El remedio chino
En este mundo tan incierto de 2025, las opciones son más limitadas que hace unos meses, pero tomar caminos equivocados puede costar más dolor a largo plazo. El pragmatismo con China no sólo olvida una vez más los supuestos principios europeos, sino que peca de ingenuidad.Por qué es poco probable que China sea la primera en ceder en la guerra comercial con EEUU A los aficionados al doble rasero como argumento no se les habrá escapado la peculiaridad de la tercera visita del presidente del Gobierno a China, rodeado de empresarios y con el beneplácito de la conservadora presidenta de la Comisión Europea, para hacer más tratos con un país que encarcela a sindicalistas, periodistas, abogados de derechos humanos y artistas por su trabajo. Si tienes un rato, échale un ojo a las últimas noticias sobre China en el minucioso trabajo de Amnistía Internacional. Hace tiempo que la gran mayoría de países europeos y sus instituciones renunciaron en gran medida a la defensa de principios sobre los derechos humanos en el caso de China, pero incluso obviando este punto queda la parte en que se basa la potencia comercial que algunos desean y otros temen: la explotación de trabajadores y las prácticas clasificadas como competencia desleal por la propia Comisión Europea. En un reportaje de investigación de enero de este año sobre las fábricas para Shein, la marca de ropa barata tan popular en Europa, la BBC aseguró haberse encontrado “una plantilla sentada en máquinas de coser durante unas 75 horas a la semana infringiendo la legislación laboral china”. “Si hay 31 días en un mes, trabajo 31 días”, decía a la BBC una de las 20 personas empleadas entrevistadas en las 10 fábricas que la radiotelevisión pública británica visitó. Los ministros y algunos empresarios españoles hablan de las oportunidades en China o de la posibilidad de inversiones chinas en España –básicamente para saltarse los aranceles europeos, por ejemplo sobre los coches eléctricos–, pero otros temen la inundación de productos de todo tipo especialmente por el cierre de Estados Unidos. En el evento que organizó elDiario.es hace unos días con empresarios y políticos sobre las subvenciones de la UE aprobadas en la pandemia, un empresario de un floreciente sector en España hablaba con preocupación de la “competencia desleal” de sus rivales chinos que hasta ahora fabrican modelos menos sofisticados pero mucho más baratos. El “pragmatismo” del Gobierno español no es en absoluto un caso único en Europa, sino más bien la norma. La Comisión Europea de Ursula von der Leyen se plantea rebajar aranceles y sanciones por competencia desleal y negocia para gestionar la llegada masiva de más productos chinos al mercado europeo. Voces expertas alertan contra este enfoque centrado en complacer a un gigante que poco hará a favor de los consumidores o los estándares europeos. Alicia García Herrero, economista jefa para Asia Pacífico en la consultora financiera Natixis e investigadora en el think-tank Bruegel, explicaba en un artículo de opinión en El País lo equivocado de esta estrategia. “Aunque las políticas de Trump estén empujando a Europa a buscar soluciones alternativas, no parece que lanzarse a los brazos de China y abandonar las políticas de reducción de riesgos que la Comisión lleva empujando en los últimos dos años sea la mejor idea no sólo por sus costes, sino por lo limitado de sus beneficios”, escribe. En este mundo tan incierto de 2025, las opciones son más limitadas que hace unos meses, pero tomar caminos equivocados de manera apresurada puede costar más dolor a largo plazo. El pragmatismo con China no sólo olvida una vez más los supuestos principios europeos, sino que peca de ingenuidad. Los refranes se popularizan por la universalidad y la validez de sus máximas. Uno de que ha sobrevivido durante siglos, documentado en varios idiomas, es el que alerta contra el remedio que es peor que la enfermedad.

En este mundo tan incierto de 2025, las opciones son más limitadas que hace unos meses, pero tomar caminos equivocados puede costar más dolor a largo plazo. El pragmatismo con China no sólo olvida una vez más los supuestos principios europeos, sino que peca de ingenuidad.
Por qué es poco probable que China sea la primera en ceder en la guerra comercial con EEUU
A los aficionados al doble rasero como argumento no se les habrá escapado la peculiaridad de la tercera visita del presidente del Gobierno a China, rodeado de empresarios y con el beneplácito de la conservadora presidenta de la Comisión Europea, para hacer más tratos con un país que encarcela a sindicalistas, periodistas, abogados de derechos humanos y artistas por su trabajo. Si tienes un rato, échale un ojo a las últimas noticias sobre China en el minucioso trabajo de Amnistía Internacional.
Hace tiempo que la gran mayoría de países europeos y sus instituciones renunciaron en gran medida a la defensa de principios sobre los derechos humanos en el caso de China, pero incluso obviando este punto queda la parte en que se basa la potencia comercial que algunos desean y otros temen: la explotación de trabajadores y las prácticas clasificadas como competencia desleal por la propia Comisión Europea.
En un reportaje de investigación de enero de este año sobre las fábricas para Shein, la marca de ropa barata tan popular en Europa, la BBC aseguró haberse encontrado “una plantilla sentada en máquinas de coser durante unas 75 horas a la semana infringiendo la legislación laboral china”. “Si hay 31 días en un mes, trabajo 31 días”, decía a la BBC una de las 20 personas empleadas entrevistadas en las 10 fábricas que la radiotelevisión pública británica visitó.
Los ministros y algunos empresarios españoles hablan de las oportunidades en China o de la posibilidad de inversiones chinas en España –básicamente para saltarse los aranceles europeos, por ejemplo sobre los coches eléctricos–, pero otros temen la inundación de productos de todo tipo especialmente por el cierre de Estados Unidos. En el evento que organizó elDiario.es hace unos días con empresarios y políticos sobre las subvenciones de la UE aprobadas en la pandemia, un empresario de un floreciente sector en España hablaba con preocupación de la “competencia desleal” de sus rivales chinos que hasta ahora fabrican modelos menos sofisticados pero mucho más baratos.
El “pragmatismo” del Gobierno español no es en absoluto un caso único en Europa, sino más bien la norma. La Comisión Europea de Ursula von der Leyen se plantea rebajar aranceles y sanciones por competencia desleal y negocia para gestionar la llegada masiva de más productos chinos al mercado europeo.
Voces expertas alertan contra este enfoque centrado en complacer a un gigante que poco hará a favor de los consumidores o los estándares europeos. Alicia García Herrero, economista jefa para Asia Pacífico en la consultora financiera Natixis e investigadora en el think-tank Bruegel, explicaba en un artículo de opinión en El País lo equivocado de esta estrategia. “Aunque las políticas de Trump estén empujando a Europa a buscar soluciones alternativas, no parece que lanzarse a los brazos de China y abandonar las políticas de reducción de riesgos que la Comisión lleva empujando en los últimos dos años sea la mejor idea no sólo por sus costes, sino por lo limitado de sus beneficios”, escribe.
En este mundo tan incierto de 2025, las opciones son más limitadas que hace unos meses, pero tomar caminos equivocados de manera apresurada puede costar más dolor a largo plazo. El pragmatismo con China no sólo olvida una vez más los supuestos principios europeos, sino que peca de ingenuidad.
Los refranes se popularizan por la universalidad y la validez de sus máximas. Uno de que ha sobrevivido durante siglos, documentado en varios idiomas, es el que alerta contra el remedio que es peor que la enfermedad.