma que explotó en 1986 desatando el peor desastre nuclear de la historia. Aunque el ataque no causó fugas radiactivas, dejó una marca visible en la enorme cúpula de acero conocida como New Safe Confinement, levantando temores sobre la posibilidad de que Rusia esté dispuesta a llevar su guerra a uno de los lugares más peligrosos del planeta.
Las autoridades ucranianas atribuyeron el ataque a Moscú, que negó cualquier responsabilidad, mientras que en la zona se agolpan un nutrido grupo de técnicos que aún trabajaban dos meses después para tratar de reparar los daños. La agresión no solo representaba una amenaza directa al entorno, sino que aviva un fantasma geopolítico: Chernóbil, símbolo de la negligencia soviética, vuelve a colocarse en el centro del conflicto entre Rusia y Ucrania.
La urgencia de restaurar. La tarea ante sí es delicada. De hecho, así lo declaró la ministra de Medio Ambiente, Svitlana Hrynchuk, quien confirmó que el gobierno trabaja junto con expertos para devolver la plena funcionalidad a esta estructura crítica. Hrynchuk subrayó que la prioridad es preservar la seguridad nuclear y radiológica “bajo cualquier circunstancia”.
La catástrofe original. De fondo, algo que “toca” profundamente a la nación. Chernóbil fue, y sigue siendo, una herida abierta. El 26 de abril de 1986, una prueba fallida provocó una explosión en el reactor que liberó más de 100 isótopos radiactivos sobre Europa. La ciudad de Pripyat, que entonces albergaba a casi 50.000 personas, fue evacuada al día siguiente.
La zona circundante, hoy conocida como la Zona de Exclusión, se convirtió en un territorio fantasma de enorme extensión. El sarcófago original, construido con premura tras el accidente, fue sellado por la estructura multinacional de acero en 2016 con un coste de 2.200 millones de dólares, un esfuerzo titánico destinado a durar al menos un siglo. El escudo, hasta ahora impenetrable, ahora está herido por culpa de la guerra moderna.

La invasión rusa y la ocupación. El 24 de febrero de 2022, cuando Rusia lanzó su invasión a gran escala, sus tropas entraron a Ucrania desde Bielorrusia y tomaron el control de Chernóbil el mismo día. La escena fue de caos inmediato: los empleados evacuaron la central mientras el director del organismo de control radiactivo, Sergey Kireev, fue el último en abandonar el lugar.
Lo contaba estos días el propio Kireev al medio Insider. Algunos de sus subordinados se quedaron, y desde zonas con señal telefónica ayudaron a las fuerzas ucranianas transmitiendo datos sobre el movimiento de los invasores. Al principio, los rusos dejaron en paz al personal, pero pronto comenzaron a confiscar teléfonos, a prohibir reuniones y a saquear oficinas, dormitorios y laboratorios. Su comportamiento en el lugar, según Kireev, ignoraba por completo la peligrosidad del entorno, transitando por zonas de alta radiación y dañando instalaciones críticas de seguimiento.
El legado radioactivo que no acaba. Los restos radiactivos de Chernóbil (iodo, estroncio y cesio) siguen presentes en el aire y el suelo, con vidas medias que se extienden por décadas. Como hemos contado, las mutaciones en flora y fauna persisten como un recordatorio silente del desastre.
Tras la ocupación, cuando Kireev regresó en abril de 2022, encontró la zona fortificada, con barricadas ucranianas, vehículos destruidos y oficinas desmanteladas. Un laboratorio, ocupado por tropas rusas, había sido objeto de vandalismo: ordenadores destruidos, armarios saqueados, balas en las paredes. Se descubrió que cerca de 70 personas habían sido capturadas por los rusos y llevadas a Rusia, donde algunas permanecen aún en cautiverio.
Desafiando a la lógica nuclear. El ataque con dron del 14 de febrero de 2024 se produjo días antes del tercer aniversario de la invasión rusa. El presidente ucraniano Volodímir Zelensky publicó imágenes del impacto. En ellas se apreciaba cómo se generó una bola de fuego y daños visibles en la estructura protectora.
A pesar de que no se registró un aumento en los niveles de radiación, el hecho de que un sitio nuclear pueda convertirse en objetivo militar expone la fragilidad de los acuerdos internacionales y la temeridad de una potencia nuclear. Para Ucrania, Chernóbil no es solo un símbolo del pasado, sino un frente vivo. La instalación atacada fue construida con el esfuerzo conjunto de decenas de países, y su integridad se creía una responsabilidad global.
La amenaza de Zaporiyia. También lo contamos estos días. A cientos de kilómetros al sur, la central nuclear de Zaporiyia (la más grande de Europa) sigue bajo ocupación rusa. Las acusaciones entre Kyiv y Moscú por ataques a la planta se han vuelto frecuentes, mientras aumenta la preocupación por su seguridad (Estados Unidos también la "reclama"). Mientras, Zelensky no escatimó palabras tras el ataque a Chernóbil: “Rusia es el único país del mundo que ataca, ocupa y utiliza centrales nucleares como armas de guerra. Es una amenaza terrorista para todo el mundo”.
Si se quiere también, los hechos demuestran que la guerra moderna ha llegado a los umbrales de lo impensable. Y en Chernóbil, donde la historia ya enseñó las consecuencias de la negligencia humana, hoy se teme que un solo error más pueda encender otra tragedia, esta vez, en medio del fuego cruzado.
Imagen | State Emergency Service of Ukraine, Adam Jones
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Hace dos meses un dron ruso perforó el sarcófago de Chernóbil. Ucrania todavía no ha logrado cerrarlo
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Xataka
por
Miguel Jorge
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