El arzobispo y la Cruzada

El arzobispo de Oviedo miente al decir que la cruz del Valle de los Caídos "no responde a ninguna sigla política, ni es tutora de ideología alguna". Y no porque lo diga yo, sino porque lo dijo un señor llamado Francisco Franco Recientemente, en la tercera de ABC, el actual arzobispo de Oviedo, el franciscano Jesús Sanz Montes, reivindicaba la cristiandad del Valle de los Caídos y explicaba que “esa inmensa Cruz, la más alta que hay en el mundo con más de 152 metros, no es enseña de bandería, no responde a ninguna sigla política, ni es tutora de ideología alguna”. A veces al leer cosas similares, uno se ve obligado a hacer una profunda reflexión sobre la verdad, la posverdad, y la simple y llana mentira. Porque lo del arzobispo de Oviedo en ese artículo se trata, simplemente, de una mentira. Y no porque lo diga yo, sino porque lo dijo un señor llamado Francisco Franco, y lo hizo, como muchas cosas que él hacía, mediante decreto, el del 1 de abril de 1940. “A estos fines responde la elección de un lugar retirado, donde se levante el templo grandioso de nuestros muertos que, por los siglos, se ruegue por los que cayeron en el camino de Dios y de la Patria. Lugar perenne de peregrinación, en que lo grandioso de la naturaleza, ponga un digno marco al campo en que reposan los héroes y mártires de la Cruzada”. Ese lugar retirado al que se refería el dictador Franco era Cuelgamuros, luego conocido como el Valle de los Caídos. Y expresaba, bien claro, que iba a ser un templo de “nuestros muertos”.  Años más tarde, en abril de 1959, precisamente con motivo de la inauguración del monumento, Franco en su discurso remachó: “Nuestra guerra no fue, evidentemente, una contienda civil más, sino una verdadera Cruzada…La anti España fué vencida y derrotada”. Si esa declaración del dictador no es “enseña de bandería”, es que nuestro arzobispo se perdió la Historia de España, o que la aprendió en la Enciclopedia Álvarez, en aquellas lecciones de Formación del Espíritu Nacional del franquismo. Entonces sí, sería comprensible que haya escrito en la actualidad lo que ha escrito. Otra cosa supondría tratar de engañar a sus feligreses con medias verdades o, directamente, con mentiras, y a un obispo, más a un arzobispo, se le supone la capacidad del discernimiento para iluminar a su grey. El arzobispo de Oviedo nos dice que “hay una historia muda y dolorosa que siempre acontece cuando un pueblo se declara la guerra en una confrontación civil”.Y tenemos que aguantar impertérritos semejante declaración. ¿Un pueblo se declara la guerra? ¿De qué habla este hombre? Mire usted, señor arzobispo. La guerra fue iniciada por el general Emilio Mola y finalizada por el general Franco, provocó la destrucción total del régimen legal de la República y la muerte de miles de personas y la ejecución, el exilio y el apresamiento de otros miles, todo ello con el apoyo explícito y definitivo de la Alemania nazi de Hitler y la Italia fascista de Mussolini. Como expresaron bien claro los militares africanistas, responsables de la rebelión contra el régimen legal republicano,  y responsables del inicio de la Guerra Civil y de su consecuencias, su lucha era contra la anti España, consideraran ellos lo que consideraran que era esa anti España.  Por ejemplo, en Euskadi entraron a formar parte de esa anti España, numerosos sacerdotes, hermanos de profesión del arzobispo franciscano de Oviedo, y fueron fusilados sin contemplaciones junto a tapias de cementerios y enterrados en fosas comunes. Todo ello en nombre de la Cruzada y con el escapulario del Sagrado Corazón de Jesús en el pecho de los fusiladores. La verdad es que el mencionado arzobispo se supera casi en cada frase que va hilando en su discurso y se muestra sorprendido de que “algunos se incomoden por esa referencia al amor y la verdad, pero se entiende cuando ellos viven de la insidia y maquinan con la mentira como forma de gobernanza”. ¿La mentira como forma de gobernanza? Pero si eso no es de hoy. Puede leer a Nicolás Maquiavelo o al más cercano jesuita zaragozano Baltasar Gracián para cerciorarse de ello. Pero es que el propio Franco, creador del Valle de los Caídos para su banderiza “Cruzada”, ya utilizaba habitualmente la mentira en su reivindicación de esa “Cruzada”, como algo necesario para acabar con el enemigo. Lea, señor arzobispo, las palabras del propio Franco, de las que se puede extraer la verdad del dictador. “La lucha del bien con el mal no termina por grande que sea su victoria. Sería pueril creer que el diablo se someta; inventará nuevas tretas y disfraces, ya que su espíritu seguirá maquinando y tomará formas nuevas, de acuerdo con los tiempos”. Seguramente, el arzobispo de Oviedo ve hoy que, en consonancia con las palabras de Franco, el diablo sigue maquinando, y que toma nuevas form

Abr 10, 2025 - 05:54
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El arzobispo y la Cruzada

El arzobispo y la Cruzada

El arzobispo de Oviedo miente al decir que la cruz del Valle de los Caídos "no responde a ninguna sigla política, ni es tutora de ideología alguna". Y no porque lo diga yo, sino porque lo dijo un señor llamado Francisco Franco

Recientemente, en la tercera de ABC, el actual arzobispo de Oviedo, el franciscano Jesús Sanz Montes, reivindicaba la cristiandad del Valle de los Caídos y explicaba que “esa inmensa Cruz, la más alta que hay en el mundo con más de 152 metros, no es enseña de bandería, no responde a ninguna sigla política, ni es tutora de ideología alguna”.

A veces al leer cosas similares, uno se ve obligado a hacer una profunda reflexión sobre la verdad, la posverdad, y la simple y llana mentira.

Porque lo del arzobispo de Oviedo en ese artículo se trata, simplemente, de una mentira.

Y no porque lo diga yo, sino porque lo dijo un señor llamado Francisco Franco, y lo hizo, como muchas cosas que él hacía, mediante decreto, el del 1 de abril de 1940.

“A estos fines responde la elección de un lugar retirado, donde se levante el templo grandioso de nuestros muertos que, por los siglos, se ruegue por los que cayeron en el camino de Dios y de la Patria. Lugar perenne de peregrinación, en que lo grandioso de la naturaleza, ponga un digno marco al campo en que reposan los héroes y mártires de la Cruzada”.

Ese lugar retirado al que se refería el dictador Franco era Cuelgamuros, luego conocido como el Valle de los Caídos. Y expresaba, bien claro, que iba a ser un templo de “nuestros muertos”. 

Años más tarde, en abril de 1959, precisamente con motivo de la inauguración del monumento, Franco en su discurso remachó: “Nuestra guerra no fue, evidentemente, una contienda civil más, sino una verdadera Cruzada…La anti España fué vencida y derrotada”.

Si esa declaración del dictador no es “enseña de bandería”, es que nuestro arzobispo se perdió la Historia de España, o que la aprendió en la Enciclopedia Álvarez, en aquellas lecciones de Formación del Espíritu Nacional del franquismo. Entonces sí, sería comprensible que haya escrito en la actualidad lo que ha escrito. Otra cosa supondría tratar de engañar a sus feligreses con medias verdades o, directamente, con mentiras, y a un obispo, más a un arzobispo, se le supone la capacidad del discernimiento para iluminar a su grey.

El arzobispo de Oviedo nos dice que “hay una historia muda y dolorosa que siempre acontece cuando un pueblo se declara la guerra en una confrontación civil”.Y tenemos que aguantar impertérritos semejante declaración. ¿Un pueblo se declara la guerra? ¿De qué habla este hombre?

Mire usted, señor arzobispo. La guerra fue iniciada por el general Emilio Mola y finalizada por el general Franco, provocó la destrucción total del régimen legal de la República y la muerte de miles de personas y la ejecución, el exilio y el apresamiento de otros miles, todo ello con el apoyo explícito y definitivo de la Alemania nazi de Hitler y la Italia fascista de Mussolini.

Como expresaron bien claro los militares africanistas, responsables de la rebelión contra el régimen legal republicano,  y responsables del inicio de la Guerra Civil y de su consecuencias, su lucha era contra la anti España, consideraran ellos lo que consideraran que era esa anti España. 

Por ejemplo, en Euskadi entraron a formar parte de esa anti España, numerosos sacerdotes, hermanos de profesión del arzobispo franciscano de Oviedo, y fueron fusilados sin contemplaciones junto a tapias de cementerios y enterrados en fosas comunes. Todo ello en nombre de la Cruzada y con el escapulario del Sagrado Corazón de Jesús en el pecho de los fusiladores.

La verdad es que el mencionado arzobispo se supera casi en cada frase que va hilando en su discurso y se muestra sorprendido de que “algunos se incomoden por esa referencia al amor y la verdad, pero se entiende cuando ellos viven de la insidia y maquinan con la mentira como forma de gobernanza”.

¿La mentira como forma de gobernanza? Pero si eso no es de hoy. Puede leer a Nicolás Maquiavelo o al más cercano jesuita zaragozano Baltasar Gracián para cerciorarse de ello. Pero es que el propio Franco, creador del Valle de los Caídos para su banderiza “Cruzada”, ya utilizaba habitualmente la mentira en su reivindicación de esa “Cruzada”, como algo necesario para acabar con el enemigo.

Lea, señor arzobispo, las palabras del propio Franco, de las que se puede extraer la verdad del dictador. “La lucha del bien con el mal no termina por grande que sea su victoria. Sería pueril creer que el diablo se someta; inventará nuevas tretas y disfraces, ya que su espíritu seguirá maquinando y tomará formas nuevas, de acuerdo con los tiempos”.

Seguramente, el arzobispo de Oviedo ve hoy que, en consonancia con las palabras de Franco, el diablo sigue maquinando, y que toma nuevas formas de acuerdo con los tiempos.

Con estas argumentaciones, parece lógico que don Jesús sea contrario a la “resignificación” del monumento. “Querer 'resignificar' el sentido que tiene y tuvo desde el principio ese lugar como reclamo de una reconciliación verdadera es enmendar su historia durante estos años, censurando así la conciencia cristiana”. 

Y hay que volver, de nuevo, a la fuente principal, al responsable máximo de la dictadura de cuarenta años, al general Franco, quien dejó claro un mensaje para el futuro, para que en ese futuro los defensores del Valle de los Caídos no cejaran en su empeño.

“Interesa –decía Franco en su mensaje de inauguración del monumento–  que mantengáis con ejemplaridad y pureza de intenciones la hermandad forjada en las filas de la Cruzada, que evitéis que el enemigo, siempre al acecho, pueda infiltrarse en vuestras filas; que inculquéis en vuestros hijos y proyectéis sobre las generaciones que os sucedan la razón permanente de nuestro Movimiento, y habréis cumplido el mandato sagrado de nuestros muertos”.

“¡Qué razón tenía Franco!”, creo escuchar en la lejanía a don Jesús Sanz Montes, excelentísimo y reverendísimo arzobispo de Oviedo.

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