El jefe de gabinete de Sánchez despierta recelos en un sector de Moncloa por la estrategia tras el apagón
Diego Rubio es un perfil "muy técnico" con una mirada experta pero poco curtido en la pelea comunicativa

Un sector de Moncloa y del PSOE ha puesto en el punto de mira a Diego Rubio, el jefe de gabinete de Pedro Sánchez en Presidencia del Gobierno. Las fuentes consultadas reiteran que se ha intensificado la sensación de descontento en los pasillos del palacio presidencial y en Ferraz tras el apagón.
Buena parte del Gobierno y del partido le señalan directamente como el principal artífice de la estrategia diseñada por Moncloa para responder al colapso del sistema eléctrico. Y lo cierto es que cunde la preocupación entre los socialistas, porque no han conseguido revertir la sensación de caos que se ha apoderado de los ciudadanos por los fallos de las principales infraestructuras del país.
“La mancha es difícil de borrar, todos los españoles se acordarán del apagón; de lo que hacían en ese momento y de todo el perjuicio que les provocó”, se lamenta una fuente socialista. Por eso, ni en algunos despachos de Ferraz ni de la Moncloa gusta que la estrategia haya sido la victimización. La consideran un error y también lamentan haber tenido que tirar de polarización.
En el consejo de ministros hay quien cree que si no se abrían debates ideológicos a raíz del apagón para desviar el problema, “estaban muertos”. Pero en el PSOE comienza a extenderse la idea de que se debería haber asumido el error sin más vergüenza que la de aceptar que las cosas fallan y toca mejorarlas. “Esa debería ser la acción de Gobierno que se anuncia en Moncloa y no decir que las nucleares son malas malísimas”, explica un dirigente del partido.
La inquietud en las filas socialistas, no obstante, está justificada. Diego Rubio, un prestigioso académico cacereño de 39 años, carece de raigambre socialista. Es un perfil súper técnico. No me imaginé nunca que le pondrían ahí”, cuenta un veterano socialista. Rubio apenas ha podido conocer el partido en menos del año que lleva a los mandos de la jefatura de gabinete Tampoco sus resortes de poder interno. Se limita a pedir datos y datos casi federación a federación, llegando a provocar cierto hastío.
Pero Rubio no se ha curtido en los vericuetos de una organización tan compleja como vetusta. Rubio es un desconocido para casi todos en el PSOE y viceversa más allá de algunas amistades fraguadas en el ámbito personal, sin nexo con la formación política. Eso sí, quienes le han tratado coinciden en apuntar que “es muy buena persona” y “un amor”. En el partido, en cualquier caso, atormenta no entender el alma del principal consejero del líder.
Todos conocen a Santos Cerdán, a María Jesús Montero, Félix Bolaños o al propio José Luis Rodríguez Zapatero. Pero Rubio es una especie de alien. Su perfil independiente y su enfoque técnico provocan diferencias de perspectiva con figuras más arraigadas en la estructura del partido, los famosos pata negra.
Según ha sabido este diario, el secretario de organización socialista, Santos Cerdán, es uno de los que ha levantado el teléfono para llamar a Moncloa y dar un toque a Rubio por haber opinado de algunos extrabajadores del partido que tienen información relevante sobre la maquinaria socialista.
Rubio está especializado en mirar el futuro. Su impresionante trayectoria académica lo vincula estrechamente con el análisis prospectivo. Quienes le rodean destacan una de sus principales virtudes: "sabe escuchar mucho y bien". Su consolidación dentro del núcleo de confianza de La Moncloa llegó con la coordinación del informe España 2050, en el que volcó sus conocimientos para ofrecer respuestas a los desafíos que afrontaban los españoles en 2021 —cuando se publicó— y que siguen presentes en la actualidad.
Diego Rubio llegó al Palacio de la Moncloa de la mano de Iván Redondo. Y todo indica que está empezando a escribir algunos de los mismos episodios que vivió el consultor vasco. Durante su etapa en Moncloa fueron sonados sus encontronazos con los 'pata negra' del socialismo, que siempre le vieron como otro extraterrestre ajeno a las dinámicas internas del partido, así como con los equipos de asesores del resto del Gobierno, que vivían en permanente estado de tensión con él. Segunda parte, otro personaje.