Un Vaticano en números rojos es el primer escollo de León XIV
Roma vuelve a prepararse para un envite universal que prevé la llegada de hasta 300.000 peregrinos

El próximo 18 de marzo en la Plaza San Pedro tendrá lugar la misa que pondrá inicio al pontificado de Robert Francis Prevost, quien hace pocos días se asomó desde la logia de las bendiciones para presentarse al mundo como León XIV, el 267º Papa. El primero llegado desde EE.UU.
En el ecuador del Jubileo, Roma vuelve a prepararse pues para un envite universal que prevé la llegada de hasta 300.000 peregrinos entregados al Santo Padre de Chicago, quien a partir de ese día se pondrá manos a la obra para solventar una serie de problemas importantes que vienen azotando a la Iglesia desde hace años. El primer es las finanzas, en estado crítico según el diario Il Sole 24 Ore, el cual publicó una información el pasado viernes 9 de mayo donde se subrayaban que estaba en números rojos, a raíz de pérdidas importantes y un déficit superior a los setenta millones de euros. Así lo explica a Vozpópuli su reportero Carlo Marroni, vaticanista y experto en economía: “En las congregaciones generales que precedieron al cónclave ya se tocó este tema. El año pasado hubo un débito enorme. A eso hay que sumarle los 83 millones del año precedente (2023) y los 75 del anterior. Todo eso arrastra, sí”, expone de forma concisa.
Con la herida abierta y aún por curar, el fervor solo ha sido un analgésico. El dolor sigue, y es pertinente comprender cómo se procuró en esta Ciudad-Estado cuyas principales fuentes de ingresos son tres: la recaudación de los Museos Vaticanos, la gestión de bienes inmuebles y el Óbolo de San Pedro. “Esta deuda estructural es debido, principalmente, a la caída precisamente de las donaciones. Las principales eran de América del Norte y Alemania”, argumenta de forma genérica antes de adentrarse en las entrañas del asunto. Fino y lleno de espinas.
Porque sí. Llama especialmente la atención las de EE.UU., donde radican históricamente las diócesis más ricas y mayores contribuyentes de la Santa Sede, con la que viven ahora una situación de estancamiento e inmovilidad. “Han cerrado el grifo porque los fieles están yendo a menos. Además, la Iglesia americana lleva años lastrada por las indemnizaciones que debe pagar tras varias sentencias judiciales por abusos sexuales de sacerdotes. En el caso de Los Angeles, miles de millones de dólares”. Un problema mayúsculo que ha dejado el peso financiero de la Santa Sede reducido a los huesos, y que no mejoraron tampoco las diócesis germanas, donde el la bajada drástica de creyentes alcanza límites inimaginables. Eso se traduce en ofertas-donaciones inmersas en un menguar continuo.
Apretarse el cinturón
La Santa Sede no es invisible ni inmune a la crisis, mucho menos económica. Al no tener ingresos fiscales, depende en cierta manera de un Óbolo cuyos movimientos -—oxidados— la desnudan y liquidan. “Hay más gasto que ingreso por parte de los fieles. Está claro”, señala Marroni no sin antes poner el foco también en la Capilla Sixtina, la piedra preciosa de los museos más importantes del mundo, que ronda hoy las cincuenta mil visitas diarias. “Desde la pandemia —con todo cerrado— no han terminado de recuperarse del todo. Esto hace que el Vaticano se vea obligado a ejecutar un plan ('spending review') para apretarse bien el cinturón. “Con este dossier, que en realidad ya está en función, ya se redujeron muchos gastos con Francisco. Se ha bloqueado el volumen de negocios de los dependientes-funcionarios, por ejemplo, pero aún hay mucho que recorrer”. Sí, quedan aún muchos baches en este relato torcido.
Es precisamente ahí, en ese campo de minas improvisado, donde deberá moverse con destreza y atino el nuevo Santo Pontífice. Recoger para solventar, de alguna manera, las voces lanzadas por su predecesor, quien ya alertaba sobre el riesgo, la insostenibilidad del fondo pensiones interno y la necesidad de sanearla. Curiosamente, no con el beneplácito de todos los miembros de la Curia, compuesta por prelados aún con sueldos importantes (más de cinco mil euros). “El problema, insisto, son los gastos. Reducirlos significa terminar con algunos servicios, cerrar repartos, oficinas, fusionar otras… Y en casos más extremos, León XIV se verá obligado a despedir a mucho personal. Por no hablar de la venta de inmuebles, que deberán salir a un mercado no del todo florido en estos tiempos”. Un mercado que, además, ha ocasionado varios dolores de cabeza a esta monarquía absolutista situada en el corazón de las democracias occidentes.
El último episodio negro fue precisamente el que involucró al cardenal Becciu, quien renunció al cónclave por petición de Bergoglio. ¿El motivo? El escándalo especulativo del Palazzo di Londra, un negocio transformado en tormenta perfecta, y que le supuso a este minuto país la pérdida de más de doscientos millones de euros. Sí, una cifra imposible y mareante para un universo que pretende equilibrar sus mermadas y lastimadas cuentas.
El importante patrimonio
Por partes. Según Il Sole 24 Ore, a día de hoy el patrimonio económico de la Santa Sede —exento de gravamen— asciende a un billón de euros. Aunque los números bailan y el hermetismo es acuciante, cuenta además con cinco mil edificios en propiedad, dato relevante para una superficie de 1,5 millones de metros cuadrados. De este ingente caudal inmobiliario, casi el 20% lo alquila aplicando cánones de libre mercado, mientras que el 10,4% es subsidiado. El resto (70%) está regido por un canon nulo a efectos de imputación.
Si esta fortuna -en términos estrictos de propiedades físicas- bien gestionada podría suponer una bombona de oxígeno para las lastradas arcas vaticanas, también lo es la casilla del 8xmille (cuota impuesta a réditos sujetos al IRPF) en la declaración de la renta, donde los italianos tienen la posibilidad de destinarla facultativamente a la Iglesia católica. Solo en el ejercicio de 2024, la cátedra de Pedro se benefició de casi mil millones de euros. Una válvula de escape vital para enderezar la horquilla ganancia-gasto, tan en boga hoy.
Por rearmar todo este puzle, con frágiles equilibrios, pasará el futuro de León XIV, quien podría tomar nota de León XIII y su Rerum Novarum del 1891 para dar inicio a la gran Doctrina Social de la Iglesia, hoy ensangrentada de deudas pese a las múltiples reformas ya iniciadas con Bergoglio. Porque fue él precisamente quien saneó la IOR (Banca Vaticana, en otro tiempo famosa por blanquear dinero a la mafia) e hizo transferir las cuentas al Apsa (Administración del patrimonio de la Sede Apostólica). “Es quien controla ahora la caja, incluido el Óbolo, que llegó a tocar picos de setecientos millones. Todo en detrimento de la Segreteria di Stato, que la gestionaba antes”.
La maniobra a la que se refiere Marroni sucedió en 2024, y entonces supuso una auténtica revolución en un país anquilosado a sus atávicas tradiciones. “Francisco inició la racionalización de los dicasterios económicos. De hecho, en 2014 ya creó la secretaria para la Economía, que inicialmente agrupaba muchas competencias”, explica. Fue el gran inicio.
Todo prosiguió con la reforma de la Curia, a su vez absorbida en la nueva constitución apostólica Praedicate Evangelium. Así, se suprimieron viejos dicasterios, mutaron o bien se amalgamaron a algunos nuevos u otras competencias cercanas. El ejemplo más claro fue la Secretaría de la Comunicación, donde se solaparon bajo la misma égida Radio Vaticana, L'Osservatore Romano, el centro televisivo y la librería editorial. Unir para soltar lo sobrante era (y es) el mantra.
Como dice el rotativo sepia, la patata caliente —además de León XIV— también recaerá en el gestor laico que el Papa Francisco nombró como prefecto de la Segreteria: el español Maximino Caballero Ledo, poco amado dentro de las murallas leoninas por una aplicada política de austeridad, por supuesto apoyada por el difunto obispo de Buenos Aires. Precisamente, en temas de sanidad ya le encomendó como primera misión salvar los hospitales católicos de Roma mediante una importante inyección económica.