Elena Mendiela, un siglo de Feria: «Antiguamente las casetas no tenían cocina, se traía la comida en cestas o cajas de zapatos»
La primeria Feria de Abril de Sevilla se celebró en 1847, por lo que con la de este año ya son 178 ediciones de albero y farolillos. Elena Mendiela , que tiene 102 años, ha vivido muchas de ellas, viendo cómo ha ido creciendo: desde las primeras casetas en el Prado de San Sebastián hasta adquirir la fama internacional de hoy. Elena nació en 1923 , su madre era de Elche y su padre era valenciano criado en Francia. Sin embargo, ella nació en Sevilla y con ello el arraigo a la Feria de la ciudad. Con el paso de los años el mundo ha cambiado, aunque hay cosas que no cambian nunca. Por aquel entonces, según Elena, la Feria «ya era algo muy parecido a lo que es ahora». Han ido cambiando aspectos como la ubicación, que inicialmente se celebraba en el Prado de San Sebastián y no en el real de Los Remedios, pero la base de lo que es hoy en día era la misma . La Calle del Infierno ya existía por aquel entonces y los cacharritos estaban en los Jardines de Murillo. Una de las primeras ferias de las que se acuerda Elena es la de la Expo , pero la de 1929; aquel año la Exposición Iberoamericana revolucionó la ciudad, y con ello, la Feria. «En el año de la Expo disfruté mucho» , algunas de las novedades de las que mejor recuerdo guarda Elena eran atracciones que no se han vuelto a ver después: un tren de paseo, o un sistema de barcas impulsadas por una noria que imitaban a las góndolas de Venecia fueron algunas de las atracciones que se instalaron, también se extendieron a los pabellones construidos para la ocasión, donde, por ejemplo, cuenta que en el Pabellón de Argentina había un caballo disecado de tamaño real o en el de Perú (hoy el museo Casa de la Ciencia) estaban dos figuras que su padre le dijo que eran momias. En la Calle del Infierno, por aquel entonces, los cacharritos eran ya el reclamo para los niños pequeños: una noria, unos coches de choque e incluso, el látigo, que llegaría unos años más tarde para quedarse hasta hoy en día. «Yo iba casi todas las noches a ver eso» , comenta Elena al hablar sobre u n espectáculo de cristobitas o marionetas . En este aspecto es interesante ver cómo, a pesar del crecimiento masivo que ha experimentado la Feria, la raíz sigue estando y al igual que cuando Elena iba de la mano con su padre, los niños de hoy se pueden divertir con lo mismo con lo que lo hacían sus abuelos. Uno de los principales cambios que menciona Elena es que antes las casetas no tenían cocina . Dentro de ellas la actividad era igual que ahora, pero la gente se traía la comida en cestas o cajas de zapatos. A pesar de ello, se llevaba comida para todo el día y el menú era idéntico al de ahora : tortilla de patatas, jamón y frituras típicas, entre otras cosas, confeccionaban las comidas que la gente preparaba en sus casas y se llevaban al Real. Cuando Elena iba de pequeña a la Feria, lo hacía con la familia de una amiga, quienes alquilaban un coche de caballos para llevar toda la comida que preparaban. Otro de los cambios que ha vivido Elena es en lo relativo a la ropa ; hoy día, existe la moda flamenca, uno de los elementos que hacen únicos la cultura sevillana y hace que la Feria sea una joya estética gracias al arte y el diseño que hay detrás de los trajes. Sin embargo, esto no siempre ha sido así, si bien antes también se confeccionaban desde un punto de vista estético, el sentido de moda no estaba presente: «Antes no había moda flamenca, las mujeres tenían un traje que llevaban todos los días y te duraba varios años» . Por su parte, la moda masculina ha permanecido algo más estanca y muy similar a como es hoy en día. El albero de la Feria es un escenario donde suceden historias y anécdotas que se quedan siempre para el recuerdo. Una de las que cuenta Elena es cuando vio al director de cine Orson Welles paseando en un coche de caballos junto a una de sus hijas. También tiene una, con su madre de protagonista, que narra a la perfección la idiosincrasia de la Feria y de los sevillanos: «Vino una tía mía de Alicante a pasar unos días en la Feria para saber cómo era… y lo primero que le preguntó a mi madre es si no habían traído aquí compañías de ópera y cosas así para la Feria . Ellos no supieron qué contestar, pero la muchacha que tenían respondió: ¡Aquí cada uno se mota su fiesta por su cuenta!», asegura. Algo debe tener la Feria de Abril si cada año se convierte en el escenario de luces e ilusión que tanto reclamo genera en los sevillanos. Elena cuenta que se ha perdido muy pocas Ferias , muy pocas: unas de ellas fueron tras el fallecimiento de su marido , a quien le respetó dos ediciones, pero al tercer año decidió que tenía que volver . Así ha seguido haciendo hasta hoy en día, que teniendo que usar una silla de ruedas, acude a la feria tres días a la semana para comer con sus seres queridos en la caseta familiar, de la que llevan siendo socios desde su fundación hace más de cincuenta años, y seguir disfrutando de una de las semanas más especiales del año como 102 años de sevillanas, de historias, de ri
La primeria Feria de Abril de Sevilla se celebró en 1847, por lo que con la de este año ya son 178 ediciones de albero y farolillos. Elena Mendiela , que tiene 102 años, ha vivido muchas de ellas, viendo cómo ha ido creciendo: desde las primeras casetas en el Prado de San Sebastián hasta adquirir la fama internacional de hoy. Elena nació en 1923 , su madre era de Elche y su padre era valenciano criado en Francia. Sin embargo, ella nació en Sevilla y con ello el arraigo a la Feria de la ciudad. Con el paso de los años el mundo ha cambiado, aunque hay cosas que no cambian nunca. Por aquel entonces, según Elena, la Feria «ya era algo muy parecido a lo que es ahora». Han ido cambiando aspectos como la ubicación, que inicialmente se celebraba en el Prado de San Sebastián y no en el real de Los Remedios, pero la base de lo que es hoy en día era la misma . La Calle del Infierno ya existía por aquel entonces y los cacharritos estaban en los Jardines de Murillo. Una de las primeras ferias de las que se acuerda Elena es la de la Expo , pero la de 1929; aquel año la Exposición Iberoamericana revolucionó la ciudad, y con ello, la Feria. «En el año de la Expo disfruté mucho» , algunas de las novedades de las que mejor recuerdo guarda Elena eran atracciones que no se han vuelto a ver después: un tren de paseo, o un sistema de barcas impulsadas por una noria que imitaban a las góndolas de Venecia fueron algunas de las atracciones que se instalaron, también se extendieron a los pabellones construidos para la ocasión, donde, por ejemplo, cuenta que en el Pabellón de Argentina había un caballo disecado de tamaño real o en el de Perú (hoy el museo Casa de la Ciencia) estaban dos figuras que su padre le dijo que eran momias. En la Calle del Infierno, por aquel entonces, los cacharritos eran ya el reclamo para los niños pequeños: una noria, unos coches de choque e incluso, el látigo, que llegaría unos años más tarde para quedarse hasta hoy en día. «Yo iba casi todas las noches a ver eso» , comenta Elena al hablar sobre u n espectáculo de cristobitas o marionetas . En este aspecto es interesante ver cómo, a pesar del crecimiento masivo que ha experimentado la Feria, la raíz sigue estando y al igual que cuando Elena iba de la mano con su padre, los niños de hoy se pueden divertir con lo mismo con lo que lo hacían sus abuelos. Uno de los principales cambios que menciona Elena es que antes las casetas no tenían cocina . Dentro de ellas la actividad era igual que ahora, pero la gente se traía la comida en cestas o cajas de zapatos. A pesar de ello, se llevaba comida para todo el día y el menú era idéntico al de ahora : tortilla de patatas, jamón y frituras típicas, entre otras cosas, confeccionaban las comidas que la gente preparaba en sus casas y se llevaban al Real. Cuando Elena iba de pequeña a la Feria, lo hacía con la familia de una amiga, quienes alquilaban un coche de caballos para llevar toda la comida que preparaban. Otro de los cambios que ha vivido Elena es en lo relativo a la ropa ; hoy día, existe la moda flamenca, uno de los elementos que hacen únicos la cultura sevillana y hace que la Feria sea una joya estética gracias al arte y el diseño que hay detrás de los trajes. Sin embargo, esto no siempre ha sido así, si bien antes también se confeccionaban desde un punto de vista estético, el sentido de moda no estaba presente: «Antes no había moda flamenca, las mujeres tenían un traje que llevaban todos los días y te duraba varios años» . Por su parte, la moda masculina ha permanecido algo más estanca y muy similar a como es hoy en día. El albero de la Feria es un escenario donde suceden historias y anécdotas que se quedan siempre para el recuerdo. Una de las que cuenta Elena es cuando vio al director de cine Orson Welles paseando en un coche de caballos junto a una de sus hijas. También tiene una, con su madre de protagonista, que narra a la perfección la idiosincrasia de la Feria y de los sevillanos: «Vino una tía mía de Alicante a pasar unos días en la Feria para saber cómo era… y lo primero que le preguntó a mi madre es si no habían traído aquí compañías de ópera y cosas así para la Feria . Ellos no supieron qué contestar, pero la muchacha que tenían respondió: ¡Aquí cada uno se mota su fiesta por su cuenta!», asegura. Algo debe tener la Feria de Abril si cada año se convierte en el escenario de luces e ilusión que tanto reclamo genera en los sevillanos. Elena cuenta que se ha perdido muy pocas Ferias , muy pocas: unas de ellas fueron tras el fallecimiento de su marido , a quien le respetó dos ediciones, pero al tercer año decidió que tenía que volver . Así ha seguido haciendo hasta hoy en día, que teniendo que usar una silla de ruedas, acude a la feria tres días a la semana para comer con sus seres queridos en la caseta familiar, de la que llevan siendo socios desde su fundación hace más de cincuenta años, y seguir disfrutando de una de las semanas más especiales del año como 102 años de sevillanas, de historias, de risas y de recuerdos se merecen.
Publicaciones Relacionadas