El misterio que cambió la Guerra Civil: ¿acabó Franco con su rival para conseguir el poder?

La noticia llegó a los españoles por tierra, mar y aire el 22 de julio de 1936. «La Radio Madrid ha dado cuenta de la muerte del marqués del Rif», se podía leer en el ABC de Sevilla. José Sanjurjo , el líder natural del golpe de Estado que había estallado unas jornadas antes, había fallecido en un accidente aéreo; uno muy extraño. «El avión que conducía al general, y que iba pilotado por el aviador, señor Ansaldo, perdió velocidad a poco de emprender el vuelo y cayó, incendiándose. El señor Ansaldo, que pudo lanzarse del aparato, se libró de la muerte, aunque recibió quemaduras y heridas de importancia; pero el general, Sanjurjo, que iba atado al asiento, no tuvo tiempo de liberarse y pereció carbonizado», añadía el texto. A la postre, esta muerte allanó el camino al poder de Francisco Franco ; un general que, aunque popular, no se unió a la sublevación hasta el final por miedo a las consecuencias. Por ello, años después la sombra de la duda se cierne todavía sobre el extraño accidente. ¿Casualidad o atentado? Por el momento, se desconoce. En el primer tercio del siglo XX, José Sanjurjo Sacanell, nacido en Pamplona allá por 1872, era un veterano de la Guerra de África que se había ganado sus galones en operaciones como el Desembarco de Alhucemas. El mismo que, dentro de unos meses, cumplirá nada menos que un siglo. En principio vio con buenos ojos el régimen republicano, pero no tardó en desencantarse. Según explica el doctor en Historia Roberto Muñoz Bolaños en su biografía sobre este personaje elaborada para diccionario de la Real Academia de la Historia, pasó de acatar el orden establecido el 14 de abril de 1931, a odiarlo de forma visceral. Lo llamativo es que el desagrado no le vino por su aversión al régimen republicano o por los postulados planteados a partir del 14 de abril, sino por los continuos desencuentros con personajes como el popular Manuel Azaña . Cuando su enfrentamiento con el entonces ministro de Guerra se dio a conocer al público, este militar se convirtió en un imán para los grupos conservadores que buscaban el regreso de la monarquía. Azuzado por estos grupos, Sanjurjo dio un golpe de Estado en Andalucía el 10 de agosto de 1932. A su favor tenía a diferentes grupos monárquicos partidarios de la restauración. Y, según creía él, a generales tan populares como Francisco Franco. Para su desgracia, el miedo a la derrota hizo que el del Ferrol se retirara de la operación. El resultado fue el esperado: un estrepitoso fracaso. El teniente general fue trasladado a Madrid y condenado a muerte. Poco después, eso sí, se le conmutó la pena por cadena perpetua. Para su suerte, la entrada de un gobierno conservador en la Segunda República le granjeó una amnistía en 1934. Cansado y temeroso se retiró a Portugal. Allí podría haber vivido en paz, pero recibió la visita de una infinidad de organizaciones carlistas y alfonsinas que ansiaban que formase parte en los complots contra el Gobierno. La situación permaneció en calma hasta febrero de 1936, cuando la llegada del Frente Popular hasta la cabeza de la Segunda República provocó que la primera pieza del dominó cayera y naciera una nueva intriga. Por aquel entonces el general Emilio Mola Vidal, gobernador militar de Navarra y jefe de la XII Brigada de Infantería, decidió a encabezar una conspiración militar que diera el golpe definitiva a esta alianza. Desde el primer momento, los organizadores quisieron contar con el teniente general entre sus filas. Sabían que era una figura clave y querida en el Ejército. Existe cierta controversia sobre el verdadero papel de Sanjurjo. Bolaños es partidario de que «si bien no organizó la conspiración directamente, si hizo valer su papel como dirigente cuando se hizo necesario». Sobre el papel, sostiene que era el líder del grupo. Y se basa en hechos como que Franco le pedía permiso para acciones clave como adquirir armamento del exterior. «Era, de manera indiscutible, el jefe de la conspiración contra la República, y el dirigente máximo de España una vez que ésta hubiese triunfado», añade. También se ha generado una discusión histórica alrededor del papel que jugó Franco en aquellos primeros días, cuando la conspiración no era más que una pequeña semilla presta para crecer. Así lo demuestra también el que Sanjurjo llegara a señalar que la sublevación militar seguiría adelante «con o sin Franquito» cuando se enteró de este que tenía dudas, una vez más, sobre su participación. Esa condescendencia era replicada por una buena parte de los organizadores, como bien se deduce del mote que recibió el futuro jefe del Bando Nacional: ' Miss Islas Canarias 1936 '. El hispanista Paul Preston es tajante en su obra 'La Guerra Civil española, reacción, revolución y venganza': «El futuro Jefe de Estado, una vez que el golpe hubiera triunfado, iba a ser Sanjurjo». Detrás suya se hallaba Mola, más conocido entones como 'El director'. Como cabeza visible de la conspiración, se estableció que Sanjurjo debía ser transportado a España po

Abr 28, 2025 - 03:59
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El misterio que cambió la Guerra Civil: ¿acabó Franco con su rival para conseguir el poder?
La noticia llegó a los españoles por tierra, mar y aire el 22 de julio de 1936. «La Radio Madrid ha dado cuenta de la muerte del marqués del Rif», se podía leer en el ABC de Sevilla. José Sanjurjo , el líder natural del golpe de Estado que había estallado unas jornadas antes, había fallecido en un accidente aéreo; uno muy extraño. «El avión que conducía al general, y que iba pilotado por el aviador, señor Ansaldo, perdió velocidad a poco de emprender el vuelo y cayó, incendiándose. El señor Ansaldo, que pudo lanzarse del aparato, se libró de la muerte, aunque recibió quemaduras y heridas de importancia; pero el general, Sanjurjo, que iba atado al asiento, no tuvo tiempo de liberarse y pereció carbonizado», añadía el texto. A la postre, esta muerte allanó el camino al poder de Francisco Franco ; un general que, aunque popular, no se unió a la sublevación hasta el final por miedo a las consecuencias. Por ello, años después la sombra de la duda se cierne todavía sobre el extraño accidente. ¿Casualidad o atentado? Por el momento, se desconoce. En el primer tercio del siglo XX, José Sanjurjo Sacanell, nacido en Pamplona allá por 1872, era un veterano de la Guerra de África que se había ganado sus galones en operaciones como el Desembarco de Alhucemas. El mismo que, dentro de unos meses, cumplirá nada menos que un siglo. En principio vio con buenos ojos el régimen republicano, pero no tardó en desencantarse. Según explica el doctor en Historia Roberto Muñoz Bolaños en su biografía sobre este personaje elaborada para diccionario de la Real Academia de la Historia, pasó de acatar el orden establecido el 14 de abril de 1931, a odiarlo de forma visceral. Lo llamativo es que el desagrado no le vino por su aversión al régimen republicano o por los postulados planteados a partir del 14 de abril, sino por los continuos desencuentros con personajes como el popular Manuel Azaña . Cuando su enfrentamiento con el entonces ministro de Guerra se dio a conocer al público, este militar se convirtió en un imán para los grupos conservadores que buscaban el regreso de la monarquía. Azuzado por estos grupos, Sanjurjo dio un golpe de Estado en Andalucía el 10 de agosto de 1932. A su favor tenía a diferentes grupos monárquicos partidarios de la restauración. Y, según creía él, a generales tan populares como Francisco Franco. Para su desgracia, el miedo a la derrota hizo que el del Ferrol se retirara de la operación. El resultado fue el esperado: un estrepitoso fracaso. El teniente general fue trasladado a Madrid y condenado a muerte. Poco después, eso sí, se le conmutó la pena por cadena perpetua. Para su suerte, la entrada de un gobierno conservador en la Segunda República le granjeó una amnistía en 1934. Cansado y temeroso se retiró a Portugal. Allí podría haber vivido en paz, pero recibió la visita de una infinidad de organizaciones carlistas y alfonsinas que ansiaban que formase parte en los complots contra el Gobierno. La situación permaneció en calma hasta febrero de 1936, cuando la llegada del Frente Popular hasta la cabeza de la Segunda República provocó que la primera pieza del dominó cayera y naciera una nueva intriga. Por aquel entonces el general Emilio Mola Vidal, gobernador militar de Navarra y jefe de la XII Brigada de Infantería, decidió a encabezar una conspiración militar que diera el golpe definitiva a esta alianza. Desde el primer momento, los organizadores quisieron contar con el teniente general entre sus filas. Sabían que era una figura clave y querida en el Ejército. Existe cierta controversia sobre el verdadero papel de Sanjurjo. Bolaños es partidario de que «si bien no organizó la conspiración directamente, si hizo valer su papel como dirigente cuando se hizo necesario». Sobre el papel, sostiene que era el líder del grupo. Y se basa en hechos como que Franco le pedía permiso para acciones clave como adquirir armamento del exterior. «Era, de manera indiscutible, el jefe de la conspiración contra la República, y el dirigente máximo de España una vez que ésta hubiese triunfado», añade. También se ha generado una discusión histórica alrededor del papel que jugó Franco en aquellos primeros días, cuando la conspiración no era más que una pequeña semilla presta para crecer. Así lo demuestra también el que Sanjurjo llegara a señalar que la sublevación militar seguiría adelante «con o sin Franquito» cuando se enteró de este que tenía dudas, una vez más, sobre su participación. Esa condescendencia era replicada por una buena parte de los organizadores, como bien se deduce del mote que recibió el futuro jefe del Bando Nacional: ' Miss Islas Canarias 1936 '. El hispanista Paul Preston es tajante en su obra 'La Guerra Civil española, reacción, revolución y venganza': «El futuro Jefe de Estado, una vez que el golpe hubiera triunfado, iba a ser Sanjurjo». Detrás suya se hallaba Mola, más conocido entones como 'El director'. Como cabeza visible de la conspiración, se estableció que Sanjurjo debía ser transportado a España poco después de que el Alzamiento diera comienzo entre el 17 y 18 de julio de 1936. El encargado de acometer esta tarea fue Juan Antonio Ansaldo, «un famoso 'as' del aire y playboy monárquico», según palabras de Preston. El 19, este piloto aterrizó en la residencia veraniega del oficial en nombre de Mola con órdenes de llevarle hasta territorio Nacional. El problema era que su montura era una frágil avioneta 'De Havilland 80-A Puss Moth'. Lo más llamativo es que, según Baños, 'El director' había encargado que la escolta se llevase a cabo con un bimotor. «Además, el ' Dragon Rapide ' , mucho más adecuado, que había llevado a Franco de las islas Canarias hasta Marruecos, había llegado a Lisboa al mismo tiempo y podía haber llevado fácilmente a Sanjurjo a Burgos», añade Preston. Las reticencias iniciales de Sanjurjo se esfumaron cuando Ansaldo le saludó como si fuera el jefe del Estado ante un grupo de incondicionales reunido en la zona. El militar aceptó. Tras pasar la aduana, la cabeza visible del golpe subió a la avioneta en un hipódromo en desuso llamado A Marinha. Según el relato del propio piloto, portaba una maleta de grandes dimensiones cargada con varios trajes que pensaba utilizar a su llegada a la capital. Esta se sumaba a su propia figura, «ya de por sí voluminosa». A pesar de ello, el 'as' de aviación estaba cejado a salir de allí con su particular premio, así que despegó en dirección a unos árboles cercanos que, pensaba, podría superar sin dificultad alguna. Se equivocó. «El exceso de peso de la avioneta disminuyó la fuerza de ascensión de forma que la hélice, o posiblemente el tren de aterrizaje, chocó con las copas de los árboles», explica Preston. Ansaldo logró salir del aparato con heridas superficiales. Sin embargo, Sanjurjo murió en el accidente. A la postre, el piloto jugueteó con la posibilidad de que todo hubiera sido, en realidad, un atentado provocado por un grupo de anarquistas. La teoría, sin embargo, es rechazada por autores como el mismo Bolaños. «Probablemente, como indican los políticos monárquicos Eugenio Vegas Latapié y Pedro Sainz Rodríguez , la causa verdadera del accidente haya que buscarla en la imprudencia de Ansaldo, que desobedeció las órdenes de Mola y despegó de un espacio inadecuado», afirma el primero.